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María Reyes, la adolescente mexicana que navegó a Glasgow con Greenpeace

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La poblana de 19 años, María Reyes, navegó junto con otros cuatro jóvenes de otros continentes en el 'Rainbow Warrior' de Greenpeace, para llegar a la COP26 de Glasgow, Escocia. La imagen, del pasado 1 de noviembre. Foto Ap
04 de noviembre de 2021 14:14

 

Glasgow. María Reyes es una joven mexicana de 19 años, que vive en un pequeño pueblo del estado de Puebla, cerca de Coronango, y desde donde decidió hace un tiempo rebelarse, indignarse por lo que está ocurriendo en el planeta. Y se convirtió en una activista muy incisiva, que lo mismo enarbola la causa de la falta endémica del agua en México, que el mal estado de los océanos o la preocupación por el deterioro de la calidad del aire.

Ahora está en Glasgow, después de haber navegado junto con otros cuatro jóvenes de otros continentes, en el Rainbow Warrior de Greenpeace, el barco más famoso de la organización ecologista.

La joven activista, que forma parte de la plataforma internacional Viernes por el Futuro (Friday for the Future), a la que también pertenece la sueca Greta Tumberg, está en Glasgow para alzar la voz, para gritar en las calles y también para reclamar en la propia sede de la COP26 que ni a los jóvenes ni a los más afectados por el cambio climático “nos están escuchando, están tomando las decisiones de nuestro futuro los políticos de turno y los grandes empresarios de las compañías contaminantes”.

Reyes pasó un auténtico viacrucis antes de poder llegar a Glasgow, por eso quiere exprimir al máximo su presencia. Cuando surgió la posibilidad de ir a la capital escocesa y vio los requisitos supo que no sería fácil: el primer escollo fue la vacuna. Ella, que es un pueblo campesino de Puebla y en el que todavía no hay vacunada gente incluso mayor que ella, decidió tomar cartas en el asunto y viajar a Tijuana y de ahí a Los Ángeles para “que dieran un chute de la Johnson”. De ahí empezó a buscar la forma de pagarse el viaje, los hoteles, los traslados.

Una vez resuelto todo eso, primero viajó a Suecia, para una campaña de la Unicef, y después a Londres, donde protestó en el marco de una campaña contra una entidad financiera, Standard Bank. Y de ahí finalmente viajó a Liverpool, donde primero se subió a una pequeña lancha de Greenpeace, que les llevaría finalmente hasta el Rainbow Warrior, el mítico barco con el que se han hecho las protestas más importantes de la organización y que ya es en sí mismo un símbolo. Y ahí conoció a sus compañeras de protesta, otras jóvenes de Bangladesh, Namibia y Uganda, que se llaman Edwin Namakanga, Farzana Faruk Jhumu y Jakapita Kandanga.

Durante el viaje hablaron de su campaña, de lo que más les indigna en la forma en la que se está manejando la COP26 y en la falta de información sobre las negociaciones. A pesar de que su intención era llegar a Glasgow y surcar por el río Clyde, que se ve desde la sede la COP26, no fue posible. La policía les cerró el paso y fueron obligados a desembarcar en una zona alejada del encuentro multilateral y de la propia ciudad.

Aún así nos vamos a hacer escuchar. Estos días y ahora con las manifestaciones, porque no podemos dejar de denunciar que a pesar de que esta crisis climática está agudizando la desigualdades”, explicó. “Pero sobre todo no vamos a permitir, y nos van a escuchar, que se siga negociando nuestro futuro en despachos privados. No entendemos por qué no pueden tener en las negociaciones las personas más afectadas por la crisis climática. Es imposible que salga algo bueno si se hacen así las cosas”, afirmó.

 

 

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