Glasgow. Precisamente cuando los jóvenes ecologistas están indignados y furiosos por su marginación en la Cumbre de las Naciones Unidas para el Cambio Climático de Glasgow (COP26) y por lo que llaman la “doble moral” de los líderes mundiales, que por un lado hablan de salvar al mundo y por otro siguen desarrollando políticas medioambientales nocivas, saltó una noticia que alimenta aún más esta indignación: el premier británico, el conservador Boris Johnson, voló en un jet privado el pasado martes para viajar de Glasgow a Londres porque tenía una cena con unos amigos “en un club privado sólo para hombres”.
Un escándalo que se suma a la utilización de vehículos de gran cilindrada y altamente contaminantes en los desplazamientos de las delegaciones o la llegada masiva de aviones privados a la capital escocesa para trasladar a los mandatarios de los países más ricos del mundo y, también, a grandes multimillonarios como Jeff Bezos.
Se había mantenido en secreto, pero finalmente se descubrió el gran compromiso que tenía Boris Johnson la noche del martes, cuando decidió salir rápidamente de la rueda de prensa que dio en la COP26 para trasladarse con una nutrida flota de vehículos de gran cilindrada -nueve más las 12 motocicletas y la custodia desde el aire de un helicóptero de la policía- hacia el aeropuerto de Glasgow. Ahí le esperaba un jet privado, operado por la línea aérea británica Titan Airways y que fue el mismo que le trasladó de la cumbre del G-20 de Roma a Glasgow.
Una vez en el jet privado tomó rumbo a Londres, donde, a su llegada, otra nutrida escolta de vehículos le trasladó a toda máquina a su compromiso ineludible, que le impidió, para dar ejemplo, viajar en tren de Glasgow a Londres, como aconsejan los ecologistas. Su compromiso era una cena en un “club privado sólo para hombres” con sus antiguos compañeros del periódico Daily Telegraph. Y entre esos amigos se encontraba el ex director del rotativo Charles Moore, quien es además un negacionista público y furibundo del cambio climático, que para él “no existe”.
Una vez que saltó la noticia, la oposición se sumó al malestar y el enojo que impera en la juventud ecologista y calificó la postura de Johnson de “una hipocresía abrumadora”.
El viaje de Johnson se suma a la indignación que ha provocado entre los asistentes a la COP26 y los militantes y simpatizantes de los movimientos ecologistas a que se hayan movilizado hasta 400 aviones privados para trasladar a algunos de los líderes mundiales más poderosos y a los representantes de las grandes corporaciones financieras, energéticas y del petróleo, que también se encuentran en Glasgow para sumarse al “gran negocio” de la economía verde.
Y sobre todo tras el despliegue de aviones y vehículos que son el peor ejemplo para una cumbre sobre el clima, al ser los más contaminantes, como el despliegue que hizo el gobierno de Estados Unidos, que trasladó a Glasgow una de sus limusinas blindadas, conocida como “la Bestia”. Pero sobre todo molesta el uso de esos aviones cuando en muchos casos son prescindibles, ya que producen gases de efecto invernadero -principalmente dióxido de carbono- con la quema de combustibles. Se calcula que las emisiones por kilómetro de viajes aéreos son mucho peores que las de cualquier otra forma de transporte, por ejemplo un jef privado quema un promedio de mil 23 litros de combustible aéreo por hora. El viaje desde Roma a Glasgow en jet privado -un vuelo que muchos de los líderes del G20 tomaron para llegar a la COP26- eso tomaría unas dos horas y 45 minutos, requiriendo dos mil 800 litros de combustible.
Esta será, sin duda, algunos de los reclamos y consginas que enarbolaran los ambientalistas y ciudadanos comunes en las manifestaciones, que se prevén masivas y repletas de mensajes contundentes. La policía escocesa se prepara para que el sábado marchen por las calles de Glasgow más de 50 mil personas, una cifra abrumadora para una ciudad de tan sólo 600 mil habitantes.