Glasgow. La llamada “economía verde” ya tiene al acecho a los grandes buitres del capitalismo más salvaje e implacable, los fondos de pensiones, las petroleras, la banca privada en su versión “social y sostenible” o las fundaciones de los hombres más ricos del mundo -Rockefeller, Bezos-.
Algunas de las firmas que más se asocian a la destrucción del medio ambiente, que son señaladas como unas de las principales responsables del desastre actual -Shell, BP, Iberdrola, Stan Chart, Sinopec, PetroChina, Chevron y Gazprom, entre otras- ya están tomando posiciones para hacerse con el control de lo que muchos señalan como el “negocio del futuro”, que moverá trillones de dólares anuales y moverá los hilos del mundo. Precisamente esa es una de las inquietudes que expresaron los movimientos sociales y ambientalistas, y que la prensa trasladó a los responsables de la ONU, que se limitaron a señalar que “el mundo está transición” y todos “aquellos de la iniciativa privada que se quieran sumar, bienvenidos sean”.
La tercera jornada de la Cumbre para el Cambio Climático de la ONU de Glasgow (COP26) se centró en un asunto vital para el futuro, pero también uno de los más peligrosos y delicados: la financiación. Es decir, cómo y quiénes ejecutaran y controlaran las ingentes cantidades de dinero que ya se están moviendo, pero que aumentarán sensiblemente en los próximos años, con motivo de la transformación del mundo a una economía más sostenible. A la “economía verde”, en definitiva, y a la transformación de las fuentes de energía tradicionales por unas más limpias y respetuosas con el medio ambiente.
En la COP26, además de líderes indígenas, de las delegaciones de los gobiernos, de los más de 10 mil observadores -que con en su mayoría científicos, ambientalistas, expertos o representantes de la sociedad civil-, hay también una comunidad más silenciosa, que trabaja en reuniones privadas, en encuentros concertados y discretos, que son los representantes de las grandes corporaciones financieras, petroleras y energéticas del mundo. En el encuentro con los medios de comunicación de la secretaria ejecutiva de la ONU para el cambio climático, la diplomática mexicana Patricia Espinosa, y el presidente de la COP26, Alok Sharma, se les preguntó directamente “¿cuántos representantes de las empresas petroleras, de la energía, de la gran banca privada, se encuentran acreditados y trabajando en la COP26?” Y la respuesta fue la siguiente: “Ese dato ni lo tenemos ni lo podemos dar”.
Pero están presentes. Y están trabajando a destajo para conseguir los contratos millonarios que se avecinan y controlar, como hacen ahora, el futuro de esa “economía verde”. El pastel es apetitoso: el punto de partida son los 100 mil millones de dólares que tienen previsto distribuir anualmente los países más ricos a los que están en vías de desarrollo, pero a todo ese dinero hay que añadir los presupuestos locales para grandes obras de infraestructura, la transformación de la forma de vida que requerirá nuevos modelos de negocio y que ellos pretenden controlar.
Una frase de Boris Johnson, el premier británico, lo sugirió: “Tenemos la tecnología, los recursos y ahora sólo hace falta llevarlo a cabo”. Se refería sobre todo a los países más ricos y avanzados tecnológicamente que mundo, que tienen el conocimiento y varios años de ventaja en la locomoción eléctrica, la generación de energías limpias -como la eólica o la solar- y hasta los métodos de clasificación, distribución y destrucción de las basuras que generamos como sociedad. Todo es un negocio. Y es el futuro.
La banca privada sella una alianza
Un señal decisiva que demuestra el afán de las grandes corporaciones del mundo por controlar la “economía verde” es la histórica alianza que crearon 450 grandes firmas financieras del mundo -incluidos bancos, fondos de pensiones, empresas de seguros, consultoras en inversiones de riesgo, la mayoría procedentes de los 20 países más ricos del mundo- para movilizar 130 billones de dólares en clima en los próximos 28 años. Y que servirán para que los países en vías de desarrollo, sus gobiernos y su aparato productivo, financien precisamente la transformación hacia una economía más sostenible, para lo que también deberán comprar en la mayoría de los casos la tecnología que han desarrollado los países más ricos del mundo. Este conglomerado se autodenominó Alianza Financiera de Glasgow hacia las Cero Emisiones Netas y se creó en abril pasado, precisamente para ser presentada oficialmente en Glasgow y empezar a operar a partir de ahora.
El gobernador del Banco de Inglaterra y enviado de la ONU para el clima, Mark Carney, es uno de los defensores de esta alianza, al sostener que gracias a esos fondos se llevará a cabo más rápido la “descarbonización” del planeta.“El dinero está aquí, pero ese dinero necesita proyectos alineados con el cero neto, así que hay una manera de convertir esto en un círculo virtuoso muy, muy poderoso, y ese es el desafío”, dijo Carney, para justificar el plan.
Al interés por esa nueva “economía verde” que será el negocio del futuro y por tanto la que controlará el mundo, también se sumaron las fundaciones de dos de los hombres más ricos del mundo, Jeff Bezos, fundador de Amazon, que anunció una inversión de más de dos mil millones de dólares, y la Fundación Rockefeller, que también anunció que centrará sus esfuerzos en conseguir financiamiento para la transión energética de los países más pobres.
La secretaria Espinosa y el presidente de la COP26, el británico Sharma, fueron interpelados por los medios de comunicación precisamente de esta situación y de la inquietud que hay en la sociedad civil y en los movimientos conservacionistas de que sean los mismos que han destruido al planeta con sus explotaciones sin límite de los recursos naturales, los que ahora controlen la nueva economía sostenible: “El mundo está en transición hacia un nuevo modelo de desarrollo, más limpio, más sostenible y más respetuoso con el medio ambiente. Todos los que se quieran sumar a este cambio, incluida la iniciativa privada, son bienvenidos”, dijo Sharma.