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Lamentan pasividad del INAH ante denuncias por daño a nave hundida

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Se trata de un velero bergantín construido en Escocia en 1819 y hundido en 1836 en Cayo Lobos, en el extremo sur de Banco Chinchorro, mientras llevaba una carga de palo de tinte de Honduras Británicas –actual Belice– al sur de Estados Unidos. Foto cortesía de Octavio del Río
31 de octubre de 2021 10:35

Ciudad de México. Debido a presuntos actos de “negligencia” cometidos en 2018 por el buzo e investigador argentino Nicolás Ciarlo, un barco hundido en el siglo XIX frente a las costas de Quintana Roo quedó “completamente destruido”, y aunque se han interpuesto quejas al respecto ante diversos organismos, la investigación sobre el caso no tiene ningún avance hasta la fecha.

Así lo denunció el arqueólogo subacuático Octavio del Río, quien lamentó que las autoridades del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) han justificado los hechos como un supuesto “accidente” y se niegan a deslindar responsabilidades, a pesar del daño sufrido por el patrimonio cultural del país.

Malas prácticas de exploración

En entrevista con La Jornada, el experto señaló que en 1998, como parte de un proyecto impulsado por Pilar Luna, pionera de la arqueología submarina en México, él dirigió un equipo de investigadores que descubrió la nave hundida –o pecio—, de nombre “El Ángel”, en la Reserva de la Biósfera de Banco Chinchorro, zona en la cual existen al menos otros 70 naufragios inventariados.

Se trata, explicó, de un velero bergantín construido en Escocia en 1819 y hundido en 1836 en Cayo Lobos, en el extremo sur de Banco Chinchorro, mientras llevaba una carga de palo de tinte de Honduras Británicas –actual Belice—al sur de Estados Unidos. La nave posiblemente chocó con un arrecife de coral, hizo agua y cayó a una profundidad de 12 metros.

De acuerdo con Del Río, quien fue colaborador de la subdirección de arqueología subacuática (SAS) del INAH de 1995 a 2018, el pecio fue reportado inicialmente por él y se le comenzó a estudiar y catalogar en los primeros años de la década de los 2000.

En 2006, dijo, la responsabilidad del sitio recayó en Laura Carrillo, pasante de la carrera de arqueología, quien a su vez le encomendó en 2018 la labor de exploración al arqueólogo marítimo Nicolás Ciarlo, de nacionalidad argentina, el cual en su currículum se identifica como especialista en el estudio de metales sumergidos y conflictos navales del siglo XVIII.

Al participar en la etapa final de los trabajos del reconocimiento del pecio, realizados en noviembre de hace tres años, dijo Del Río, pudo notar que el mencionado investigador había ordenado diversas maniobras equivocadas.

Entre ellas, Ciarlo dañó parte del contexto arqueológico expuesto del naufragio histórico y parte de los arrecifes de coral circundantes al colocar mal los costales de arena que en estos casos se usan para cubrir la madera que se va descubriendo en la exploración, y así evitar que el material quede expuesto al medio ambiente.

De igual forma, amarró una boya de más de 20 libras a la buzarda del barco, una pieza metálica que le da silueta a la proa. Como resultado de ello, y luego de que la embarcación de los buzos se quedara atorada en una ocasión, al menos 4.5 metros de dicha estructura quedó arrancada de la nave, lo cual también dañó un área de 1.5 metros de diámetro de colonias de coral.

“Destrucción” del pecio

Durante la jornada de exploración en la que participó, Del Río pudo ver que “siguió la aventadera de costales sin ningún orden. Incluso el ancla de nuestra embarcación cayó en más de tres ocasiones en el barco histórico y en los arrecifes. También cayó en la piedra de lastre, que ya estaba llena de vida marina. Parece que la prioridad era hacer una excavación y sacar la mayor información que se pudiera del casco”.

El resultado de ello, afirmó el especialista, fue la destrucción de gran parte de la estructura del pecio que no está debajo de la arena. “Sólo queda una parte enterrada, pero el 85 o 90 por ciento fue impactado. Siendo especialista en metales, no sé cómo Ciarlo no supo lo que estaba haciendo. Si lo sabía y no le importó, fue negligente, pero si se renta como especialista y no sabe, sería fraude”.

Tras documentar en video la actuación del responsable de los trabajos, Del Río afirmó que fue vetado de los mismos, y aunque interpuso demandas por negligencia y daño al patrimonio cultural ante el Órgano Interno de Control de la propia INAH, la Fiscalía General de la República, la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente y la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas, en contra de Laura Carrillo, Nicolás Ciarlo y el titular de la SAS, Roberto Junco, las investigaciones nunca avanzaron, lamentó.

“Mucho tiempo después, Carrillo dijo que la queja fue una ‘exageración’ y trató de excusar a Ciarlo al decir que todo fue un ‘accidente único’, sin tomar en cuenta todas las afectaciones que hubo alrededor. Roberto Junco también plantea que es una ‘exageración’ y que el daño no es tan grave”, dijo.

Del Río señaló que le hizo llegar a la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) un documento en donde advertía sobre el daño al pecio, ya que México firmó un convenio de protección del patrimonio cultural sumergido, como parte del cual se obliga a realizar buenas prácticas en la materia.

“La denuncia sigue en el escritorio de todas esas autoridades y nadie ha querido hacer nada. El silencio habla por sí mismo, pero lo más grave es que el INAH lo quiera justificar como un ‘accidente’, aunque tras bambalinas saben que es un error garrafal que causó un daño irreparable. Entre todos se protegen para que esto quede hermético”, deploró.

Dañar de esta forma un barco histórico, recalcó, “es como ponerle un clavo a una pintura de Bonampak para hacer mediciones y provocar que se desprenda un pedazo del mural. En 18 años de estar en el proyecto, nunca se le había hecho daño a ninguno de los 70 sitios reportados ni a los corales, pero en su primera participación, este personaje le hace daño al patrimonio de un país que lo invitó y confió en él. Hasta la fecha, Ciarlo no ha tenido la decencia de dar la cara porque es evidente que tiene la cola entre la patas y no sabe cómo justificar lo que hizo”.

Necesario, peritaje independiente

Consultado sobre el tema, José Enrique Vidal Dzul Tuyub, empleado del INAH y secretario general del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Secretaría de Cultura (SNTSC), subrayó que “nos parece extraordinariamente raro que hayan recurrido a esta persona (Ciarlo), que dice que es experto en temas de arqueología subacuática y metalúrgica, cuando el barco ya estaba registrado y en diferentes momentos de conservación”.

Luego de coincidir en que el daño causado al “El Ángel” ya es “irreparable”, el trabajador indicó que, en un informe entregado al Sindicato bajo su cargo, el INAH insiste en que lo sucedido fue un accidente, “pretendiendo evadir su responsabilidad”.

Dzul puntualizó que el SNTSC “ha estado insistiendo en que se haga una investigación seria a cargo de especialistas externos, y si se concluye que un accidente, lo respetaremos, pero los datos que tenemos nos muestran que fue un acto de negligencia criminal en contra del patrimonio arqueológico subacuático”.

En el mismo tono, consideró que “Nicolás Ciarlo debe asumir su responsabilidad. Si se comprueban los daños, que para nosotros son evidentes, tendría que haber un proceso judicial que podría llevar a la cárcel al responsable.

“Sin embargo, considero que en la SAS están protegiéndolo, porque si ellos lo invitaron, no lo van a exponer. Deben venir especialistas internacionales ajenos al instituto y a Octavio del Río para deslindar responsabilidades”, insistió.

Desde hace varios días, este diario le solicitó al INAH un posicionamiento sobre el tema, pero hasta el momento no ha recibido ninguna respuesta.

 

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