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Danzones perdidos por un siglo vuelven a la vida en Cuba

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Ap
09 de octubre de 2021 10:14

Matanzas, Cuba. El hombre de impoluta guayabera blanca, erguido, se acerca a la joven y estira su mano con la palma hacia arriba invitándola. Ella se pone de pie y agita su abanico. En la pista de baile sus cuerpos se acercan. Una lámpara de caireles estrena la energía eléctrica. Es finales del siglo XIX en Cuba y las señoras de bien están escandalizadas con esta nueva música: el danzón.

Un puñado de partituras de aquella época, perdidas en archivos de la ciudad de Matanzas, durmieron olvidadas más de 100 años hasta ser rescatadas ahora. Cuatro de ellas, además, fueron recientemente grabadas por la Orquesta Failde, dando una idea de lo que escuchaban quienes crearon el género musical, que luego se extendió a otros países y se convirtió en el baile nacional de la isla.

No sólo hallarlas fue un logro, lo más importante para un músico es llevarlas al registro fonográfico y que trascienda, que se escuche y las generaciones de hoy y de mañana tengan una referencia de que fue su identidad, explicó emocionada a AP la musicóloga María Victoria Oliver, una de las personas que tuvo a su cargo la búsqueda.

Entre las 16 piezas que durmieron más de un siglo entre danzones y danzonetes –un género híbrido posterior al primero y que entre otras novedades incorporó la interpretación vocal–, cuatro forman parte del disco Joyas Inéditas, producido por el sello Egrem y con arreglos e interpretación de la orquesta que dirige el flautista Ethiel Failde, sobrino tataranieto del creador de ese estilo.

Oliver y un equipo de musicólogos espulgaron los archivos de varias instituciones de Matanzas como la Biblioteca Provincial, el archivo de la Banda de Conciertos o el museo local para dar con ellas, luego de detectar, que pese a que el danzón nació en 1879 en esta ciudad, no había muchas señales escritas de él hasta la primera década del siglo XX.

Es una alegría grande poder hallar partituras inéditas que permiten demostrar una evolución del género, manifestó Oliver. El trabajo es engorroso e incluye la traducción de las partituras, pues la escritura de ellas en el siglo XIX era diferente a la actual, y luego hay que realizar arreglos para actualizar la música sin que pierda su esencia.

Ubicada a 100 kilómetros al este de La Habana, Matanzas fue una de las ciudades más avanzadas en aquellos tiempos –la región fue la primera en contar con luz eléctrica, incluso antes que la capital– gracias a su enorme bahía, por donde salía mucho del azúcar que se producía en la isla y por ser el lugar de ingreso clandestino de los cargamentos de esclavos negros para las haciendas.

Un recorrido por la urbe muestra los vestigios de aquella opulencia: casonas señoriales, decorados en los frontispicios, parques con estatus clásicos o amplios locales de paredes enchapadas en madera y techos altos a donde las familias se recreaban y fueron escenarios del surgimiento del género llamado danzón, también el padre musical de otros típicamente cubanos como el mambo o el chachachá.

El danzón se extendió a República Dominicana y México, donde incluso hoy se cultiva con pasión.

Hijo de las viejas contradanzas españolas –que se bailaban en parejas pero físicamente distanciadas– y la incorporación del acervo musical afrodescendiente típico de la isla, el primer danzón del que se tenga noticias fue estrenado por el matancero Miguel Failde y su orquesta en 1879 y se tituló Las alturas de Simpson.

El álbum Joyas Inéditas, que fue grabado en febrero de 2021, contiene los rescatados danzones El naranjeroCuba LibreA La Habana me voy y Nievecita del propio Miguel Failde, al tiempo que como último tema incorporó un clásico llamado Rompiendo la rutina, un danzonete de Aniceto Díaz, con la interpretación de Omara Portuondo y con el cual la orquesta buscó darle un cierre –por ser un género sucesor– al disco.

Estoy feliz porque va a ser mi tributo a Miguel Failde, señaló Ethiel Failde, sobrino tataranieto del creador del género y quien ahora dirige la orquesta con el nombre de aquel pariente y colega suyo, pero que integran jóvenes artistas con un promedio de 26 años y que cuenta con cuatro discos editados.

Puede que la pasión de Ethiel Failde le llegue de cuna, pero también reconoce que se enamoró del género cuando su maestra de escuela primaria se lo enseñó a bailar y luego como músico profesional lo retomó.

Joyas Inéditas se lanzó en dos formatos: uno estándar con el típico estuche de acrílico y otro insertado en una caja de madera –una suerte de pequeña escultura– que incorpora cinco tabacos –otro símbolo de lo cubano–, el mismo número de las piezas musicales.

Ese trabajo se hizo minucioso para tratar que suene a ese siglo XIX, pero trayendo a los danzones a la modernidad, explicó Failde, mientras coordinaba un ensayo de su agrupación.

“El danzón existe, es uno de los géneros cubanos que más ha perdurado en el tiempo; a más de 150 años sigue vivo, ¡ah que no es mediático!, okey, ya nos toca a nosotros mismos hacer por eso” agregó el músico. Hay que moverlo, mostrarlo más, comentó entusiasmado.

 

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