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Los ojos de los mexicanos en tiempos de pandemia: Eduardo Corzo Buenrostro/ E. Poniatowska

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En México, 2 millones 237 mil personas padecen deficiencias visuales cuya primera causa de ceguera irreversible puede ser glaucoma. Foto Marco Peláez/ Archivo
03 de octubre de 2021 10:40

Desde el inicio de la pandemia, hubo “un incremento significativo del ojo seco por las ‘horas pantalla’”, según indicó el jefe de servicios de oftalmología del Hospital de la Ceguera. En México, 2 millones 237 mil personas padecen deficiencias visuales cuya primera causa de ceguera irreversible puede ser glaucoma, según la directora del Hospital de la Ceguera APEC, Valeria Sánchez, quien insistió en que, a pesar de la pandemia, ningún paciente puede dejar de acudir al hospital. “De no ser atendidas de inmediato pueden terminar en ceguera irreversible… A comienzos de la pandemia, los enfermos no venían a sus revisiones por más que se les insistía: ‘su padecimiento no puede esperar’, urgían los galenos al paciente que temía contagiarse de Covid 19”.

Por ello, decidimos entrevistar al médico Eduardo Corzo Buenrostro, quien atiende a sus pacientes como si fueran su familia desde que en su tercer año de la carrera de Medicina entró al servicio de oftalmología gracias a Juan José Braojos, un excelente maestro. Eduardo Corzo se enamoró de la especialidad que cuida un área importante del cuerpo.

–A los tres años de la carrera de medicina que consta de seis años, descubrí que existía la oftalmología. Aunque sabía algo de ella, no me había llamado la atención porque no tuve al profesor adecuado. Quería dedicarme a la medicina interna, a una de sus tres principales áreas: gastroenterología, cardiología o endocrinología. Ahora aplico mucho esos conocimientos con pacientes que viven con diabetes.

Mi interés por atender a pacientes con diabetes surgió cuando ya había cursado varios años de carrera. Me fui a trabajar al Instituto de Oftalmología y estuve coordinando el Centro de Ciegos y Débiles Visuales. Ahí tomé conciencia de la importancia de desarrollar un programa preventivo para que el paciente no llegara ya ciego a nuestras manos, sobre todo en el caso de la ceguera por diabetes.

–¿Qué se puede hacer, doctor?

–Por supuesto la dieta es importante, porque ayuda a un mejor control. Tenemos que revisar al paciente y desde el primer día dirigirlo a un endocrinólogo, un cardiólogo después de pedirle estudios de laboratorio para ver cómo están todas sus constantes. Sin embargo, se comete el grave error de no actuar sino hasta que el enfermo se queja de alguna molestia. El gran problema es que hay poca difusión del peligro, a pesar de que la diabetes es la primera causa de ceguera en el adulto de entre 40 y 60 años (la plenitud de vida: la edad madura). En ese momento es cuando puede desarrollarse la ceguera por diabetes. Hago mucho la comparación con el cáncer porque sí la retinopatía diabética (el daño del ojo por diabetes) se detecta y se atiende a tiempo, el paciente puede salvar sus ojos.

–Recuerdo, doctor, el caso de un muchacho noble e inteligente llamado Erasmo, chofer de profesión, que perdió la vista por cisticercosis, una infección que proviene de comer puerco contaminada.

–He visto esporádicamente cisticercos dentro del ojo afectando la retina, pero no es una causa de impacto masivo, de impacto epidemiológico. Hay problemas de ceguera también por parásitos, especialmente en Chiapas, en una zona que se le llama endémica de la oncocercosis, un parásito que es un problema muy local mientras la retinopatía diabética deja ciegas a muchas personas, independientemente de su estrato social y económico.

–Yo creí que era una infección que se propaga entre los marginados…

–No. La diabetes, como otras enfermedades degenerativas, pertenece a problemas de salud pública en los países desarrollados. México tiene una estadística mixta; dependiendo de la zona en la que vivimos. En las zonas rurales y marginales, el problema es la diabetes que produce tres principales daños: la catarata que se presenta en cien por ciento de quienes viven con diabetes; el glaucoma que es aproximadamente 10 veces más frecuente y aparece en la población general y la retinopatía diabética que es la principal causa de ceguera: es un daño en los vasos sanguíneos de la retina.

Esta alteración aparece después de 10 o 15 años de padecer diabetes, pero muchas personas no saben comunicarle al médico el momento exacto de ese comienzo. Los especialistas tenemos que calcular que comenzó tres años antes, a veces más. Hay evoluciones silenciosas de la diabetes y el médico recibe a un paciente que ya tiene daño en el ojo o en los riñones. Por lo tanto, la diabetes es una causa de ceguera que puede evitarse.

–¿Está ligada a la pobreza? El médico Gustavo Reyes Terán, que tanto ha hecho por la salud de los más abandonados, me dijo en alguna ocasión que las infecciones de las vías respiratorias, pulmones, bronquios, tráquea, diafragma son causa de 2.94 millones de defunciones. Después vienen las enfermedades coronarias, así como las diarreicas y, finalmente, el tema que más lo preocupó, el del VIH/Sida que causó millones de muertos…

–Elena, no olvide las enfermedades cerebrovasculares que han causado 1.48 millones de defunciones y las pulmonares, como la tuberculosis e infecciones como la malaria. En cuanto a la pobreza, no necesariamente es la responsable de epidemias e infecciones porque sucede que en instituciones de salud que atienden a derechohabientes, los médicos de primer contacto no están muy conscientes de la importancia de enviar a su enfermo (en etapas tempranas) al hospital y, por otro lado, la saturación de los servicios de salud, principalmente a nivel de especialidad, lo dificulta.

–¿La saturación hospitalaria es un problema de salud pública?

–Sí, enorme. Los galenos tenemos que buscar la manera de resolver la problemática de nuestros pacientes antes de derivarlos a los hospitales. Lo que preocupa es que hay un gran desconocimiento de los médicos de primer contacto, los internistas, los endocrinólogos que esperan a que el paciente empiece a manifestar ceguera para enviarlo al hospital. Si fuéramos más preventivos, podríamos evitar muchos casos de ceguera.

–Entonces, ¿el Hospital de la Ceguera no se da abasto?

–No se da abasto. No hay prevención. Mucho tiene que ver con la desinformación y la poca divulgación. He propuesto que se incluyan escenas médicas bien hechas en las telenovelas con la finalidad de que se hable de ceguera y de otras patologías, pero no he tenido éxito. A veces, en programas de televisión se incluye alguna escena y me percato de toda la sarta de errores que divulgan, pues no se apoyan en un asesor médico que proteja la información.

Últimamente se habla más de la diabetes en general, pero del ojo, en particular, no. La recomendación urgente debería ser que la persona que se sabe diabética acuda al oftalmólogo. Así como se hacen programas de detección oportuna del cáncer, el caso del ojo ha quedado rezagado. He visitado poblaciones en las que la cultura de la higiene está bastante asimilada. Ahora, mucha gente está usando jabón y es una maravilla porque barre con todo.

–¿El jabón puede evitar la ceguera, doctor Corzo?

–Tenemos mucha experiencia en el mundo en materia de prevención de ceguera por diabetes y tecnología que podemos aplicar al paciente. Podríamos decir que, salvo algunos casos muy avanzados, la ceguera por diabetes se puede evitar, porque avanza con cierta lentitud, sobre todo en los primeros años, de ahí mi insistencia en la prevención.

–¿Qué es lo que más satisfacción le ha dado dentro de su carrera y su vida como oftalmólogo?

–Atender a personas de zonas marginadas que inclusive no son hispanohablantes. Nos hemos tenido que valer de sus hijos como traductores en las muchas campañas de cirugía en las que he participado: Chiapas, Guerrero, Oaxaca y Veracruz, con grupos de voluntarios que se coordinan con el DIF y gobiernos municipales. Llegué a una ranchería en la que 600 pacientes esperaban para ser intervenidos quirúrgicamente de cataratas, y entre 10 oftalmólogos improvisamos un quirófano, habilitamos tres camillas y operamos a las 600 personas en 10 días. Hubo quien, en América, le llamó a esa jornada de salud visual la operación milagro.

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