Ciudad de México. Una recreación del mural Gloriosa victoria de Diego Rivera, con pedazos de pintura recogidos en las calles, es presentada por el artista Franco Arocha (Guatemala, 1992) en la Galería Enrique Guerrero bajo el nombre Ruinas del futuro, exhibición que estará abierta hasta el 30 de octubre.
En entrevista con La Jornada, Arocha dice que se trata de “regresar el significado que tiene la obra, no sólo para mí, sino para Guatemala y México, así como mostrar las dudas de Rivera cuando la pintó en 1954, cuando Estados Unidos lanzó su ofensiva final contra el gobierno de Jacobo Árbenz, un militar que promovió una revolución social y económica en el medio rural guatemalteco tras años de explotación.
“Me di cuenta, al comentar mi idea de recrear el lienzo entre mis colegas y amigos, de que muy poca gente lo conoce, y es una de las piezas más importantes de Rivera, que hizo con una intención muy clara: mostrar hermandad con el pueblo guatemalteco.
Para él era muy relevante este aspecto, ya que su asistente Rina Lazo era guatemalteca y ella lo mantenía muy al tanto de lo que pasaba en ese país, así como sus amigos Luis Cardoza y Aragón y Miguel Ángel Asturias.
La pieza –continuó el artista guatemalteco– se encuentra ahora en el Museo Pushkin, en Rusia. Fue trasladada a México y a Guatemala por un periodo corto y regresó en 2009, desde entonces se ha expuesto un par de veces bajo la categoría de pintura moderna
, pero en la actualidad no está en exhibición en aquel recinto, sino en las bodegas, no aparece en la página web y no hay acceso al público.
Es una especie de censura y abandono de la historia, el mural ha pasado 50 años guardado. Decidí escribir un correo al museo, muy ingenuamente, exigiendo que se regresara esa pintura a Guatemala. Por supuesto, me ignoraron.
El pintor describe su reacción al conocer Gloriosa victoria: “fue impactante y revelador ver el paisaje de Guatemala pintado por alguien que no era de aquí. Me inspiró a querer ser artista y me consolidó como tal. Admiré la sensibilidad de Rivera por abordar nuestra historia y denunciar lo que estaba pasando.
“En 2017 estuve en una residencia en Los Ángeles que tenía que ver con Hollywood, allí entrevisté a un ex agente de la Interpol, que da consultoría a guionistas sobre cómo robar obras de arte. Entonces, planeamos hurtar Gloriosa victoria, nunca tuve la pretensión, pero era un juego pensarlo, creer en la posibilidad de obtenerla”, recordó.
“Siempre hablaba de apropiármelo, de recuperar el material de la pintura de la pared, pero aquí (en México) la gente siempre hablaba de robar, eso me gustó, dejar de ser muy apegado con el lenguaje, fue algo que cambió en el curso de mi obra. Robar la pintura de Rivera había sido la intención antes y lo vinculé con mi trabajo.
“Decidí recrear la pieza con mi técnica, con la intención de superar la materialidad de la pintura, pues considero que ya no es necesario que tengamos la obra original en físico. Es como traerla de vuelta. Me interesa mandar este mensaje, no con la idea del romanticismo que tiene el muralismo mexicano ante la historia, sino, más bien, proponer nuevas formas de politizar el lenguaje contemporáneo.
Cuando me mudé a México, hace cuatro años, me surgió la idea de que los objetos no pueden existir por sí solos. La pintura no sólo es pintura, sino tiene la posibilidad de politizar el paisaje y el material que lo conforma. Es como el muralismo popular que tiene una función muy específica, no sólo se trata de cubrir las paredes y protegerlas, sino es hablar sobre los mitos. De alguna forma, el mural entra dentro del diálogo con los monumentos. De eso que me percaté con esta obra.
¿Una pieza creada en 1954 es relevante en nuestro tiempo?, se pregunta Franco, quien resalta que la frontera entre Estados Unidos y Guatemala comienza en México, lo cual se refleja en la migración y las imposiciones del gobierno estadunidense por frenar el flujo. Necesitamos piezas y objetos que nos recuerden que entre nosotros no somos enemigos, esa era la intención de Rivera
.
A diferencia del muralista mexicano, Arocha colocó rostros casi en blanco, con la idea de que los políticos en la actualidad ya no son personajes relevantes. Asimismo, cambió el color de los plátanos, antes verdes y ahora maduros, para significar el paso del tiem-po, explicó.
Afirmó que han cambiado los nombres, escenarios, las técnicas de representar la historia; sin embargo, la esencia, las dudas filosóficas aún cobran relevancia y eso tiene que estar en nuestro discurso.
–¿Por qué la muestra se llama Ruinas del futuro?
–Fue un pensamiento que surgió durante la pandemia. Aproveché que no había nadie en las calles y podía salir a robar pintura tranquilo; jamás había visto vacía la Ciudad de México. Ver gente y de repente no verfue como presenciar ruinas; si en un futuro desaparecemos, ¿qué es lo que queremos que sobreviva? ¿cuáles serían nuestras ruinas?
La Galería Enrique Guerrero se ubica en la calle General Juan Cano 103, colonia San Miguel Chapultepec, primera sección. La entrada es libre de lunes a viernes de 10 a 19 horas, los sábados de 10 a 14 horas y cierra los domingos.