"Esta historia ya la esribí antes", reflexionó Robert Fisk en un artículo publicado en La Jornada el 24 de febrero de 2002. Se refería a la entonces reciente incursión militar de Estados Unidos en Afganistán en venganza por los atentados del 11 de septiembre del año anterior en Nueva York y Washington. Con esa agresión bélica el gobierno estadunidense inició un ciclo que terminó casi exactamente 20 años después -el mes pasado- y casi exactamente en el mismo punto en el que empezó con el Talibán controlando el país.
La Jornada reproduce hoy textos publicados originalmente hace dos décadas. Tal vez si George W. Bush hubiese leído a Edward W. Said o Tariq Ali habría comprendido la criminal futilidad de sus empeños bélicos en Afganistán e Irak. Si él y sus principales socios de guerra y negocios de seguridad y reconstrucción -Tony Blair y José María Aznar- se hubiesen tomado la molestia de consultar a Howard Zinn y Noam Chomsky, habrían caído en la cuenta de que Estados Unidos y Europa Occidental se enfilaban a perpetrar agresiones que contradecían las pregonadas esencias de Occidente.
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