Moscú. En unas elecciones diseñadas por el Kremlin para garantizar que la élite gobernante en Rusia maneje a su antojo el Legislativo –sin que nadie se atreva a cuestionar ninguna decisión del Ejecutivo y se aprueben todas sus iniciativas de ley–, el partido oficialista Rusia Unida (RU) tendrá de nuevo mayoría en la Duma o Cámara Baja del Parlamento ruso, cuya composición se renovó este domingo mediante una cita en las urnas que, en realidad, no dejó opciones al electorado.
Con el 20 por ciento de los votos escrutados, RU sacó 42.92 por ciento; el Partido Comunista, 23.04; el partido Liberal Democrático, 8.77; Rusia Justa, 7.14; y Gente Nueva, 6.87. El resto de los partidos, nueve, no suman ni 3 por ciento.
Después de una votación que duró tres días, oficialmente para prevenir contagios en tiempos de pandemia y, según los rusos que no creen en las nobles intenciones de sus autoridades, para alterar los resultados con mayor facilidad, la única duda que hay –y se podrá aclarar sólo este lunes, cuando concluya el conteo de votos: la mitad de los 450 por listas de partido que dan lugar al reparto proporcional de los escaños y la otra, por distritos de votación directa– no es el sabido triunfo de Rusia Unida, sino cuántos diputados tendrá.
De acuerdo con los sondeos de intención de voto RU podrá repetir la mayoría calificada de dos tercios del total (al menos 300 escaños), pero casi seguro con menos diputados que en la legislatura saliente cuando se quedó a cuatro curules de llegar a los 338, que representan tres cuartos de la composición de la Cámara Baja.
Y acaso también hay cierto interés por ver qué partidos –además de los dos seguros: Rusia Unida y el Partido Comunista– entrarán a la Duma: ¿los mismos, Rusia Justa y el Partido Liberal Democrático, o uno de los nuevos en su lugar, Gente Nueva, o además de ellos, como quinta bancada? Que sean cuatro o cinco fracciones no altera la influencia del Kremlin sobre el Legislativo, pero sí puede modificar el número de miembros de cada bancada.
La victoria de Rusia Unida se debe a varias razones: la primera es que –con distintos pretextos y maniobras que sólo pretenden encubrir lo que es la mayor represión de los años recientes– no se permitió la participación de aquellos que están en contra de la política de quienes ostentan el poder, prohibiendo el registro de candidatos de oposición, encarcelando a Aleksei Navalny y otros líderes, obligando al exilio a muchos políticos y activistas que piensan diferente.
En segundo lugar, resultó muy limitada la eficacia de la “votación inteligente”, propuesta en las redes sociales por los seguidores de Navalny, para apoyar en las urnas al candidato, de cualquier partido, con más posibilidades de vencer al del partido oficialista. En las grandes urbes se bloqueó el acceso a la web de sugerencias, en el resto del país muchos simplemente carecen de Internet. Si se confirma que Gente Nueva, considerado por la oposición criatura del Kremlin para quitar adeptos a la “votación inteligente”, querrá decir que el voto de castigo a RU no siempre siguió las recomendaciones del equipo de Navalny.
En tercer lugar, y derivado de los dos primeros motivos, también hubo gente que optó por no ir a votar, unos creyendo que no había alternativas reales y otros, convencidos de que su sufragio nada podría cambiar ante las trampas y ajustes que, lejos de Moscú y San Petersburgo, suelen inclinar la balanza en el interior del país a través de métodos como “embarazar urnas”, “votación en carrusel” y otros recursos poco dignos del arsenal de los operados políticos.
Esta vez, aparte de efectuar pagos extraordinarios a ciertas categorías de la población, organizar rifas de premios y entregar bonos de descuento por votar, se llegó al extremo de traer a Rusia en 12 trenes y casi 600 autobuses a habitantes de las regiones rebeldes de Ucrania que, ya con pasaporte ruso, sufragaron y… volvieron a su casa en el mismo transporte.
En cuarto lugar, ninguno de los partidos inscritos en las boletas tenía posibilidades de disputar el liderazgo a RU, aparte de que algunos sí pueden aspirar a ocupar curules en la Duma con un discurso que atrae a una limitada clientela fija, pero siempre acaban votando como más conviene a las autoridades, ya sea por amenazar a sus dirigentes con eventuales causas penales o por ofrecerles nuevas prebendas a cambio de su lealtad.
Es el caso de dos formaciones que, elección tras elección, sirven de simples comparsas, el desgastado Partido Comunista de Rusia, incluso incapaz de defender en esta ocasión a su candidato más popular a nivel federal, Pavel Grudinin, a quien se negó el registro con un pretexto absurdo, y el Partido Liberal Democrático, del ultranacionalista Vladimir Zhirinovsky, que siempre encuentra eco en un sector marginal de los inconformes.
En quinto lugar, ante el malestar de la sociedad por la sensible caída del nivel de vida, que se refleja en el más bajo porcentaje de preferencia electoral en favor del oficialismo, en torno a 30 por ciento en las encuestas autorizadas, se logró dispersar el voto de castigo en otras trece opciones.
Muchas de éstas son de reciente creación, según se comenta con el visto bueno y hasta financiamiento del Kremlin, tienen nombre parecido a los de partidos que ya existen o manejan un discurso que por momentos parece crítico, como el de Gente Nueva, pero se da por hecho que su bancada, si da la sorpresa y supera el 5 por ciento del voto que da acceso a la Cámara Baja, no votará diferente a como lo haga Rusia Unida.
A pesar de todo esto, la nueva Duma tendrá algunos diputados que, si los dejan ganar en distritos de votación directa –al menos es extraño, por ejemplo, que cuatro horas después del cierre de las casillas en Moscú aún no se hayan dado a conocer los resultados de la votación electrónica por Internet que comenzaron hace tres días y se deberían informar de inmediato–, podrían hacer oír su voz de desacuerdo desde la tribuna.
El partido Rusia Unida del presidente Putin retuvo una clara mayoría en el Parlamento, a pesar del apoyo descendente y acusaciones de fraude electoral. Vía Graphic News