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Llegamos a Avándaro, sin noción de la magnitud del suceso: Peace and Love

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Nos subimos al escenario y yo temblaba, cuenta el flautista. Foto Trilce Ediciones
12 de septiembre de 2021 10:09

Era muy de mañana cuando se estacionó el transporte que llevaría a los músicos al entonces poco conocido poblado llamado Avándaro. Ramón Bozzo Ochoa, baterista de la banda Peace and Love, cuenta: Nos citaron a las siete de la mañana del sábado 11 de septiembre. Íbamos solos en el autobús. Llegamos como a las 12 o una de la tarde porque, pasando Toluca, ya había mucha gente caminando; íbamos a vuelta de rueda. Al llegar a Avándaro, el camión ya no pudo pasar y nos dejó antes. De ahí, a caminar hasta donde estaba el escenario. Fue el inicio del periplo de la banda en Avándaro.

Ricardo Ochoa, voz y guitarra de la banda, recuerda: “Estábamos en Los Globos, llega Armando Molina y me dice que hay 30 mil pesos para una tocada en Avándaro. Me contó que se debían repartir entre los 10 grupos que él representaba, Three Souls, Bandido, Tinta Blanca, El Ritual y nosotros, entre otros. Le pregunté sobre el transporte, hospedaje, comida, ‘Yo me encargo de eso’, respondió.

“Fuimos sin saber la magnitud (creo que nadie la conocía) de lo que iba a pasar. Cuando llegamos al lugar dijimos ‘¿Qué está pasando? es algo insólito’. Ya se hablaba de 30 mil asistentes. Nunca habíamos visto esa cantidad junta. Y seguían llegando; nosotros íbamos muy emocionados viendo esa energía asombrosa. Era la emoción más increíble en mi vida y algo tan nuevo: todo era paz y amor.

Había hotel. Yo nunca lo vi, nunca me interesó. Quería andar caminando entre los chavos, impregnarme de esa energía tan positiva con mi chava agarrada de la mano y siempre pisanlov, pisanlov donde quiera que voltearas. Esa era la vibra, mágica. A la hora de la rifa de los horarios para tocar, Armando Molina me dice: ‘Tenemos que ir al hotel para que saques el boletito. ‘¿Sabes qué?, sácalo, tú; yo de aquí no me muevo’, le contesté. La armonía, la cuestión espiritual para mí era lo más importante. La estaba viviendo allí y estuve entre la multitud todo el sábado.

El nuevo día empezaba y ya habían tocado Los Dug Dugs, El Epílogo, La División del Norte, Tequila. El turno era para Peace and Love.

Habla Bozzo: “Cuando subimos al escenario, entramos retomando Sacrificio del alma, de Carlos Santana, para que la gente hiciera el coro de ‘oooooh… oooooh…’ y le agregábamos ‘oooooh, pisanlov, pisanlov…’”

Ricardo añade: “Empezamos a tocar Memoria para los pirados, dedicada a Morrison, Hendrix y Janis, y cuando empecé a tocar la flauta, yo temblaba. Después, creo, interpretamos el Tema de Peace&Love. Eso sí, cuando llegamos a We got the power, fue –olvídate– lo más maravilloso que he sentido en la vida. Yo estaba arriba del escenario como loco. Ese tipo de emociones tan intensas te motivan, y con Mariguana fue el acabose. Lo de la mentada de madre lo hice, como siempre, para motivar. Abajo siguió la fiesta, yo estaba exhausto y nos quedamos a dormir en la casa de campaña”.

El Trisouls y otros grupos

Three Souls in my Mind iba a cumplir tres años y para la ocasión estaba integrado por Ernesto de León, guitarra; Alejandro Lora, voz y guitarra; Carlos Hauptvogel, batería, y Roberto Oso Milchorena en el bajo. Por nosotros pasó un autobús en el Monumento a la Revolución. Salimos el viernes (10 de septiembre) en la mañana. Cuando llegamos, instalamos nuestro equipo, y vámonos al hotel. Había habitaciones y todo, cuenta el bajista, quien ya había tocado con Los Shakes, Factory, los Hermanos Carrión y La Máquina del Sonido y participó en la obra Hair, allá en Acapulco. Cuando llegué a Three Souls ya tenía camino recorrido y también nombre, comenta.

En tanto, con Armando Molina, aparte de lo de La máquina del sonido, veníamos de ser compañeros en la primaria en el Instituto México, ahí nació nuestra amistad Apunta, Milchorena.

Cuando lo de Avándaro, me habló personalmente y, sin temor a equivocarme, fui la primera persona a quien le dijo lo que Luis de Llano quería que hiciera. Milchorena añade: “Me preguntó sobre la posibilidad de participar y me ofreció... no me acuerdo si eran 3 mil o 5 mil pesos. Aparte, todos los gastos. ‘Va a ser al aire libre y existe la posibilidad de que se junten como cinco mil personas, porque es el preludio a la carrera de autos. El festival se llama Rock y Ruedas.’ Ante esto, inmediatamente le dije que sí, sin el conocimiento de los demás; cuando llegué al ensayo, ya fue otro boleto convencerlos.

“Pero todos estábamos emocionados porque iba a ser un concierto al aire libre. ¡Uta, cinco mil chavos! En ese entonces no tocábamos para cinco mil chavos y Three Soul tocaba en hoyos grandes, pero no había para cinco mil. Y no nada más Three Souls; también tocaban allí, el Peace and Love, Tinta Blanca, Dug Dugs. Todos vivíamos del hoyo fonky. Tocabas cuatro, cinco hoyos el fin de semana.

“Al llegar a Avándaro, me quedé en el escenario con todos los instrumentos de varios grupos y los empezamos a montar. Ya conectados, empezamos a palomear. Cuando amanece, el sábado, me voy a dormir un rato al hotel, llego (podías pedir comida) y ordené dos bohemias y un filete con papas. Me metí a bañar; me trajeron mi filete y mis dos cervezas y cuando me lo estaba comiendo, oí que tocaron la puerta…

–¿Sabes qué?… agarra tus cosas y vámonos para afuera.

–¿Cómo que vámonos para afuera?’

–Sí. El hotel acaba de cancelar todas las reservaciones’.

“Salgo y con la primera persona que me topo fue Ella Laboriel, y me pregunta ‘¿qué tienes, Osito?’ ‘No mamen, nos acaban de correr del hotel y yo no he dormido –le respondo.

–Pues, ponte de buen humor porque ya son héroes.

–¿Cómo que somos héroes?

–Escucha el murmullo de la gente, ya hay más de 10 mil’.

“Me dirigí a la tarima. Estaban Luis de Llano, López Negrete, Armando Molina y no me acuerdo quién más, viendo qué se iba a hacer por la cuestión del hotel. Ahí se sacaron de la manga poner una carpa en todo lo que era la parte de atrás del escenario, una lona inmensa. Y me dijeron ‘ahí, tú organiza’. Pasé la noche tratando de organizar todo, junto con el papá de Armando Molina.

“Recuerdo que estando con él me dijo ‘¿no traes mota?’ Le dije que no. Se me quedó viendo el papá de Armando y me preguntó: ‘¿Qué, tú fumas esa porquería, Roberto?

–Bueno, don Armando, de vez en cuando.

–¿Y Armando fuma?

–No sé, le contesté.’

Me salté que en el sorteo para los horarios, yo saqué sel 12. Cuando llegaron los muchachos del grupo y se enteraron de que íbamos a cerrar el festival, no les hizo ninguna gracia. No sabíamos que cerrar el festival iba a ser lo que tendría más relevancia.

–¿Por qué?

–Porque cuando Three Souls sube a la tarima y vimos ese putazo de gente con la luz de la mañana, dijimos: ‘¡No mamen! ¿qué es esto?’ Nosotros fuimos los que nos dimos cuenta perfectamente cómo estaba la cosa. El chinguero de gente. Y a tocar. No respetamos las normas de tocar canciones originales. A nosotros nos valió madre y abrimos con Street Fighting Man de Rolling Stones.

Acabamos de tocar y al camión; ya nos estaba esperando. Regresamos hasta el mismo Monumento a la Revolución. En el trayecto volvimos a darnos cuenta de la gran cantidad de gente que había, y después de unos días, del suceso donde habíamos estado.

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