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Fonoteca, palabras y música/ Elena Poniatowska

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Fachada de la Fonoteca Nacional, ubicada en Francisco Sosa 383, en Coyoacán. Foto tomada de la página oficial de la institución
12 de septiembre de 2021 09:32

Ciudad de México. Pavel Granados es fácil de querer. Portador de buenas noticias, sonriente, bien informado y excelente conversador, siempre está dispuesto a ayudar. Quienes trabajan bajo su dirección en la Fototeca Nacional están contentos en la casa de Cortés, en la que murió Octavio Paz, en la calle Francisco Sosa, en Coyoacán. Personalmente, me impresiona porque recuerdo que Monsiváis y yo pasamos la última noche de Año Nuevo con él, apenas cuatro meses antes de su muerte. Fue una noche triste, Monsi se despidió apenas dieron las 12 y me vine cabizbaja a mi casa.

–Aunque la casa en Francisco Sosa número 383 es muy antigua, afecta mucho a visitantes que amaron al gran poeta, a quien después se le quemó su departamento en la calle de Guadalquivir. Por suerte se salvaron los libros de su abuelo. Una placa lo recuerda, pero no brinda ningún consuelo.

–Pavel, ¿tú escogiste la casa?

–Desde 2005, empezamos a buscar un lugar para la Fonoteca Nacional; finalmente, dimos con esa mansión del siglo XVIII en la que José Rogelio Álvarez hizo la Enciclopedia de México. También en esa casa vivió Zelia Nuttal, arqueóloga, quien a su vez hospedó a DH Lawrence.

“Al dejar de ser la Fundación Octavio Paz se convirtió en la Fonoteca Nacional. Aquí conservamos todos los audios; nos emociona saber que ahí está la voz de Paz, porque la familia de Francisco Tario llevó unos discos de los años 40. Francisco Tario fue de los primeros en comprar un aparato para grabar discos. Tocaba el piano; adaptó Drácula con sus amigos e hizo una radionovela. En nuestro disco hablan el propio Tario, Octavio Paz, canta Elena Garro y José Luis Martínez. Es un disco muy antiguo, con voces ya muy fantasmales, pero alcanzan a escucharse.

“Carlos Monsiváis regaló su colección de 5 mil discos. Conservó a María Victoria, Daniel Santos, María Luisa Landín y muchos discos de gospel. Monsi era muy afinado. Una vez, Lola Beltrán lo invitó a cantar en la tele pero a la mera hora le dio pena. También tenemos guardados casets de tus entrevistas; se pueden escuchar, aunque los documentos sonoros son mucho más frágiles que los libros.

“Lo que más conservamos son cintas de carrete abierto con programas de radio. Contamos con un Códice Nuttal que estudió Alfonso Caso, así llamado porque una científica de apellido Nuttal lo descubrió.”

–¿La Fonoteca fue casa de Pedro de Alvarado, a quien todos odiaron?

–Sí, Pedro de Alvarado fue el conquistador más sanguinario de todos. Salvador Novo vivió enfrente y decía que era una leyenda, que no hubo tal maldad. También aquí vivió el rey Carol de Rumania con su amante, madame Lupesco; a media calle vivió El Indio Fernández, y casi en la esquina Dolores del Río con Lou Riley. Como ves, ocupamos un lugar de primer nivel en cuanto a la historia de Coyoacán y creo que Novo estaría encantado con nosotros.

–¿La Fonoteca está muy protegida?

–Es un lugar que no se inunda en el que pudieron hacerse unas bóvedas. Varios pararrayos protegen al edificio. Atrás de la casa disfrutamos de un jardín de casi 3 mil metros de extensión. Una familia Miller trajo hace años plantas de varias partes del mundo. También contamos con un magnífico edificio de preservación que tiene dos pisos de bóvedas que conservan 600 mil documentos. No son de la Fonoteca, pertenecen a varios coleccionistas que pidieron que los cuidáramos

–¿Es muy difícil conservar un documento sonoro?

–Sí, porque puede desestabilizarse si cambia de temperatura. Las cintas no pueden variar de temperatura porque se resecan. En nuestra bóveda, conservamos 600 mil documentos que tienen que conservar la misma temperatura, 18 grados. Hacemos la lectura de la temperatura tres veces al día. La Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura ha señalado al mundo entero que las cintas son los documentos más frágiles. Vivimos en alerta. Atesoramos la voz de Salvador Novo, quien habló en el Museo de la Ciudad de México en los años 70, y otras voces como la de Miguel Capistrán, un intelectual de primera.

–Pavel, a Miguel Capistrán nunca se le hizo justicia.

–Tienes razón, Capistrán hizo mucho por la cultura y, como era tan modesto, lo maltrataron y le faltó reconocimiento. Miguel Ángel Granados Chapa lo propuso a la Academia Mexicana de la Lengua; murió una semana antes de tomar posesión, pero ahora la Academia le hizo un libro. Capistrán perdió su archivo en el terremoto de 2019. Hace tres años descubrimos a Xavier Villaurrutia en un documento de los años 30 y ahora tenemos 39 segundos de su voz. Capistrán habría disfrutado muchísimo escucharlo. Hace poco encontramos la voz del padre Ángel María Garibay, una polémica de la Liga Leninista-Espartaco con José Revueltas, quien discute con Eduardo Lizalde y Enrique González Rojo.

“Desde hace apenas 40 años se reconoce el valor histórico de los documentos sonoros, y me da tristeza no haberlo hecho antes, aunque tenemos las colecciones de la XELA y de la XEW. Es muy caro guardar esos acervos por las bóvedas especializadas con expertos dedicados a monitorear la temperatura de discos compactos. Varios ingenieros me contaron que la XEW, a principios de los años 70, echó a la basura sus primeros años. Ahora conservamos todo lo de la XEW: radionovelas, concursos; en total, 150 mil cintas digitalizadas. Nos faltan 80 años de trabajo, si pretendemos descubrir todo lo que hay en la Fonoteca Nacional. Por lo pronto oímos a Jorge Ibargüengoitia además de la voz de los Constitucionalistas de 1917, que ya restauramos. También contamos con los zapatistas originales entrevistados por Ramón Aupart. Por ellos sabemos cómo fue la emboscada en Chinameca.

“En la Fonoteca descubrí a un personaje a quien le debemos un homenaje: El Bachiller Álvaro Gálvez y Fuentes, quien salió a la calle con una máquina portátil a entrevistar a El Indio Fernández, a Diego Rivera cantando, a Gonzalo Curiel, a Silvia Pinal y a Emilio Tuero; grabó su visita a la Castañeda; subió a las torres de Notre Dame y grabó sus campanas; entrevistó a los usuarios del Metro de Nueva York. Su programa Donde menos lo espere causó sensación. Ese periodismo sonoro es único y El Bachiller es el padre del periodismo sonoro y de la telesecundaria. Puso a los medios de comunicación al servicio de la educación.”

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