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La dictadura mostró a Diamela Eltit que “la escritura no es inocente”

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A finales de agosto se anunció que Eltit resultó ganadora del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2021, el cual le será entregado el 27 de noviembre en la inauguración de la feria de Guadalajara. Foto Cultura UNAM / Barry Domínguez
06 de septiembre de 2021 08:41

Ciudad de México. La escritura no es inocente y debe manejarse con mucho cuidado, sostiene la narradora chilena Diamela Eltit (Santiago de Chile, 1949), quien este lunes recibirá en el Palacio de Bellas Artes el Premio Internacional Carlos Fuentes a la Creación Literaria 2020, que le fue otorgado en abril por la Secretaría de Cultura (SC) federal y la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

A finales de agosto le llegó otra buena nueva de estas tierras, al ser declarada ganadora del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2021, que le será entregado el 27 de noviembre en la inauguración de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara 2021.

“Ha sido muy emocionante ser distinguida con ambos premios –señala en entrevista con La Jornada. Pero lo que me sorprende y me resulta apasionante es que esos libros viajaron solos, sin que yo estuviese con ellos al lado. Es extraordinario cómo pudieron llegar a lectores y dialogar con ellos; son autónomos, especialmente de mí misma.”

La escritora vivió en México en los albores de los años 90, como agregada cultural de la embajada chilena, luego del restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre ambas naciones tras la dictadura de Augusto Pinochet.

Tengo un átomo mexicano, porque fue extraordinario e importante pasar de una realidad muy sombría, dramática y destructiva, a un lugar donde estaban los canales abiertos. Por otro lado, me fascinaron los pueblos originarios, sus lenguas y culturas vivas, eso fue valioso para mí, me fascinó la intelectualidad mexicana, refiere Diamela Eltit, quien recuerda con afecto que colaboró en las páginas de este periódico en aquellos años.

–¿Cuáles son las motivaciones de su literatura y qué tanto han cambiado desde el comienzo de su carrera?

–A muchos les cuesta llegar al punto de realización personal sobre lo que quieren, yo tuve siempre claro que mi tema era lo literario. Primero, fue como lectora muy intensa desde la infancia y, por tanto, supe lo que quería hacer: estudiar literatura y escribir en algún momento. La literatura no tiene que ver con intereses personales o con determinados impulsos, sino que es un trabajo.

“Empecé a escribir y cada libro necesita su propia escritura. Ha sido complejo e interesante pensar desde el primer libro hasta el de ahora. Cada vez que me propongo la escritura de una novela recorro el mismo territorio; nada me da garantías para escribir, sigo igualmente en un momento de incertidumbre e inseguridad; además, soy muy autocrítica.

Estoy muy dedicada a la literatura. No me interesan la agencia ni las carreras literarias. La literatura es para mí un lugar sin carreras; lo único es escribir ese próximo libro dentro de la incertidumbre. Lo que nunca quise fue hacer de la literatura un espacio burocrático, por eso he trabajado toda mi vida asalariadamente. La veo como un espacio de libertad, muy fuera de jerarquías.

Contexto, fondo y forma

–¿Determinó la forma y el fondo de su obra haber vivido en la dictadura?

–Una no era ajena a su contexto, pese a que de todas maneras venía yo con la marca literaria, por estudios, decisiones, lecturas. Tal vez como la dictadura fue un hecho de la máxima represión, con miles de vidas cortadas, con categorías nuevas en nuestro escenario –como la de tener desaparecidos, donde hasta hoy gente vive muerta–, el lenguaje se hace más urgente, más polémico, más cuidadoso, porque cualquier frase podría mostrar en el lugar que uno está, y son sitios vigilados.

“El lenguaje se hace entonces más central. Eso me permitió ver que la escritura no es inocente y que debe manejarse con mucho cuidado. Para mí, el sentido más importante de lo literario es trabajar la poética. Allí ha sido muy importante también Juan Rulfo, con Pedro Páramo.”

–¿Permea en su quehacer su postura ideológica de izquierda y su feminismo?

–Soy de izquierda y he pensado y trabajado la simetría de género desde hace décadas. Eso está, lo tengo ahora. En lo literario uno debe permitir que ese universo se autonomice. Cuando se genera un personaje hay que dejarlo que circule con toda su ambigüedad; hay que desatarse de ideologías rígidas. Entonces, he dejado que transcurra todo; todos somos paradójicos, complejos; he dejado que la complejidad siga su curso al interior del texto.

–¿Ha valido la pena dedicar su vida al apostolado de la literatura?

–El hacer literario es un espacio de libertad. No vino la escritura a la Tierra para que la gente escribiera literatura, no vino para consolidar acuerdos especialmente de índole burocrática y económica. La literatura sigue siendo, especialmente ahora con los sucesos sociales y políticos, un campo minoritario.

Ha sido estimulante y me alegra haber participado de ese espacio donde uno se libera de su propia vida también, ésa que uno tiene más determinada por lo que debe hacer, la vida asalariada. Estoy muy feliz de haber podido escribir, no para los demás, sino de haber podido fugarme de la burocracia que nos ha sido asignada.

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