Edipsos. Cerca de 900 bomberos griegos y extranjeros están "tomando lentamente el control" este miércoles del incendio de la isla griega de Eubea, que lleva nueve días ardiendo, y redoblan esfuerzos para atajar un preocupante foco en la península del Peloponeso.
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"Pienso que podemos decir" que estamos "tomando lentamente el control del frente de los incendios" en Eubea, dijo a la televisión ERT Yiannis Kontzias, alcalde de Istiea, una ciudad de 7 mil habitantes ubicada en el norte de la isla.
"Ayer vimos la luz del sol por primera vez en días", agregó, refiriéndose a las enormes nubes de humo que cubren esta isla montañosa y boscosa, situada a 200 km al noreste de Atenas.
En cambio, la situación era más preocupante en una parte de la península del Peloponeso, rica en densos bosques y profundos barrancos, lo que preocupaba a bomberos y autoridades.
Según Christos Lambropoulos, vicegobernador de la región de Arcadia situada en el Peloponeso, los socorristas están concentrando sus esfuerzos en evitar que el fuego llegue al monte Ménalo, coronado por un espeso bosque.
Pueblos evacuados
En la región de Gortynía, una veintena de pueblos fueron evacuados ante el avance de las llamas.
En el conjunto de la región, unos 580 bomberos, entre ellos un centenar de franceses y medio centenar de alemanes, combaten día y noche contra el fuego, equipados con 181 vehículos.
Ante la magnitud de la catástrofe, que empezó el 27 de julio, numerosos países, sobre todo de la Unión Europea, enviaron a Grecia más de mil 200 efectivos de refuerzo, vehículos y material.
Tres personas han muerto en estos fuegos que han arrasado ya más de 90 mil hectáreas, según el Sistema Europeo de Información sobre Incendios Forestales (EFFIS), y que han forzado a miles de habitantes de varias regiones a abandonar sus hogares.
En solo ocho días, se han registrado 586 incendios forestales en Grecia, provocados por la peor ola de calor en tres décadas en un país mediterráneo acostumbrado, no obstante, a las altas temperaturas estivales, según el viceministro de Protección Civil, Nikos Hardalias.
"Cuando llegamos [...] tuvimos la impresión de que toda Grecia estaba ardiendo", indicó Nicolas Faure, un bombero francés enviado como refuerzo. El coronel Frédéric Gosse, también desplegado, lamentó que un "cóctel maldito" haya provocado tantos incendios: "temperaturas muy superiores a los 40 ºC, varios meses sin lluvias y vientos violentos".
Los expertos relacionan inequívocamente la canícula con el cambio climático. un informe preliminar de la ONU, que la AFP pudo consultar, califica la región mediterránea de "punto caliente del cambio climático".
Frente a esta "catástrofe natural de proporciones sin precedentes", el primer ministro, Kyriakos Mitsotakis, anunció una ayuda de 500 millones de euros (585 millones de dólares).
Ira
Pero esto no impidió que la ira se apoderara de responsables políticos y de los habitantes, que se se sienten abandonados a su suerte.
Cada vez se escuchan más voces que reclaman la dimisión de los altos funcionarios responsables de los servicios de rescate que, en junio, aseguraban que el país estaba preparado para enfrentar la lacra del fuego.
Kyriakos Mitsotakis incluso pidió perdón a los griegos por los "posibles errores" cometidos por las autoridades, mientras la población se ha movilizado para recolectar ropa y enviar víveres a las víctimas.
Además de la destrucción de centenares de viviendas y de hectáreas de bosque, la economía de Eubea también se ha visto fuertemente castigada.
"Perdimos el mes de agosto, que habría asegurado a la gente para el año que viene. (...) El turismo local se destruyó, la mayoría (de los visitantes) se fueron", lamentó el alcalde de Istiea, Yiannis Kontzias.
"Los daños son enormes, y el desastre medioambiental tendrá repercusiones económicas durante décadas", advirtió.
Derrotados e impotentes, los habitantes constataban la magnitud de los daños.
"Sentí la amenaza, hui para salvarme", contó Rita, de 65 años y con su automóvil lleno de bolsas.
Su casa, en la aldea de Kastri, se incendió en parte. "La vida estaba aquí. Ya no me quedan lágrimas", comentó la jubilada, tras regresar por primera vez a su vivienda para recoger algunos efectos personales. Al fondo, el humo seguía emanando de la tierra quemada.