Ciudad de México. El sistema bancario mexicano está adecuadamente capitalizado y ha sido relativamente resistente a la crisis por la pandemia de Covid-19; sin embargo, se espera que la rentabilidad del sector siga presionada debido al bajo crecimiento crediticio y al estrés en la calidad de los activos, reportó la calificadora de riesgo Fitch Ratings.
Consideró que “las limitadas medidas fiscales para respaldar a empresas e individuos” afectarán la calidad de los activos en el sistema financiero del país; agregó que, si bien la movilidad continúa por debajo de los niveles previos a la pandemia, se espera que las presiones en este año sean menores que las de 2020.
Agregó que, dado el rebote económico de este año y la baja inclusión financiera que hay en el México, las operaciones de crédito tienen espacio para aumentar. La calificadora estima que la economía mexicana crezca 5.3 por ciento en 2021, insuficiente para compensar la contracción económica de 8.3 por ciento, registrada el año pasado.
Fitch consideró que las iniciativas legislativas “poco ortodoxas”, como los topes a las tasas de interés o los recortes adicionales en tarifas y comisiones, “aumentan la incertidumbre para los inversionistas”; y en caso de avalarse podrían tener un efecto negativo adicional sobre la rentabilidad bancaria y desalentar el crecimiento del crédito.
Aunque reconoció que tanto la anterior, como la iniciativa de que el Banco de México compre el exceso de moneda extranjera en efectivo, son iniciativas con poca posibilidad de aprobarse, recalcó que son riesgos para un sistema bancario que hasta ahora no ha replicado la crisis desatada por la pandemia de Covid-19.
Reconoció, por otro lado, como un factor positivo, la reforma de varias leyes de préstamos de nómina, que mejorarán la transparencia entre todos los participantes del mercado, brindarán protección al deudor y un marco regulatorio más claro.
En un reporte sobre América Latina, Fitch generalizó que los riesgos políticos y sociales en la región podrían presionar y retrasar la recuperación económica y la estabilización de los entornos operativos de los sistemas bancarios latinoamericanos; aunque, reconoció, la rentabilidad y la calidad de los activos han sido resistentes a presiones políticas y sociales durante la última década.