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Tokio 2020, los atípicos y pandémicos Juegos Olímpicos

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Fuegos artificiales durante la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Foto Ap
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Ap
07 de agosto de 2021 13:27

Tokio. ¿Fueron acaso los Juegos Olímpicos más extraños de la historia, realizados durante una pandemia letal y sin aficionados en las tribunas? O tal vez fueron lo que mayor oposición enfrentaron, gracias a las multitudinarias protestas de un importante sector de la población local.

Tal vez sean los más inquietantes gracias al miedo a las nuevas variantes de coronavirus y al incremento de infecciones en Japón — que en buena medida se han ausentado de la “burbuja” olímpica durante dos semanas de competencias. Fueron, quizá los de mayor unidad entre sus deportistas en los momentos de mayor tensión.

Se promovieron, mucho antes de la llegada de la pandemia, como un símbolo de la recuperación de Japón luego de un devastador tsunami y un subsecuente accidente nuclear en 2011. La retórica tiende a enfocarse ahora en su conexión con un mundo que lucha por vencer al coronavirus.

¿Pero eso en realidad funciona en un país en donde miles de personas enferman a diario, ya no se diga en otras naciones mucho más afectadas que enviaron a sus deportistas a Tokio? Muchos aquí — aunque orgullosos de que Japón esté a un paso de completar lo que la mayoría creía que era imposible o, en ciertos sectores, inadmisible — aún creen que al país se le obligó a organizar la justa y que el costo real está por llegar, posiblemente con la pérdida de vidas.

Otros simplemente están aliviados de que la competencia esté por finalizar. Y un gran número incluso disfrutó de la justa, gozando de las competencias, de la sorpresiva cosecha de medallas de Japón y de la manera hospitalaria en que se recibió al mundo en momentos de enfermedad, miedo e incertidumbre.

A través de decenas de entrevistas realizadas antes y durante los Juegos Pandémicos, The Associated Press dio un vistazo a lo que los japoneses creen que significó esta justa.

¿Representan a una nación de 126 millones? Desde luego que no. Pero conocer la forma de pensar de algunas personas que vivieron la justa ofrece la oportunidad de analizar, a veces de manera sorpresiva, el discurso del gobierno y del COI que enfatizó la armonía y la revitalización, y acercarse un poco más al verdadero sentir de la nación sede.

El comienzo

Todo inició con una ceremonia de inauguración en un estadio vacío, con momentos de tanto silencio que se podían escuchar los gritos de los manifestantes afuera del inmueble. Muchos residentes vieron con sentimientos encontrados, por decir lo menos, aislados de la justa por unos organizadores que intentaron impedir que los visitantes olímpicos interactuasen con el público, obligados a modificar sus vidas durante una oleada sin precedente de infecciones y un nuevo estado de emergencia.

Muchos estaban en contra, y esa sensación persistió. Pero también había ciertos matices, el deseo de presentar el mejor rostro del país ahora que lo inevitable estaba ocurriendo, y la noción de que este espectáculo podría fungir como un tranquilizante.

“Me emociono y se me salen las lágrimas viendo la televisión, porque incluso durante la pandemia, los Juegos Olímpicos continúan”, dijo Riza Nagumo, un ama de casa de 53 años. “Oraba porque estos Olímpicos fueran un evento exitoso que sanara al mundo”.

En una usualmente agitada esquina del distrito Shibuya de Tokio, las pantallas gigantes que a menudo transmiten campañas publicitarias estaban apagadas. Muchos restaurantes y bares estaban cerrados, al igual que otros establecimientos a lo largo y ancho del país debido al incremento de infecciones.

“Todos pasamos por esto”, dijo Harumi Wada, residente de Tokio. “Pero organizar los Juegos Olímpicos a pesar de todo, siendo que hay una discordancia, y creo que aumenta la desconfianza hacia el gobierno”.

La familia

A pesar de las interrupciones, demoras y disputas por los juegos, la prohibición de espectadores y concentraciones resultó ser un inesperado impulso para muchas familias.

Si bien es cierto que algunos bares y restaurantes siguieron recibiendo a comensales que desafiaban las restricciones, muchos de los japoneses se quedaron en casa con sus familias, y estaban encantados de tener la excusa para hacerlo.

“A menudo estamos muy ocupados con nuestra vida diaria para pasar tiempo de calidad en familia”, dijo Ikuko Tozuka, de 53 años y quien se reunió con su esposo y sus dos hijas adultas frente al televisor en Oiso, al oeste de Tokio, para ver los Juegos. "Me alegra mucho de que estos Juegos nos hayan dado la oportunidad de estar juntos.

Hiroshi, el padre de 58 años, incluso compró una nueva televisión para ver los Juegos con su familia.

“De hecho fue algo bueno que esta pandemia de Covid-19 nos forzara como familia a estar más unidos y a ver los Juegos de esta forma”, dijo Yu, su hija de 26 años.

Los manifestantes

A lo largo de la justa, pequeños grupos de manifestantes se reunieron para darle voz a lo que la mayor parte de los japoneses pensaban pero se negaban a decir. Pedían a gritos “Cancelen los Olímpicos”. Portaban pancartas con leyendas “No a los Olímpicos — Usen ese dinero para el COVID-19" y “¿Son más importantes que la vida humana?”

¿Estas manifestaciones públicas eran representativas de todo un país? Es complicado. Muchos señalaron en encuestas que estaban muy en contra de la justa; un número desconocido pudo haber asumido en silencio una postura de esperar a ver qué sucede y con la esperanza de que ocurriera lo mejor.

En entrevistas realizadas por AP a lo largo de los meses entre el aplazamiento y el inicio de la justa, se podía encontrar una sensación de resentimiento por el hecho de que el gobierno continuó con la organización en parte debido a la presión del COI, que enfrentaba una pérdida de miles de millones de dólares en ingresos por derechos de televisión. También existía el miedo de que los Olímpicos propagaran nuevas variantes del coronavirus. El principal asesor médico del gobierno dijo que era “anormal” organizar la justa durante una pandemia.

“No es ético proceder con un evento tan grande, en el que más de diez mil deportistas vendrán a Tokio, todos a una misma zona”, dijo Masa Yamagata, residente de la capital. “Ni siquiera podemos disfrutarlo. No podemos celebrarlo”.

Pasado y presente

Además del descontento y el temor, esta justa veraniega tuvo el elemento nostálgico para algunos japoneses que recordaban los Juegos de 1964, cuando Japón celebraba su reconstrucción después de la guerra y los turbulentos años subsecuentes.

Algunos sintieron remordimiento — una sensación de lo que pudo ser — porque esta justa sería mucho más limitada que la última realizada en Tokio.

También hubo gratitud. Gracias a estos Juegos, Seiichi Kuroki, de 55 años, estrechó su relación con su padre, Masatoshi Kuroki, de 85 años, después de que hablaron de la participación de Masatoshi fue comisario en la ceremonia de inauguración de 1964.

“Estoy muy agradecida con eso”, dijo Kuroki. “Se pone muy contento cuando le pregunto qué hacia en esos Juegos, porque ese es su legado”.

Sin embargo, también hubo algo de tristeza para Takemasa Taguchi, de 83 años que recordó el ambiente en torno a la justa de 1964.

“Me pone triste esta situación”, dijo. “Esperaba que pudiéramos celebrar y bailar con personas de todo el mundo”.

Cambio Social

Algunos esperaban que la justa veraniega pudiera generar un cambio en la sociedad japonesa, en la que las minorías aún son discriminadas. Pocos sentían que los Juegos resolverían todos los problemas sociales de Japón. Pero con los ojos del mundo sobre ellos, algunas personas vieron algo de progreso en estos temas.

Antes de los Olímpicos, Makoto Kikuchi, una boxeadora profesional de 34 años se declaró abiertamente lesbiana.

“Al dar a conocer mi situación y convertirme en un deportista abiertamente homosexual, esperaba ser lo más útil posible para aquellos que se sienten solos", comentó.

Tokio 2020 incluyó a 179 deportistas abiertamente homosexuales, lesbianas, bisexuales, transgénero o no binarios, según Outsport.com. Es más del triple del número de participantes en Río 2016.

A pesar de que los matrimonios entre personas del mismo género no tienen reconocimiento legal en Japón, Fumino Sugiyama, activista transgénero y exintegrante del equipo nacional de esgrima de Japón, asegura que el apoyo a la diversidad sexual ha ido creciendo lentamente.

“Realmente es grandioso que finalmente se haya trazado un camino para que los deportistas puedan competir siendo ellos mismos”, dijo.

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