Moscú. Rusia confirmó que prestará asistencia militar a Tayikistán en caso de que sufra una agresión desde Afganistán, mientras el canciller Serguei Lavrov se reunió en la capital rusa este viernes con una delegación del movimiento talibán para tratar de obtener garantías de que ningún grupo armado cruzará esa frontera ni usarán la ruta del norte para mover los narcóticos, que representan parte mayoritaria de los ingresos del grupo radical.
"Los acontecimientos en Afganistán nos preocupan exclusivamente desde el punto de vista de que los problemas no se extiendan a los países vecinos”, explicó Lavrov a la prensa y, para no estropear su negociación con el talibán, agregó: “Mientras esto ocurra en territorio afgano no tomaremos ninguna medida salvo repetir nuestros llamamientos insistentes a iniciar cuanto antes el proceso político apoyado por todos los afganos".
Los expertos locales se muestran escépticos respecto a que la negociación concluya con éxito y la mayoría coinciden en que son muy difíciles de cumplir los compromisos que asumen los representantes del Talibán por su heterogénea composición, intereses encontrados y ánimos de revancha en la región de Asia central de grupos de islamitas radicales, muchos formados por ex combatientes del Estado Islámico en Siria que ansían retornar como “triunfadores” a sus países de origen.
Según algunas versiones, el Talibán controla ya 85 por ciento de Afganistán y, de acuerdo con otras fuentes, domina en 195 distritos frente a los 74 que todavía mantiene el ejército afgano; en el resto del país, combaten sin cesar las fuerzas leales al gobierno de Kabul y sus adversarios.
En el norte afgano, en los días recientes, más de mil 500 militares solicitaron asilo en Tayikistán, la república ex soviética que tiene la más extensa frontera con Afganistán, huyendo de la ofensiva del talibán.
El gobierno tayiko de Emomali Rajmon solicitó el apoyo militar de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC, que encabeza Rusia con cinco países del espacio postsoviético), tras admitir que carece de recursos para impedir una eventual invasión desde el sur.
De los cuatro miembros de la OTSC que quedan, excluyendo Tayikistán, sólo el centroasiático Kirguistán podría participar de manera simbólica en una eventual operación conjunta, posibilidad que los observadores consideran inviables para Armenia, Bielorrusia y Kazajstán, por lo cual el ejército ruso se vio obligado a asumir la mayor carga de la ayuda militar solicitada por los tayikos, por lo pronto desde su base militar en la frontera con Afganistán.
Con la retirada adelantada de Estados Unidos y sus aliados, tras 20 años de fracaso al no poder terminar la guerra en Afganistán, Rusia –que también tuvo una larga experiencia traumática ahí– percibe que el avance Talibán, que parece incontenible si el ejército afgano se queda sin apoyos castrenses externos, representa una seria amenaza para su flanco meridional y busca a toda costa evitar la trampa de verse involucrado en una nueva guerra interminable.
Por este motivo, no es la primera vez que Moscú acepta recibir en su casa y negociar con una delegación de una organización, el talibán, que el gobierno ruso califica de “terrorista” y que la ley prohíbe a cualquier ciudadano, bajo el riesgo de graves sanciones, mantener con ella cualquier contacto.
Se da la circunstancia de que el canciller Serguei Lavrov es el número dos de la lista del partido oficialista Rusia Unida para las elecciones legislativas del 19 de septiembre siguiente, por lo cual la activista de oposición Marina Litvinovich, que busca reunir las firmas para su postulación como candidata, presentó este viernes una solicitud formal ante la máxima autoridad electoral, exigiendo la anulación de la lista de Rusia Unida por “incumplir la ley” Lavrov.
Desde luego, la solicitud de Litvinovich será desestimada por “razones de Estado”, pero ella quiso evidenciar el enfoque desigual en la aplicación de la ley: la semana pasada por mantener supuestos contactos con una organización “extremista” se negó el registro a Ilia Yashin y Nikolai Stepanov, voces incómodas que el Kremlin quiere fuera de la Duma.