Moscú. A dos meses y tres semanas de que se celebren elecciones para renovar la composición de la Duma (Cámara de diputados) de Rusia, el presidente Vladimir Putin respondió las 68 preguntas que le formularon distintos ciudadanos, unas en vivo seleccionadas y otras por escrito o grabadas, en su cita anual con los telespectadores del programa Línea Directa, que alcanzó este miércoles su edición número 19.

El mandatario recurrió a las primeras preguntas para tratar de convencer a sus compatriotas de la necesidad de vacunarse, de escuchar a quienes saben de esto, “los expertos, y no creer los rumores y versiones absurdas” que se difunden sobre los biológicos que tiene Rusia registrados para uso de emergencia, “los cuatro de probada eficacia y seguridad”.

Dio a conocer que él, “en calidad de comandante en jefe de las fuerzas armadas”, se vacunó con Sputnik V, el inyectable de dos dosis que utiliza el ejército, y dijo no apoyar la vacunación obligatoria de toda la población, coincidiendo con el alto porcentaje de rusos que, hasta ahora, rechazan hacerlo.

Sin embargo, tras exhortar a superar las reticencias, reconoció que “en algunos lugares” (como Moscú y San Petersburgo, que llevan dos días batiendo el récord de fallecimientos por la variante Delta del Covid-19) es indispensable hacerlo con “determinada categoría de personas” (trabajadores del sector servicios) para evitar el confinamiento completo de la población y la parálisis de la economía.

En plan de gran benefactor, Putin prometió resolver cuanto problema particular le iban planteando los afortunados: reparar el techo de una casa en una aldea; cambiar la tubería de agua en una ciudad de provincia; anular un recibo de la luz abusivo; llevar gas a un edificio; bajar los precios de los alimentos (cuando la coyuntura lo permita); subir las pensiones (cuando sea posible); reparar una carretera en estado deplorable; no bloquear las redes sociales mientras cumplan las leyes de este país; regalar un bono trimestral para que los jóvenes puedan comprar un boleto para ir una vez al teatro; y así por el estilo, sin faltar otras más de índole personal como qué canciones le gusta cantar o quién le plancha las camisas.

Esta vez, no habló mucho de asuntos internacionales, y cuando lo hizo tuvo la mente puesta en su auditorio doméstico. De ese modo, calificó al presidente de Ucrania de “hostil” y dijo que no sabe de qué hablar con él cuando “Ucrania está bajo control foráneo y las decisiones más importantes para Kiev se toman en Washington, y en parte en Berlín y París”, pero en cambio resaltó que los rusos y ucranios “son un mismo pueblo”.

También opinó que en el reciente incidente del buque de guerra británico en el mar Negro participó Estados Unidos “con un avión de reconocimiento estratégico” y afirmó que aun si hubiesen hundido al infractor “en aguas territoriales rusas, eso no habría provocado una Tercera Guerra Mundial, pues saben que no pueden ganar un enfrentamiento nuclear”.

Pese al férreo manejo del equipo de producción televisivo hubo algunos fallos que dejaron mal colocado al titular del Kremlin, como el breve momento en que apareció en pantalla la pregunta. “¿Cuánto tiempo más vas a seguir mintiendo? Acaso no tenemos inflación. O crees que somos idiotas o vives en un búnker y nunca vas a una tienda?”, que rápido fue cambiada por otra.

Será recordada la señora que, durante una conexión en vivo desde un supermercado, apuntando los precios con la cámara de su teléfono, lanzó: “¿Por qué los plátanos de Ecuador son más baratos que las zanahorias de Rusia?”.

Algunas preguntas no pudieron oírse al perderse el sonido, lo que los conductores de inmediato atribuyeron a un ciberataque, confirmado después por el vocero del Kremlin, Dimitri Peskov, quien agregó que “aún no es claro de dónde provino” la intromisión de los hackers.