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"El estallido social se veía venir hace muchos años en Colombia": Londoño

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Vanessa Londoño escribió en 2019 'El asedio animal', cuya lectura, dice ella misma, "se altera con lo que está pasando". Foto cortesía de Almadia Ediciones
24 de junio de 2021 09:46

Ciudad de México. La novela El asedio animal habla de la situación de Colombia: una serie de jerarquías, violencias y pensamientos que las generan, causas del actual estallido social, sostiene la narradora Vanessa Londoño, quien presentará hoy de forma virtual su libro.

La autora menciona en entrevista desde Bogotá que, si bien el texto publicado por Almadía fue terminado en enero de 2019, su lectura “se altera por lo que está pasando, plantea una cuestión sin resolver, como dice Elena Garro en Los recuerdos del porvenir: ‘esa maldición de una historia cíclica, que se repite con sus mismas violencias y donde el futuro es un reflejo muy opaco del pasado’”.

Londoño (Bogotá, 1985) agrega que era un estallido social que se veía venir hace muchísimos años. Las condiciones de desigualdad gravísimas en Colombia precipitadas por la pandemia y por una respuesta superficial de una clase política que siempre ha trivializado el sufrimiento del otro.

Sostiene que realizó en la narración una “labor como cartógrafa de un territorio y sus preocupaciones sobre él. Habla de un ingreso de la animalidad que asedia permanentemente al statu quo. Esa apropiación de la animalidad como una forma de encontrar la humanidad también”.

El tema sexual, dice la ganadora del Premio Nuevas Plumas de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara 2017, plantea en este título una relación de violencia y de apego en las relaciones afectivas y sexuales. También hay una manifestación confusa sobre el deseo y el abuso que permea mucho en la convivencia en un territorio dominado por el patriarcado.

La también abogada menciona que algunas mutilaciones que aparecen en la novela no son exactamente físicas. Son ficción de una geografía donde sí se han dado esos escenarios horrendos, pero también hay una cuestión simbólica, no poder como mujeres denunciar a nuestro violentador tiene la connotación de que nos hubieran amputado la lengua. Y la discriminación, como no tener piernas.

La escritora se refiere a los cultivos tradicionales en su novela. “Hay una relación poco evidente de las comunidades indígenas, afrocolombianas y campesinas. No sólo se ha precarizado su labor, sino que a través del control de las semillas se les ha impedido el dominio sobre la tierra, sus cosechas y la actividad del campo.

Los estados, los establecimientos y los gobiernos tienen intereses económicos de privilegiar a multinacionales que en este momento tienen el control de la semillas y eso es una enajenación de la humanidad. Están robando el derecho a alimentarnos bien, de una forma que no sea homogénea. Los indígenas y campesinos tienen una relación distinta con la comida, espiritual, de balance y heterogénea.

Añade que su país es uno de los que cuentan con mayor desplazamiento interno y su propuesta es contar un territorio más que una cronología de personajes. En ese territorio los personajes están en tránsito.

Explica a dos de sus personajes masculinos, El Torero y Lásides, que expresan esa violencia patriarcal. El primero fue inspirado por un paramilitar que se arrogó el derecho a apropiarse de todas las niñas vírgenes de la zona. Se le juzgaba más por el tema del narcotráfico y paramilitarismo y mucho menos por los delitos sexuales que cometió, que fueron sistemáticos y masivos. En tanto, con Lásides, se parte de la violencia sexual que imprime a un niño. Narra una tragedia que no le sucede a él, sino a la madre del infante que está abusando. Yo quería explorar esa apropiación del hombre blanco.

Así, se enfrentan dos cosmogonías, la indígena y la de Lásides, quien habla de su forma de entender el mundo, pero no le basta eso y se apropia del relato de otro. Luego vemos a este niño indígena quejándose de la legalidad de esa memoria. La relación de Occidente con los pueblos nativos está ahí planteada.

Vanessa Londoño, luego de un trabajo de investigación, retoma el español usado por algunos grupos indígenas. Hay una geografía heterogénea del lenguaje a lo largo de la novela. Es una apuesta por hacer un reflejo de las historias y del lenguaje como lugar de los seres que habitamos ese territorio. Quise hacer un ejercicio muy respetuoso de incorporar un habla que me parece hermosa.

Sobre una partera en su novela, menciona que con ella quiso hacer una reivindicación de mujeres, muchas afrocolombianas, que poseen un saber que ha sido desplazado por, digamos, una ciencia occidental.

El asedio animal será comentada hoy por Jazmina Barrera, Emiliano Monge y la autora a las 19 horas, a través del canal de YouTube y la página en Facebook de Almadía.

 
 

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