Ciudad de México. En México se consumen 214 kilos de alimentos ultraprocesados per cápita cada año. Es el país con la mayor ingesta de estos productos en América Latina y uno de los cuatro primeros a escala internacional
, señaló Julieta Ponce Sánchez, directora del Centro de Orientación Alimentaria (COA Nutrición) e integrante de la Campaña sin Maíz no hay País.
Precisó que dado que siete de cada 10 muertes
por Covid-19 tienen que ver con la obesidad y sus consecuencias (hipertensión arterial y diabetes tipo 2) urge establecer un modelo de alimentación sana y sustentable
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En el seminario Condiciones para construir un sistema alimentario más justo y sustentable, organizado por la Coordinación Universitaria para la Sustentabilidad de la Universidad Nacional Autónoma de México, indicó que aunque no existe evidencia del rol que ha desempeñado el hambre en este tema, sí podemos decir que la mayor cantidad de personas que murieron por Covid vivían en pobreza
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La académica indicó que existe una “paradoja alimentaria con la que hemos convivido en México durante los pasados 30 a 40 años, que es el combate del hambre sin haberlo conseguido, y haber vivido la tragedia de la obesidad y la diabetes –con todas las complicaciones– en un panorama de pandemia. Este es el peor escenario posible para un sistema alimentario”.
La también integrante de la Alianza por la Salud Alimentaria sostuvo que los productos chatarra deterioran la microbiota, provocan obesidad y deficiencias alimentarias, condicionan el síndrome metabólico y tienen sustancias proinflamatorias.
En cambio, explicó, la comida sustentable enfría el planeta, fortalece el sistema inmune, evita enfermedades crónicas y combate el hambre y, tal vez, la pobreza y la desigualdad
. Pero algo relevante, sobre todo en el entorno de la pandemia, es que la comida sustentable fortalece el sistema de defensa, por lo que es necesario, sostuvo, hablar de inmunonutrición.
Alertó que la subalimentación incrementa el riesgo de sobrepeso y obesidad, porque frente a la escasez de alimento el cuerpo se adapta y ahorra energía.
Cuando estas carencias se viven en etapas muy tempranas, condicionan a vivir con mayor severidad los efectos de la obesidad y las enfermedades metabólicas. La población que ha sufrido hambre tiene mayores posibilidades de padecer obesidad, por los mecanismos de ahorro y la sobrexposición a productos ultraprocesados
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