Ciudad de México. El 10 de junio de 1971 “la consigna era disolver la manifestación a como diera lugar y capturar a los líderes estudiantiles”, afirma Juan, un ex militar que se desempeñó como entrenador y miembro de Los Halcones.
En entrevista exclusiva con La Jornada, solicitó no dar a conocer su identidad por temor a sufrir represalias gubernamentales, pues asegura que algunos de sus compañeros que dieron entrenamiento a los Los Halcones, desaparecieron como consecuencia de que sus identidades fueron expuestas en las imágenes publicadas en los diarios de la época.
Señala que el grupo que asesinó y también hirió a decenas de estudiantes y ciudadanos en la Calzada México-Tacuba y calles aledañas a la Normal Superior, fueron auspiciados desde el Estado Mayor Presidencial (EMP), y que el cuartel general de Los Halcones estaba en las instalaciones de Guardias Presidenciales en avenida Chivatito, frente a Los Pinos.
Juan ingresó a los 17 años al Ejército. Su carrera militar, asegura, comenzó en lo que se denominaba Primer Grupo de Apoyo Mixto de Guardias Presidenciales, donde posteriormente lo asignaron a la Sección Segunda (acciones de inteligencia y contrainteligencia).
Allí lo capacitaron para infiltrar grupos estudiantiles tanto en actividades de protesta social o política y dentro de las instalaciones de la UNAM y el Politécnico. “Terminé mi instrucción básica. Me dijeron: 'te preparas porque vas a tomar un curso de explosivos y luego otro en combate de disturbios civiles'. Esos cursos duraron como un año.
“A partir de esa capacitación se me integró al grupo especial en el que un militar debía entrenar a 30 elementos de Los Halcones (en terrenos baldíos de la colonia Cuchilla del Tesoro, en inmediaciones del aeropuerto capitalino). Nos encargábamos de entrenarlos en Karate y Kendo. Éramos militares de bajo rango que fuimos escogidos por jefes del Estado Mayor Presidencial.
“Entre los mandos que nos daban órdenes estaban jefes que llegaron a generales, como Humberto Molina Sosa, Miguel Escamilla Núñez, Salvador Revueltas Olvera y Nicolás Martín Paredes Guzmán”.
Sin embargo, menciona, entre Los Halcones no solo había militares, la mayor parte de ese grupo era personal del Departamento del Distrito Federal (actualmente Gobierno de la Ciudad de México), que laboraban en áreas como limpieza, panteones y otros servicios. Ellos obedecían directamente al coronel Manuel Díaz Escobar.
El 10 de junio de 1971, el mando más conocido de Los Halcones era el coronel Manuel Díaz Escobar, pero él los dirigía desde al menos una década antes al grupo paramilitar, ya que documentos oficiales lo señalan como el líder de un grupo de francotiradores que actuó el 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco.
Durante la entrevista realizada en Cuernavaca, Morelos, Juan considera que en 1971, además de los golpeadores armados con varas de bambú, Díaz Escobar colocó en distintos puntos de la Calzada México-Tacuba, a francotiradores e infiltró entre los manifestantes a hombres que dispararon contra la multitud y los policías, para que pareciera una confrontación entre grupos estudiantiles.
Juan conserva fotos de su entrenamiento en Guardias Presidenciales y de su carrera militar, que concluyó antes de cumplir veinte años de servicio, ya que a pesar de haber formado parte del grupo de seguridad de los mandatarios en turno (Luis Echeverría y José López portillo) y de los familiares de estos, nunca le permitieron ascender más allá de sargento.
Hace 50 años, él comenta que mientras los 30 halcones que entrenó atacaban estudiantes en el cruce de Avenida de los Maestros y la Calzada México-Tacuba. Él y tres de sus compañeros del Grupo Especial, trataron de cumplir la encomienda de detener a los líderes de la movilización. Pero una vez que comenzaron los disparos vino el caos, y no pudimos capturarlos.
“Los Halcones tenían la consigna de disolver la marcha a como diera lugar, pero los que se entrenaban en artes marciales no se les capacitaba en armas, en Guardias Presidenciales sólo se daba tiro a los militares”.
El 10 de junio de 1971 “entre los mandos que ya traían carrera militar, estaban: Manuel Díaz Escobar, El Maestro; como coordinadores de grupo: Madera (Candelario Madera Paz), El Watusi (Sergio Arrieta), El Alma Grande, El Rabias (Efraín Ponce Sibaja)”, señaló al observar un organigrama del grupo paramilitar que fue elaborado por la extinta Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (Femospp)”.
Señala: “aunque todos (policías y militares) conocían al grupo especial, se hacían los que no sabían de nosotros, pero nos reconocían porque llevábamos en la ropa un pin o un botón de color”.
Luego del ataque, “la madrugada del 11 de junio se deshizo todo. Los militares fuimos inicialmente reincorporados a nuestras unidades. En el transcurso del día la mayoría de los entrenadores y militares que actuaron como golpeadores fueron enviados a sitios lejanos y de muchos ya no se supo su destino.
“A los civiles se les dio dinero como liquidación. Luego, algunos, se convirtieron en asaltabancos o secuestradores, uno de Los Halcones que se pasó a la delincuencia fue José Bernabé Cortés Méndez, El Marino, él se unió a la banda de (Alfredo) Ríos Galeana (considerado en la década de los 80 del Siglo XX, como el enemigo público número del país).
“A mí me gustó el Ejército. Mi abuelo paterno, mi padre y todos los hombres de mi familia fueron militares. Algunos de mis hermanos nacieron en el cuartel de Santiago Tlatelolco”, un edificio anexo a la iglesia que se localiza en la Plaza de las Tres Culturas y que funcionó como guarnición militar hasta 1944.
De su cartera, Juan extrae varias fotografías, unas en sepia y otras en blanco y negro. En ellas están su abuelo, su padre y dos de sus hermanos mayores. Todos uniformados. Su padre fue el que mayor rango logró, se retiró como coronel.
De su paso por el Ejército, Juan conserva imágenes en las que estaba uniformado, dice que son de sus inicios en la milicia, “es más o menos de 1969-70”. En ella porta un rifle M-1, similar al que Los Halcones utilizaron el 10 de junio de 1971.
De la imagen que aparece en otra fotografía asegura que corresponde a cuando realizaba sus labores como integrante de la Sección Segunda del EMP. En el retrato tiene “con la mata larga. Las greñas eran importantes”. Era parte de su disfraz para infiltrarse entre los jóvenes estudiantes.
Juan tiene más de 70 años de edad. Mide aproximadamente 1.70. Tez morena y cabello ondulado. Su apariencia es la de un hombre de campo. De las callosidades en sus manos afirma que “comparadas cuando era joven y formaba parte del Ejército, ya no hay tantas callocidades, pero aún tengo manos fuertes. ¡Cuando era joven, uff, tenía unos callotes!”.
Mientras va contando fragmentos de su vida, entrelaza lo que vivió hace 50 años y revela: “el principal centro de operaciones de Los Halcones estaba dentro del Cuartel General de Guardias Presidenciales, en Chivatito.
“En Guardias Presidenciales, luego de que terminé mi instrucción básica, me dijeron: 'te preparas porque vas a tomar cursos en explosivos y combate de disturbios civiles'. Esos cursos duraron como un año.
“A partir de esa capacitación me integraron a un grupo especial en infiltración en el que participábamos once elementos, y luego nos sumaron a Los Halcones, ahí los jefes y los entrenadores éramos de Guardias Presidenciales.
En cuanto a su preparación como elemento de infiltración al servicio de la Sección Segunda del EMP, recordó: “en la academia nos entrenaban con el juego de Kim para identificar cosas, el orden en que estaban, recordar nombres de personas, imágenes de los objetivos y así”.
El juego de Kim sirve para estimular la memoria y la sensopercepción, quienes lo practican desarrollan la capacidad de recordar detalles diversos o específicos. “Era para que retuviéramos el mayor número de cosas, rostros y detalles, sin anotar. Las libretas se utilizaban para que nos creyeran estudiantes. Era una manera de instruirnos.
“Esas y otras técnicas nos convirtieron en personal seleccionado para estar en el grupo de inteligencia e información del Cuerpo de Guardias Presidenciales. En aquellos años yo conocí todas las escuelas y facultades de la UNAM, y también las instalaciones del Casco de Santo Tomás y de Zacatenco, que son del Politécnico.
Como integrantes del grupo especial teníamos que acudir al Cuartel General a pasar lista y recibir indicaciones. Luego, cada quien se iba a su ‘destino’: escuela o punto que fuera de interés, como los alrededores de Palacio Nacional.
“Regularmente nos mandaban a las que les llamábamos las escuelas más revoltosas. En la UNAM, eran Filosofía y Letras y Economía, ¡durísimos los estudiantes de ambas Facultades!
“A mí me era fácil infiltrarme y si era necesario mostraba una credencial de estudiante. Así me metía a sus reuniones. En los salones entrábamos como oyentes. Nuestra misión era informar y cuando podíamos, recogíamos propaganda.
“Lo que obteníamos lo comunicábamos al Cuartel General a cierta hora, y si en el horario convenido no llamábamos, se consideraba que había alguna bronca y se movilizaban para localizar al compañero.
“La misión que teníamos cuando estábamos en Palacio Nacional era identificar quiénes dirigían los grupos que acudían o se manifestaban. La información recabada se pasaba ya sea por teléfono o de manera directa en las instalaciones de la Sección Segunda. Si era por teléfono teníamos que llamar a un número determinado del EMP.
“Nos metíamos a las escuelas como oyentes porque nunca llevan un registro de quién entra”.
De sus encomiendas, mencionó: “un día nos dieron la orden que había que romperle la madre a Óscar Chávez. ¡cómo le tiraba al gobierno ese señor! No le hicimos nada porque los estudiantes lo rodearon hasta la salida del plantel y algunos se fueron con él, eran alumnos de la Prepa que está en Tacubaya”.
—¿Ustedes se consideraban anticomunistas?
-Nos hablaban mucho de lo que le decían nacionalismo. Simple y sencillamente teníamos que trabajar para el gobierno mexicano, éramos anticomunistas al cien por ciento.
“Para nosotros, los comunistas eran gentes que venían de otras partes a tratar de meterles ideas al estudiantado para que se levantaran porque los gobiernos de (Gustavo) Díaz Ordaz y (Luis) Echeverría eran represivos. Simplemente no querían al gobierno y buscaban que el estudiantado tampoco lo quisiera y se sublevara e hiciera desmadre y medio.
“Para controlar y disolver eso se nos estaba preparando y para eso estaba el grupo. Lo esencial era: si se ordenaba meterse dentro de una manifestación, no era solo meterse, era disolverla. ¡Así de fácil!
“Cada quien tiene su forma de pensar. Era muy complicado cuando los estudiantes identificaban algún infiltrado: gritaban ¡es policía, es policía!, y en esos casos (los del EMP) no podíamos meternos (a ayudarlos) aunque los agentes hicieran lo mismo que nosotros (infiltración).
“Los estudiantes se convertían en turbas de 20 o 30 en contra de algún elemento. Allí es donde uno decía: ¡en la madre! y había que evitar que te identificaran.
“Cuando estábamos en Palacio Nacional la misión era establecer quiénes dirigían los grupos que acudían o se manifestaban.
“En la calle, los que éramos militares y formábamos parte de los mandos o jefes del grupo especial, nos identificábamos con un fistol. Todas las policías lo conocían.
“Cuando a nosotros (los capacitados en infiltración) nos ordenaron que entrenáramos halcones, es porque en 1969 nos habían traído dos maestros en artes marciales, dos japoneses que no hablaban nada de español.
“En ese entonces Los Halcones ya existían, aunque no se les llamaba así, pero ya actuaban desde mucho antes, entre ellos había elementos viejos que sí estuvieron en el 68.
“En 1970 me asignaron el entrenamiento de 30 halcones. La mayor parte venían del Departamento del Distrito Federal (actualmente Gobierno de la Ciudad de México). Ellos obedecían directamente al coronel Manuel Díaz Escobar, pero los entrenadores de cada grupo éramos militares de bajo rango que fuimos escogidos por jefes del EMP.
“A los Halcones les dábamos instrucción en lo que llamábamos La Pista allá por Valle de Aragón (Cuchilla del Tesoro). Los Halcones estaban integrados por personal de panteones o de limpia, pero los mandos eran militares, porque con nosotros se imponía disciplina.
“En total considero que eran como 200 elementos, ya que en las reuniones que se hacían, aunque no estaban todos, en general asistía ese número, ya contando a los jefes de grupo.
“Cada uno de nosotros dirigía unos 30 elementos y había que darles instrucción en Kendo y Karate, eso era fundamental porque ellos no iban armados. Los que nosotros entrenamos no llevaban armas de fuego el 10 de junio.
“En el Cuartel General de Guardias Presidenciales había un campo de tiro, allí solo practicábamos nosotros (los militares). También había una explanada bastante grande y nos daban instrucción de orden cerrado (esto es para moverse en grupo, como una unidad, en caso de combate).
“En esos tiempos a los que formaban parte de Los Halcones les pagaban cien pesos diarios.
“Como soldados a nosotros nos daban viáticos porque muchas veces teníamos que movernos a algún lugar y permanecer todo el día, y si era necesario, toda la noche.
“A muchos de los jefes de Los Halcones los conocíamos no por sus nombres, sino por sus apodos o apellidos, como también ellos nos identificaban”.
“Díaz Escobar, El Maestro, era de los más altos en mando. Él se encargaba de los jefes de grupo de Los Halcones, que en su mayoría eran viejos militares. Manejaba a gente como El Wuatusi, rudo hasta su chingada madre ese güey. Hay algunos que se volvieron luchadores, como El Alma Grande y El Negro.
“El Maestro era quien decidía las acciones de todos, los que entrenaban Kendo y Karate y otros más. ¡Por Dios que nosotros nos encargábamos de su entrenamiento y coordinábamos su llegada a los puntos!
“A la hora de actuar, Los Halcones usaban en su ropa un botón y cada grupo traía un color distinto. Entre nosotros conocíamos el botón y los colores, así sabíamos a qué partida correspondían.
-¿Cómo era el entrenamiento de un Halcón?
Antes que nada se les daba 'academia'. Lo que se esperaba de ellos y lo que iban a hacer. Se les metía (la idea) que más que nada estaban en el gobierno, que pertenecían al gobierno y que eran del gobierno.No se me olvidan esas palabras.
“El entrenamiento era estricto y muy riguroso para que se pudieran defender y que lo que aprendieran no nada más les iba a servir trabajo, sino en la calle. Esa ideología se les iba metiendo. Luego pasábamos al entrenamiento físico.
“A mis hombres los formaba y todos tenían que darle diez vueltas corriendo al campo de entrenamiento. Todos tenían que ir a mi paso. Uno tenía que poner la muestra. Eramos duros en el entrenamiento y no a todos les caía uno bien. !Había que romperse la madre!
“Y empezábamos: ¡órale, órale!, pues antes que nada tenían que tener condición física para correr.
“Enseñarles a manejar la vara de bambú era con la finalidad de que se defendieran para poder dar un golpe y no para que se las quitaran y con esa misma les rompieran la madre. La verdad, eso era. Era lo básico. No se les enseñaba tiro, eso era nada más para los jefes. Eso era lo esencial.
El jueves de Corpus
“El 10 de junio de 1971 nos citaron a las siete de la mañana en las instalaciones del centro de operaciones.
“La consigna era disolver a como diera lugar la manifestación que se realizaría a las cinco de la tarde y que los estudiantes no cruzaran el Circuito Interior.
“Dicen que los dirigentes eran puros cubanos que venían a México a soliviantar al estudiantado.
“Ese día a mí me tocó en el Cine Cosmos. La gente (los estudiantes que participarían en la marcha se concentraron) en el Casco de Santo Tomás, y frente a la escuela Wilfrido Massieu.
“Ese día ubiqué a mis elementos desde el momento en que comenzó a caminar la manifestación.
“Al dar vuelta exactamente en la México-Tacuba rumbo al cine Cosmos, empezamos a escuchar disparos que provenían de la manifestación contra la barricada de Granaderos que les impedían el paso. Vi que estaban ahí algunos halcones y al momento que se escucharon los tiros siguieron otros tiros contra de la manifestación.
“Dicen que eran halcones, pero yo no lo creo, dicen que todos los halcones iban armados con M-1, pero no es cierto, no eran los entrenados en artes marciales. A ellos no se les entrenaba en manejo de armamento, los único que recibían esa capacitación eran los militares que eran los jefes de grupo o que pertenecían a Guardias Presidenciales.
Esa tarde, una ‘escuadra’ (un grupo integrado por cuatro personas), teníamos la orden de detener a los líderes de la movilización pero en el caos lograron escapar”.
— ¿Había otro grupo, gente al mando de Díaz Escobar Díaz Escobar que participó en el tiroteo?—Es probable, porque también dispararon contra Los Halcones, y varios fueron heridos y alguno murió allí.
—¿Y los francotiradores que estaban en el Cine Cosmos?
—Hubo muchos muertos. Podría ser gente de Díaz Escobar.
“En aquellos tiempos los granaderos usaban unos, les llamábamos comales, eran escudos, contra ellos dispararon. Y ellos repelieron la agresión con escopetas lanza gas también con la finalidad de disolver la manifestación. Ahí fue cuando ya se volvió un caos.
“De una calle al lado del Cine Cosmos sí salió un grupo de Halcones con las varas de bambú. La consigna era darles dos, tres golpes con la vara para que se dispersaran Se hizo un caos, sí hubo muchos muertos.
"Después yo quise juntar a mi gente, ya no los encontré. De inmediato se hizo un cerco militar desde el (antiguo) Colegio Militar hasta el Cine Cosmos. Todo estuvo resguardado por el Ejército. Todo, todo completamente. Y los únicos que andábamos dentro, pues era puro personal militar y nosotros.
Disolución de Los Halcones
A eso de las tres de la mañana del 11 de junio a todos nos dieron “destino” diferente. Después se supo que a muchos los desaparecieron.
“Así se deshizo el grupo especial: el personal que estaba comisionado por parte de algún batallón se retornó a sus unidades. Al personal civil lo liquidaron.
“A los soldados que estaban en el Distrito Federal y que andábamos en eso, les dieron ‘destino’ a diferentes partes de la República con la consigna de que los mandaran de partida, una partida militar, es un destacamento con base en algún lugar, pero la estancia solamente de ocho a 15 días y viene relevo. La orden fue que a ese personal lo mandaran al lugar más lejos posible.
“A mí me tuvieron como dos meses en lo que llamábamos las mazmorras, un cuartito en el que nada más había la tasa de baño. Había consigna y cada cinco o diez días me decían te vamos a sacar al sol, pero me advertían: ‘no trates de correr, porque tenemos órdenes de darte en la madre’.
“Un día me me dijo un capitán: ‘prepárate porque ya te vas’. Mi físico no ha sido así, entonces estaba transparente, flaco, ojeroso.
“Liberado, pero no sin vigilancia, fui al Escuadrón Blindado de Reconocimiento, allí tenía amigos, nadie me supo dar cuenta de nada ni de nadie. Me queda la duda, si los mandaron a algún lugar lejos o los desaparecieron”.
“Maldigo el día en que el comandante del batallón me mandó a hacer esos pinches cursos. Me di de alta por circunstancias adversas.
“Varias veces me puse a llorar. Decía, qué hago aquí, si podría estar en mi casa. Mi papá me corrió porque reprobé dos materias en la secundaria y en lugar de darme certificado, me van dando la boleta donde debía dos materias.
“Llegué a casa y le dije a mi papá, mira, mi boleta, ya salí. Terminé. Iba hasta de trajecito para acabarla de fregar. Y me contestó: ‘a chingar a su madre, aquí no quiero verlo hijo de esto y del otro’.
“Como a los cinco días, me paré ahí en la unidad y ahí, luego, luego me agarró el comandante de compañía para hacer unas maquetas de un mortero. No sé por qué me mandaron allí, creo que porque terminé la secundaria o no sé”.
A 50 años del halconazo, Juan vive en Morelos, se dedica al comercio. De estos acontecimientos ninguno de los responsables ha sido castigado.