Una vez, un campesino de un país latinoamericano al que un médico cubano había curado, dijo que lo que más le impresionaba era que “Cuba no ofrecía lo que le sobraba, sino que compartía lo que tenía”.
La anterior anécdota es, obvio, de un cubano que ha compartido durante décadas bellos grafemas sonorizados con una intangible paleta de colores, con la que ha pintado ideas, pensamientos e introspecciones en el lienzo de la vida. En canciones.
--Una pieza musical es un pedazo de energía que un humano materializa y comparte a otros.
--Hay muchos tipos pero todas, de alguna forma, tienen su público. A veces, las canciones que no tienen público, lo crean. Para mí, componer, tiene mucho de juego; es como cuando era niño me llevaban a un parque: horas de maravilla. Después, viene el taller, lo racional de lo que hablaba (Ígor) Stravinski en sus memorables conferencias. Pero se trata de una ciencia en la que también hay mucho espacio. Sobre todo si uno no es de los que se conforman con la primera idea y gusta investigar las múltiples variantes que se desprenden de una motivación. Así que, en vez de “matar y salar”, prefiero complicarme, no tengo prisa en poner punto final. Muchas canciones se me quedan en una especie de limbo esperando la despedida, hasta que un día, a veces años después, volvemos a encontrarnos y las redescubro. Entonces las incluyo en un concierto o en un disco.
Este hombre que habla, cuando muy joven, dibujaba historietas en una revista, pero dejó el lapiz y el pincel, y también abandonó los estudios de piano por coger una guitarra. Desde los 20 años, sentenció que la bella escritura, podían salvar al mundo junto a esa compañera: su guitarra, “que me ha acompañado la mayor parte de mi vida. Sin embargo yo he sido con ella desatento, olvidadizo, aunque nunca ingrato. Ella me conoce y creo que no sólo me soporta sino que incluso me malcría, porque cuando vuelvo después de las ausencias me sigue enamorando”.
--Cada creador tiene un proceso único.
--Yo no tengo un algoritmo. A veces necesito tiempo para abarcarlo todo. Un día descubrí un tema en un ensayo. Lo suspendí y me fui a casa. De aquel tema salieron otros dos. Pero demoré tres meses en la articulación de los enlaces. Resuelto esto, en sólo unos minutos estuvo la pieza. Otras veces lo ves todo clarísimo, enseguida. Es un trabajo que tiene sus complicaciones y, por supuesto, también sus recompensas.
--En una canción, ¿se pueden ver colores?
--Las orquestas suelen trabajar el color y los instrumentistas suelen usarlo como recurso. El impresionismo fue un período en que la plástica y la música se interrelacionaron mucho. No dudo que, en una canción que se lo proponga, pueda verse el color, además de escucharse.
Nacido en el año 1946 “donde hay un río, en la punta de una loma”, en San Antonio de los Baños, Silvio Rodríguez Domínguez es un cubano bucólico que habla y que representa para el mundo a una efigie creativa de redención.
En sus inicio, lo mismo cantaba con su guitarra en una esquina de una calle cualquiera, que en casas de cultura, universidades, centros penitenciarios, o en los barrios. Silvio ha cantado a humanos, a la patria, la amistad, el amor y el desamor, a la esperanza y a la muerte y a los sueños
--El mundo onírico es un lugar en el que quizá somos lo que deseamos. ¿Qué son los sueños para usted?
--Los sueños son como potreros inmensos donde ángeles y demonios corren felices, en total libertad.
Premio Nobel de la Paz a los médicos cubanos
Silvio, el músico, pintor, fotógrafo, activista, pero sobretodo, humano imprescindible, amar escribir… y claro, cargar siempre con una cámara que posiblemente le ayudará a captar “algún ovni”.
A través de correo electrónico ofreció a La Jornada reflexiones sobre él y su ecléctico terruño, entre éstas, la de la promoción de la campaña a favor de otorgar el Premio Nobel de la Paz a los médicos cubanos integrantes de la Brigada Henry Reeve.
“La calidad, pero sobre todo la humanidad de la medicina cubana es un logro indiscutible”, cuenta.
Resalta la reelevancia de la Henry Reeve: ”El año pasado, cuando se cumplieron 15 años de su fundación –lleva el nombre de un joven de Brooklyn que peleó por nuestra independencia–, ya habían atendido a más de 4 millones de personas en países de Asia, África y América Latina, y habían salvado a más de 93 mil vidas.”
Desea le otorguen a esa brigada el premio Nobel porque “son un ejemplo, un símbolo de la solidaridad universal, siendo incluso un desafío a nuestras propias posibilidades. Con esa vocación de servicio, ha abierto frentes de solidaridad en muchas situaciones críticas y países del mundo”.
Relata que su infancia transcurrió en tiempos en que Cuba no era así. Que había médicos con conciencia y algunos hospitales públicos, pero “ni remotamente podían ofrecer la variedad y complejidad de tratamientos a todos los cubanos, sin distinción, y menos completamente gratis, como se hace ahora. A partir del triunfo revolucionario de 1959, oleadas de jóvenes que antes no tenían acceso a la universidad empezaron a formarse como médicos. Mejorar radicalmente el sistema de salud. Fundar la investigación científica fueron proyectos que Fidel Castro impulsó personalmente”.
Comenta que una de las consecuencias de esa filosofía es la Operación Milagro, plan conjunto de Fidel y del ex presidente venezolano Hugo Chávez, la cual ha devuelto la visión a millones de pacientes oftalmológicos en diversos países de Latinoamérica.
“Hoy día, el sistema de salud de Cuba continúa activo pero con gran esfuerzo, por las carencias que nos impone el bloqueo del gobierno de los Estados Unidos”.
--¿Qué Cuba sería si no existiera ese letal bloqueo?
--Es un gran misterio. Están los que aseguran que todos nuestros males son culpa del bloqueo. Pero también los que piensan que todo es culpa del gobierno, por ser exageradamente controlador. Entre ambas posturas, como ya dije, numerosos matices. Mi opinión es que el bloqueo influye enormemente en nuestros problemas. Y pienso que si los enemigos de la Revolución creyeran que nuestras desgracias son sólo culpa nuestra, ya hubieran levantado el bloqueo para que nos destruyéramos. Claro, también está el negocio del anticastrismo, que influye incluso, en las elecciones estadounidenses. Eso es lo que mantiene viva esa especie de industria que da empleo a mucha gente, sobre todo en la Florida, y moviliza mucha opinión pública. O sea, un gran negocio. Yo pienso que si bajo el bloqueo más cruel hemos conseguido nuestros propios candidatos vacunales (y lo digo sin triunfalismo) ¿de qué no seríamos capaces si viviéramos en paz, con las mismas oportunidades de los demás países? Una Cuba sin bloqueo sería la oportunidad de ser y de mostrarnos plenamente, como somos.
--Senadores estadounidenses presentaron un proyecto para que el Congreso levante el bloqueo económico contra Cuba.
--En Cuba, los acercamientos de políticos estadunidenses también se suelen ver de las dos formas. Cuando Raúl Castro y Barack Obama se encontraron, en el inicio de aquel intento de distensión, nuestros compañeros más conservadores, que predominan en los principales medios, lanzaron andanadas de desconfianza. Yo siempre he estado seguro de que en el intercambio pueblo a pueblo vamos a conquistar corazones y respeto, porque el pueblo de Cuba es muy amistoso y noble. Y con la misma sinceridad que estrecha una mano deja muy clara su vocación soberana.
--EU pidió a Cuba tratar con "dignidad y respeto" a una artista disidente.
--Los que tenemos suficiente edad lo vivimos y recordamos: invasiones armadas, lanchas rápidas tiroteando, paracaídas con armas para la subversión, bombas y sabotajes, asesinatos, introducción de agentes bacteriológicos... El bloqueo empezó en 1960 con la suspensión de la cuota azucarera que Estados Unidos compraba a los gobiernos complacientes que había en Cuba; hoy aplica sanciones millonarias al banco que realice una operación con nosotros; pone en lista negra a navieras que traern mercancía y multa a personas que nos visiten, sin su permiso. Lo han dicho con todas sus letras: se trata de un plan dirigido a crear una crisis económica tan profunda que el pueblo llegue a odiar a su gobierno y se rinda a sus intereses. ¿Se les puede culpar por carecer de otra perspectiva? ¿Tendrá que ver el abuso continuo de seis décadas con la decepción de algún joven? Y es que en Cuba, país en que la justicia ha pagado un alto precio en vidas y sacrificios, también hay deficiencias e incluso instituciones que a veces no actúan como cabría esperar.
Ejemplifica: “Uno de los primeros actos del presidente Díaz-Canel fue aprobar la creación de una fundación que impulsaban ciudadanos de San Antonio de los Baños, con el propósito de detener el avanzado deterioro del río Ariguanabo y sus bosques. Después de creada, la Fundación Ariguanabo ha pedido varias veces al Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente que ese hábitat natural sea declarado Área Protegida. No hubo respuesta. Se insistió. Sigue sin haberla… Como una vez dije cuando era diputado: nuestro socialismo es bueno pero perfectible. Por supuesto, esto es algo que concierne a los responsables de idear las políticas y a los que las custodian. Yo sólo digo lo que pienso.”
--Para la espera marca la primera vez que lanza un disco solamente en plataformas. Hoy día, la sociedad cubana está más al pendiente de la internet. Pero hay huecos tecnológicos que son aprovechados por portales adversos al gobierno y al pueblo cubanos.
--La desconfianza inicial que hubo en Cuba con los que se marchaban fue cediendo con los años y devino diálogo constructivo con la emigración. Por eso no creo que sea la diáspora, o al menos toda, la que financia esos portales, aunque haya emigrantes que les guste llamarse exiliados y elijan sumarse a la hostilidad imperial. En Estados Unidos el anticastrismo es un viejo negocio en el que está muy involucrada la ultraderecha; un negocio que maneja millones anuales, que financia estaciones de radio y de televisión, programas, campañas, artistas que creen en eso o que se prestan a eso. Estados Unidos tiene un aparato de proporciones ministeriales que da un seguimiento detallado a la ley extraterritorial Helms-Burton. Donald Trump puso en práctica más de 200 medidas extras para asfixiar a Cuba. Biden prometió derogar algunas y no lo ha hecho, ni siquiera atendiendo a la presión que significa la pandemia. No tengo dudas de que hay gente pagada para inundarnos de malas opiniones y tratar de desalentarnos. En Cuba están, como siempre, las posiciones extremas y también hay una gama intermedia con diversos puntos de vista. Desde la ortodoxia ha habido acusaciones de “centrismo”, como si el equilibrio fuera reprobable. A propósito de esto publiqué en mi blog (Segunda cita) un breve texto titulado Soy un hombre de centro:
“Soy un hombre de centro. Empecé por nacer, sin darme cuenta, para verme en el centro de la vida. Todavía era un niño cuando me arranqué de mi familia para lanzarme al centro de la noche, con la yesca de una cartilla y un manual. No mucho después llegué al centro de mi mismo, con un arma en la mano, defendiendo un país que llegaba a su centro. Había llegado al centro de la conciencia colectiva y aún no conocía el centro de la existencia humana. Ese centro supremo me esperaba en las intimidades de una joven. Y fue el centro del mundo, del goce y el dolor, de la dicha y la muerte, relámpagos, diluvios. Del desierto anterior y esa humedad llegué al centro de mis palabras. Al centro de espasmos le di vida a inocentes. Al centro de la amistad hice un credo y desafié montañas. Al centro de la muerte he sobrevivido a mis propias miserias. Y si adelante hay algún centro allí estaré, en la neblina fantasmal de millones de nombres que continúan en el centro de todo, aprendiendo a nacer”.
--¿Hoy día en la isla es tiempo de ser autocrítico?
--Ser autocrítico es imprescindible para avanzar. La vida es una construcción constante. En el plano político es lo mismo, con el agravante de que la vanidad puede ser muy nociva. Cada deficiencia que un país emplazado como Cuba no detecta y combate, se convierte en argumento de sus detractores. El cubano es un pueblo con una conciencia y una capacidad de resistencia más que probadas; pero incluso la virtud necesita de sustento. La crítica y la autocrítica son ejercicios saludables.
--¿Ha cambiado algo en Silvio en la pandemia?
--La pandemia nos ha mostrado lo parecidos que somos, sobre todo en algo tan básico como la fragilidad biológica. Pero la verdad es que desconcierta enterarse de que algunos han multiplicado sus ganancias. Eso quiere decir que, aún con el miedo que nos empareja, la vida sigue siendo más prometedora para los que tienen que para los que no.
Lo que más extraña es no encontrase con su gente, la de los barrios. Dice: “Extraño el contacto con la gente. Antes de la pandemia hacíamos uno o dos conciertos cada mes. Esto significaba ensayos, coordinaciones, contactos humanos antes de la culminación del encuentro. Una vez al año también hacíamos una gira de dos o tres semanas por el exterior. Son actividades que se echan de menos.”
--¿Cómo es la energía de los encuentros en los barrios?
--La mayoría de nuestros conciertos son en los más precarios. Esos encuentros han ido generando una especie de complicidad. La gente ya sabe de qué se trata e invariablemente somos recibidos con un espíritu de cooperación. Recuerdo un barrio en que se comenzó a montar el escenario, bocinas, cables, luces, y empezó a llover. Era una zona de calles sin pavimento y aquello se fue convirtiendo en un lodazal. Esto hizo que algunas estructuras no fueran seguras y se habló de posponer el concierto. Cuando me enteré de la situación fui para allá, para evaluar si habría que posponer o no. Cuando llegué, ví que los vecinos del barrio, incluso personas de edad avanzada, estaban con cubos y vasijas de sus casas, sacando lodo de las bases del escenario. Estaban muy preocupados porque por aquella situación se fuera a suspender el concierto… Fue muy conmovedor. El encuentro no se pudo hacer aquel día, porque el agua continuó, pero prometimos hacerlo tan pronto se pudiera. Entonces nos pidieron que no nos lleváramos nada, tenían miedo de que todo aquello desapareciera. Y no movimos ni un solo recurso, hasta que el tiempo nos permitió realizar el concierto. Por las noches aquellos vecinos se turnaban para cuidarlo todo. Cosas así nos han pasado muchas.
Abunda: ”En los conciertos barriales lo único que no es igual a los habituales es que la música ocurre en las calles, frente a las casas de los espectadores. En todo lo demás son idénticos porque no queríamos a hacer “presentaciones de segunda”. El propósito siempre ha sido llevar verdaderos conciertos, con el mismo rigor y la misma exigencia en ensayos; con la misma calidad de sonido, con la mismísima vocación de entrega que en el mejor teatro.”
El moño del regalo de estas presentaciones es la presencia de niños y niñas:
“Los niños nos han regalado sus dibujos, con todas las temáticas posibles, algunos inspirados en canciones. A veces se han puesto a dibujar alrededor del escenario, mientras dura la música. Los barrios están llenos de niños. Y las canciones también salen de los dibujos infantiles.”
Argelia Domínguez de León, madre del artista, falleció el pasado mes abril. El colibrí, que pertenece a su repertorio, era una pieza que cantaba con ella.
“Por más que (T. S.) Eliot haya escrito que ‘abril es el mes más cruel’, el pobre no tiene culpa de nuestras penas. Por otra parte, El colibrí fue una canción que me llegó por la familia. Mi abuela materna decía que era “del tiempoespaña”. Ella se la enseñó a sus hijos y yo se la escuché a mi madre. Años después empecé a cantarla en las giras, sobre todo al final de los conciertos. Entonces descubrí versiones parecidas en varios países de latinoamérica. Lo curioso es que en todas partes decían que era de allí. Es una hermosa leyenda sobre el sacrificio del amor; por eso no tiene tiempo ni fronteras”.
--¿Ha encontrado puentes entre la expresión sonora y la plástica, la pintura?
--Mi primer oficio fue el dibujo, el diseño, lo visual. A lo mejor eso se siente en algunas imágenes cantadas. Además de músicos y poetas, siempre he tenido muy buenos amigos pintores y fotógrafos. En México también. Por ejemplo, quiero mucho a Graciela Iturbide, a Pedro Meyer, a Eniac Martínez, quien no hace mucho se nos fue, siendo tan joven. Yo siempre ando con cámara. Una vez me preguntaron para qué y respondí que quería estar listo cuando pasara un ovni. Sigo preparado.
--¿Por qué eligió leer un poema de Nicolás Guillén en su encuentro con el presidente Andrés Manuel López Obrador? ¿Cuál es su opinión de él?
--No es cualquier poema; es La Muralla, que expresa una idea de bondad y solidaridad, sin ceder a la perfidia.
Al corazón del amigo,
abre la muralla;
al veneno y al puñal,
cierra la muralla;
al mirto y la yerbabuena,
abre la muralla;
al diente de la serpiente,
cierra la muralla;
al ruiseñor en la flor,
abre la muralla...
Alcemos una muralla
juntando todas las manos;
los negros, sus manos negras,
los blancos, sus blancas manos.
Una muralla que vaya
desde la playa hasta el monte,
desde el monte hasta la playa, bien,
allá sobre el horizonte...
Dice Silvio que primero conoció a Beatriz Gutiérrez, esposa del presidente, quien es una “intelectual brillante, y por ella conocí a su compañero Andrés Manuel, cuando él era jefe del gobierno de la CDMX. Por entonces, “hicimos algunos conciertos en el Zócalo, confraternizamos y conversamos mucho. Nos veíamos siempre que iba a México. Después acudí a apoyarlo cuando denunció el fraude presidencial. En aquel momento yo era diputado a la Asamblea Nacional y antes de tomar el avión dejé una carta de renuncia. No podía permitir que involucraran a mi país, siendo –como fue– una decisión personal. Por suerte no hubo problemas y cuando regresé rompí la carta… Siento afecto y respeto por Andrés Manuel, un hombre consecuente con sus ideas; un trabajador de honradez ejemplar, con un sueño de justicia para un pueblo admirable, llamado México”.