Quien controla el pasado, controla el futuro. Quien controla el presente, controla el pasado.
La amnesia histórica, necesaria para controlar el pasado y el presente por las cúpulas, se desarrolla de manera constante con la ayuda de grandes expertos en esa relativamente nueva profesión llamada comunicaciones
, junto con los expertos de esa ya más vieja profesión llamada relaciones públicas combinada con la mercadotecnia; todo lo que Chomsky bautizó como la manufactura del consenso
.
Los que luchan contra esa amnesia rescatan una narrativa que incluye las rebeliones contra ese consenso impuesto, o sea, que hacen el recuerdo en algo peligroso y todos los días se puede atestiguar este conflicto sobre y entre el ayer, el hoy y el mañana.
Por ejemplo, en Texas, hay una serie de proyectos de ley estatales que buscan nada menos que modificar y hasta evadir las referencias a la esclavitud, la violencia y discriminación antimexicana en los libros de texto y guías de enseñanza de la historia de ese estado, el cual fue fundado por esclavistas, en medio de una persecución a mexicanos y una guerra contra México. No se sabe cuántos de los promotores de estas iniciativas han leído la frase de Orwell, pero ante la realidad de que los latinos pronto serán mayoría en Texas, saben que tienen que controlar el pasado para mantener el control del futuro.
Dentro de esto, ya se han aprobado 450 millones de dólares para la remodelación del monumento de El Álamo –sitio emblemático de la historia texana y estadunidense– pero los trabajos no han podido avanzar por la disputa de cuánto incluir sobre el tema de la esclavitud y la historia indígena del sitio en las exhibiciones.
Texas no es el único estado que busca controlar el pasado para controlar el presente: hay iniciativas parecidas en una docena de estados gobernados por republicanos que buscan censurar la educación sobre el papel de la esclavitud y del racismo hasta hoy día.
Por otro lado: hace un siglo, el primero de junio de 1921, fecha olvidada en los libros de texto e historia oficiales, en Tulsa, Oklahoma, una horda de blancos destruyó una colonia afroestadunidense, mató a unas 300 personas, dejó más de mil hogares destruidos e incendió unas 23 iglesias, en lo que se conoce como la masacre racial de Tulsa. Esta semana, tres sobrevivientes –una de 107 años de edad, otro de 106 y uno de 100– se presentaron ante el Congreso para contar sus memorias y, como parte de un proceso, buscando reparaciones por el crimen. Viola Ford Fletcher, de 107, recordó ver a los hombres negros balaceados y los gritos en las calles cuando tenía siete años, y concluyó: he vivido esta masacre cada día. Nuestro país pudo haber olvidado esta historia, pero yo no puedo
. O sea, el olvido es crimen.
Y pensando en ayer, hoy y mañana: Bob Dylan cumplió 80 años la semana pasada ( https://www.jornada.com.mx/2021/05/ 22/cultura/a12n1dis). Además de todo lo que se puede decir del cantautor, la ruta sonora de Dylan es indispensable para entender el viaje entre el ayer (reciente) y hoy en Estados Unidos. Sus versos ya no son sólo de él, sino del pueblo (que, por cierto, se los había regalado para empezar), son parte del vocabulario estadunidense popular que ya transciende generaciones. Se cantan por un coro infinito de estadunidenses; niños en escuelas, viejos en reuniones con los que fueron jóvenes, con quien primero vivieron esas canciones, jóvenes que no saben que están cantando con viejos, versos con los cuales se suman a la lucha, se consuelan, se enamoran y desenamoran.
Son un autorretrato esencial, y de lo mejor, de este país, parte clave de la memoria colectiva, y que pueden romper el control sobre el pasado y el futuro si es que se cantan bien durante el presente.
Bob Dylan and The Band. Forever Young. https://open.spotify.com/track/5S6wwhjh S8jt68st9x7D3R?si=c4773468b2c14561
Flogging Molly. Times They are a Changing (por Dylan) https://open.spotify.com/track/ 57kHJ3wBv5RaFYt4jYmMXO?si=c5bd7ce726db440b