Ciudad de México. La cónsul de México en Estambul, Isabel Arvide, defiende su labor al frente de la representación consular en Turquía. Reconoce que no tiene una formación diplomática, pero acentúa que su trayectoria periodística y su vocación por el servicio han sido centrales para un buen desempeño.
En sus diez meses de gestión, asegura, ha alcanzado varios logros: interés del empresariado turco por invertir en nuestro país, el establecimiento de cuatro vuelos semanales México-Estambul, la promoción turística, la ampliación en cinco veces más las visas otorgadas, pero a la vez la negativa de este documento ante riesgos de posible trata de personas, y, ante todo, la defensa y protección de los connacionales en aquella región. “He trabajado bien. Soy una buena cónsul”.
El pasado fin de semana, viajó de la Ciudad de México a Chetumal, y al aterrizar fue rodeada por reporteros que viajaban en el mismo vuelo y la confrontaron con preguntas respecto a por qué viajaba en primera clase o por qué había aceptado el cargo al carecer de experiencia diplomática.
Arvide fue nombrada como cónsul el 28 de julio de 2020 por el presidente Andrés Manuel López Obrador. Está en México porque en Turquía, país musulmán, se celebra el Ramadán.
En entrevista con La Jornada, responde a las críticas que ha enfrentado en este lapso. Considera que éstas no tienen que ver con su desempeño, sino en una mera carga “racista y clasista” de quienes las profieren.
“No me merezco los insultos ni la actitud de la prensa. En vez de reconocer que alguien del gremio pueda ser cónsul, lo ven como un agravio. Como si ser periodista fuera negativo o terrible”.
Ubica en la defensa de los mexicanos en el exterior la labor central de los cónsules y asegura que ella se enfoca en cumplir dicha premisa, establecida en la normativa.
Lo ha hecho, dice, en casos de violencia intrafamiliar contra mexicanas casadas con turcos o la atención en enero pasado a dos mujeres mayores de edad que visitaron Estambul y enfermaron de Covid-19 y, tras varios días internadas en clínicas privadas, fallecieron.
Esas labores, refiere, se tornaron complejas tanto por las reglas en un país, musulmán, con costumbres distintas a las mexicanas, como por las limitaciones del idioma. “Sólo se habla turco”.
En el caso del apoyo y repatriación de esas dos connacionales, a la pérdida se sumó la falta de presupuesto. “Se tuvo que negociar con la principal empresa turística entre México y Turquía, Mega Travel y con la aseguradora para que cubrieran los costos del internamiento en hospitales privados, la estancia de los familiares y el traslado de los cuerpos a México”.
Este caso fue parte de las causas que explotó el conflicto con tres trabajadores turcos contratados en el consulado mexicano como interpretes, previo a su llegada y con bajos salarios equivalentes a 7 mil pesos (291 euros). Asegura que trató de negociar un mayor salario, pero no se consiguió, por lo que esos empleados respondieron que no trabajarían extra.
“En un consulado no hay horarios. Debes responder cuando algo surja. Como con las señoras que se contagiaron de Covid-19. Requeríamos interpretes para hablar con los médicos, empresas y nada. Estaba desesperada”.
Admite que cometió un error al confrontarlos y discutir con uno de ellos, pues el 14 de abril pasado se filtró en redes sociales un audio de ese altercado, generando críticas en su contra.
“Quienes no procedemos del Servicio Exterior Mexicano tenemos otro panorama, corremos otros riesgos y los asumimos. Prefiero que me digan: ‘se saltó la normativa para repatriar dos cadáveres’ y no obtener una medallita, a no ayudar”.