“Este soy yo, sin barba y casi con mi peso normal”, dice con voz fuerte y segura Gerardo Lazcano Campos, convaleciente de Covid-19 y cuya recuperación sorprende porque hace un mes estaba postrado en su cama, como un bebé. Así egresó del Hospital de Extensión en el Autódromo Hermanos Rodríguez, donde permaneció 41 días, de los cuales 17 estuvo intubado.
Gerardo es un caso de excepción. Además de ser de los pocos pacientes de Covid-19 que sobreviven de un cuadro grave, cuenta con el apoyo de su familia y una red de amistades que de diferentes maneras han colaborado para su rehabilitación.
Foto Marco Peláez
La Jornada visitó a Gerardo dos días después de que fue dado de alta del hospital administrado por el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). A causa del daño pulmonar y la irritación que le provocó la intubación en la garganta, casi no podía hablar. No se les escuchaba y después de algunas frases se quedaba sin voz.
El se percataba que no le entendían porque “todos me decían ‘’¿Qué?’. Me tenía que esforzar por hablar fuerte”, comenta el dentista de 53 años de edad en la segunda visita que este diario realizó en su domicilio y donde recibe a los visitantes con una amplia sonrisa, sentado en su cama y las rodillas flexionadas.
Aún tiene las puntas nasales por donde recibe oxígeno, pero platica de manera normal y desde el inicio advierte: “les tengo preparada una sorpresa”.
Antes relata su experiencia de las últimas cuatro semanas. De la primera no recuerda nada, solo que sus hermanos lo jalaban con una cobija, “me daban de comer en la boca y usaba pañal”. Uno de sus sobrinos se quedó con él durante las noches, “pero no me acuerdo”.
La siguiente semana fue de adaptación. “Empecé a ver dónde y en qué condiciones estaba”. Se preocupó porque no se podía mover y “soy hombre de trabajo, tengo mi consultorio y mis pacientes”.
Desde la primera semana su familia se movilizó. Su hermana Ana Patricia que “coordina a todos los hermanos y sobrinos”, se encargó de buscar a los expertos que le ayudaran a levantarlo. Una colega de Gerardo le recomendó a Iván Vera, fisioterapeuta especialista en el área cardio respiratoria.
Ana Patricia conocía desde antes a Martín Cortez Alcántara, quiropráctico y acupunturista, quien a su vez llevó a Patricia Cabrera, cuidadora con especialidad en geriatría, medicina paliativa y psiquiatría. Los tres integraron el equipo de atención de Gerardo y no ha sido fácil.
Los terapeutas han sido flexibles con la familia Lazcano “y no cobran lo que deberían”, reconoce Ana Patricia. Aún así el gasto semanal es de alrededor de 4 mil 500 pesos que reúnen entre todos los hermanos y sobrinos.
Para la mayoría de las personas es imposible pagar un tratamiento de este tipo. Por eso el fisioterapeuta Iván Vera decidió realizar algunos videos donde da recomendaciones de ejercicios que se pueden realizar en casa para mejorar la respiración, quitar el dolor de espalda, entre otros. Además resuelve dudas en su perfil en redes sociales: Equilibrio dinámico. Está en Tik Tok, Facebook e Instagram.
Además del daño pulmonar, Gerardo tiene algunas escaras en diferentes partes del cuerpo y una lesión nerviosa en la pierna izquierda. No puede flexionar el pie para caminar (pie caído).
Los primeros días no comía. “Tenía hambre y me traían algo que se me antojaba pero sólo lo probaba y ya no me pasaba”. Era preocupante porque “si no comía cómo iba a subir de peso”. Gerardo recuerda que antes de enfermar pesaba 90 kilogramos y 60 al salir del hospital. Para este mal aplicaron la medicina tradicional y otra de sus hermanas lo curó de empacho.
En esos días también padeció porque no podía expulsar las secreciones (flemas) acumuladas en sus pulmones, pero lo logró con algunos jarabes recetados por un médico neumólogo.
Así, poco a poco empezó a comer, dejó de toser y pudo respirar mejor. Aunque a Gerardo le urge caminar y dejar el oxígeno, el fisioterapeuta Iván Vera explica que eso será lo último y es lo que menos le debe preocupar. Debe mantener las puntas nasales mientras recupera su capacidad de “inflar” los pulmones.
Aunque Gerardo ha avanzado en su recuperación, en una clasificación de ocho niveles, está en el número dos, explica Vera, mientras el paciente pide que le ayuden a ponerse sus tenis, se sienta en la orilla de su cama; con la ayuda de una andadera se pone de pie. Tiene que ir despacio y vigilar su respiración.
La sorpresa que tenía para los visitantes, incluidos los terapeutas, fue que empezó a caminar. Dio unos pasos alrededor de su cama, despacio y con dificultad por el pie lesionado. Aunque su oxigenación disminuyó ligeramente, la recuperó en unos cuantos segundos. “Volver a sentir esto (caminar) es lo máximo”, dice mientras sonríe ampliamente.