Ciudad de México. “De las familias que carecen de valores surgen aquellos varones que violentan a las mujeres, muchas veces desde su edad infantil”, aseguró Julio César Salcedo Aquino, obispo de la diócesis de Tlaxcala al inaugurar el IX Congreso Diocesano Por la Dignidad de las Mujeres.
En el encuentro organizado por el Centro Fray Julián Garcés de Derechos Humanos, en vísperas de que se conmemore el Día Internacional de la Mujer, el prelado conminó a “desestructurar la violencia y la trata de mujeres y niñas con fines de explotación sexual”, situación que aqueja a la entidad y condenó a las “masculinidades que han agredido de manera pasiva o activa a las mujeres”.
En tal sentido, el presbítero Rogelio Narváez Martínez, secretario ejecutivo de la Comisión Episcopal para la Pastoral Social (CEPS) de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) y director general de Cáritas Mexicana condenó las “masculinidades tóxicas”, las cuales dijo también están presentes entre los ministros de culto, y en la iglesia católica.
“La masculinidad tóxica que es lo que hoy estamos viviendo, es la agresión del varón para con la dama. Es la violencia inferida del macho, del machista contra la mujer en su menor fortaleza, en una ambición sin control que hace que se lucre con el regalo tan sacratísimo del afecto, de la sexualidad, de la vida de quienes son más débiles, y en ese caso el varón sobreponiendo a la mujer en un mundo machista.
“Es el abuso de la fuerza física que hace pensar que, porque tengo mayor fuerza física soy mejor o más grande que el otro” y consideró que la solución a la masculinidad tóxica es, “no es menos masculinidad, sino mejor masculinidad”.
Citó como ejemplos de esta última a “un hombre educado; capaz de cortejar; de dar palabras amables a la mujer; que tiene gestos de sencillez; es un padre que trabaja para sostener a la familia, pero que también sabe que la mujer aporta, y que es capaz también de generar, pero incluso que en las labores domésticas está dando aportaciones”.
Destacó que “sea cual fuera el perfil de la mujer debe ser valorado, nunca debe ser pisoteado” por el hombre.
Comentó que también en el ámbito laboral “una masculinidad auténtica es hablar de un jefe que no genera violencia de ninguna índole ni maltrato ni agresiones ni imponerse o sobajar ni tampoco, lo peor, que es acosar sexualmente a la mujer”.
La masculinidad tóxica también la ejercen los ministros de la iglesia, los que “deben superar el machismo expresado en el clericalismo, y también “en la iglesia el machismo se ha traducido en un clericalismo en donde los hombres nos sentimos los que dominamos, los que damos órdenes y tenemos que ser obedecidos”.
Marco Antonio Padilla Aguilar, presidente de la Comisión Diocesana de la Pastoral Social de Tlaxcala, consideró que la situación mejorará “el día en que comprendamos que no estamos en una guerra entre hombres y mujeres, sino que cada uno conforme a su naturaleza está llamado a ser clave en el desarrollo de sí mismo, del otro y de las nuevas generaciones. Ese día podremos decir que estamos progresando y mejorando como civilización”.