Ciudad de México. Jorge Vázquez no cuadra en el estereotipo del filántropo mexicano. La Fundación Dr. Ildefonso Vázquez Santos (FIVS), nombre de su padre, se dedica a rescatar bibliotecas y, con ello, a preservar la memoria. El empresario regiomontano se ufana de haber salvado el acervo completo del gran Fernando Benítez, cuando estaba a punto de ser vendido a una universidad extranjera.
Hoy ocupa una biblioteca gratuita creada ex profeso, donde se despliegan también documentos de trabajo, manuscritos y, desde luego, las piezas prehispánicas que Benítez coleccionó a lo largo de su vida. La FIVS combate los estantes vacíos; aquí cada libro sabe a triunfo.
–En un país donde hay tantas cosas por salvar, ¿por qué libros, Jorge?
–Porque tenemos derecho a la cultura y a la memoria. Ser un país con tantos problemas no coarta nuestro derecho a la belleza, y eso está en los libros, en las bibliotecas que fueron armadas con paciencia y dedicación por las mejores mentes mexicanas. Me animé a poner tiempo y dinero al rescate de acervos por la desesperación que me causaba ver cómo, por falta de atención general y algún interés particular, las mejores bibliotecas, las de grandes intelectuales y figuras de la cultura, terminaban en algún pasillo de universidades de Estados Unidos. Aún en los pasados 20 años hemos sido testigos de la salida o pérdida de grandes acervos o colecciones mexicanas por razones injustificables.
“Para ser un buen comprador de libros se necesita ser buen vendedor. Mi primer trabajo en la vida fue vender enciclopedias. De todas las cosas que he podido hacer en los negocios, la que más me llena es un éxito de adolescente, cuando conseguí ser el mejor vendedor de enciclopedias Británicas de México.
"La dinámica de la fundación es esencialmente la misma: contagiar cultura a la primera oportunidad posible. Los jóvenes de hoy pueden no saber qué es la Enciclopedia Británica, pero tienen que saber quién fue Fernando Benítez."
–¿Cómo llegó la Fundación al acervo de Benítez?
–Para mí era urgente preservar su obra, su biblioteca, su monumental esfuerzo de curaduría. Benítez no solamente tiene enorme peso como figura intelectual, sino como interlocutor de intelectuales, que representa un valor diferente. Benítez provocó el diálogo, defendió causas justas de manera inteligente y fue patrono de suplementos culturales. Criticó al poder cuando había mérito y riesgo en criticar al poder. Sólo hay que recordar El rey viejo o El agua envenenada. No podíamos, como país, cometer el error de perder a Benítez dos veces: primero con su muerte y luego con su acervo. Es un autor que cuando lo descubres identificas casi de inmediato su aprecio profundo por México y lo mexicano.
–¿Cuál fue la primera reacción de Georgina Conde, viuda de Benítez, ante la propuesta de la FIVS?
–La primera vez que le dije a Georgina Conde, mujer muy fuerte, que quería construir la Casa Benítez, auspiciada por la Fundación, lo único que generé fue desconfianza. Pero cuando se dio cuenta, por ahí de 2010, que mi intención era preservar a Fernando Benítez para los demás y abrir su acervo a todos, la actitud defensiva se transformó en confianza y con el tiempo, en colaboración. Ella estaba verdaderamente preocupada, incluso temerosa, por el futuro del acervo de su esposo. La recuerdo con muchísimo cariño. Murió sabiendo que lo que su esposo había atesorado tanto, había encontrado buen resguardo. Georgina tuvo una conversión personal en los años que vivió después de la muerte de su esposo, era más sensible, se hizo más reflexiva; esto ayudó a que cediera a favor de este proyecto.
–Ante el choque de modelos e ideologías, vale recuperar China a la vista…
–China a la vista es un maravilloso diario de viaje que Benítez escribió con afán de mostrar la extraordinaria cultura de ese país a través de la vida cotidiana de esa sociedad de los años 50: rebelde y revolucionaria. Sin prejuicios, Benítez tuvo la inteligencia de reconocer a China mucho antes que Occidente. Tuvo la visión de entender lo que se estaba gestando en ese país y que hoy vemos como un hecho cultural, material y económico consumado.
–El acervo que protege la FIVS de Benítez tiene tres partes: biblioteca, archivo personal y colección de piezas prehispánicas. ¿Cuál le preocupaba más a Fernando Benítez?
–Creo que siempre imaginó que su biblioteca y archivo podían integrarse en otro espacio o ser parte de una colección institucional. Pero las piezas prehispánicas debieron preocuparle mucho más, porque además no estaban registradas ni habían sido preservadas en condiciones especiales. Representaban algo personalísimo.
“Cristalizar este proyecto en la FIVS fue lograr la congruencia con aquello que deseaba Benítez para otros acervos: que se mantuvieran en México, y primero para los mexicanos. Describió la derrota de la cultura en el Libro de los desastres, desde la expulsión jesuita en 1767 y el impacto que esto tuvo en la cultura novohispana, hasta la destrucción de los conventos, el saqueo de las bibliotecas, la salida de los códices mesoamericanos y otras desgracias para la cultura, para América Latina y para México. Yo no quería que Benítez fuera premonitorio sobre su propia obra. Su acervo lejos de México habría significado un desastre.”
–Entre los proyectos de la FIVS, ¿existen otros que guarden las mismas características o condiciones que el del acervo de Benítez?
–Sí, estamos trabajando con acervos regionales como el del cronista de Monterrey, Israel Cavazos Garza, con el cual se inaugurará en 2023, año del centenario de su natalicio, la Casa del Cronista en el Barrio Antiguo de Monterrey. Será un espacio para el estudio y la investigación y, al mismo tiempo, de recreación cultural. Otro acervo es el del cuentista chiapaneco Eraclio Zepeda, que busca rendir un homenaje permanente al escritor y a su viuda, la poeta Elva Macías Grajales. La Fundación se ha hecho de un buen nombre con el paso de los años; nos han visitado Salman Rushdie, Jean-Marie Gustave Le Clezio, Alberto Manguel y Paul Rusesabagina, entre muchos otros.
“El proyecto hoy tiene resonancia en Estados Unidos, en Argentina y en Europa, desde luego. Ya saben que hay un personaje en México que no permite la fuga de letras ni acepta donativos. Como empresario, creo en las alianzas, en las sociedades, pero en la Fundación no permitiría que se perdiera el propósito final por abrirnos al financiamiento de terceros. No voy a arriesgar la autonomía ni la independencia del proyecto por dinero. Durante 10 años me ha dado resultado y prefiero seguir así.
“Además, estamos impulsando nuevos proyectos. Por conducto del México Opera Studio, la Fundación promueve a estudiantes que por su alto desempeño, por su compromiso social y sus condiciones económicas merecen apoyo especial. Muchos jóvenes que siguen su vocación artística lo primero que encuentran es la total desventura económica.
“Imaginemos cuántos sueños estará truncando esta pandemia, cuántos talentos nos perderemos porque tienen que elegir entre comer o cantar.
"La pandemia no sólo ha traído muerte y pobreza, sino silencio. Que nada nos quite jamás el derecho a la belleza, a la cultura, a la música, a la memoria".