Ciudad de México. En la relación con Donald Trump, el presidente Andrés Manuel López Obrador descartó la confrontación y privilegió el diálogo para zanjar diferencias y obtener resultados, señala la hoy ex embajadora de México en Estados Unidos Martha Bárcena. Por eso ahora se puede asegurar que, en general, los objetivos trazados entonces se alcanzaron.
Augura una relación cordial y próspera con la administración Joe Biden, con quien el mandatario mexicano tiene más coincidencias de las que tuvo con el republicano. Sin embargo, adelanta que dado el perfil de las administraciones demócratas se pondrán sobre la mesa temas ausentes con Trump, como los derechos humanos. México tiene los mecanismos para salvarlos.
En entrevista con La Jornada a un día de haber dejado su cargo en Washington, la diplomática ubica en tres sus principales logros: ratificación del Tratado México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), alcanzar un relación bilateral respetuosa y un diálogo permanente entre diversos sectores de ambas naciones.
Pero también desde esa sede enfrentó los dos retos más complejos de su larga trayectoria: los amagos de Trump de imponer aranceles a productos mexicanos, como medida de presión para frenar los flujos migratorios, y el ataque de odio contra personas de la comunidad latina en El Paso, Texas, que dejó 22 muertos, entre ellos varios connacionales. Ambos hechos en menos de tres meses.
Ante las especulaciones de que su salida de la embajada en Washington se debió a diferencias con el canciller Marcelo Ebrard, responde que aunque éstas se dieron, lo que imperó fue una decisión personal.
Bárcena ha sido integrante del Servicio Exterior Mexicano (SEM) desde hace 42 años. Su retiro anticipado lo anunció en diciembre pasado. Esteban Moctezuma Barragán, hasta hace unos días titular de la Secretaría de Educación Pública, la sustituirá en breve, una vez que fue ratificado por el Senado. Es la primera mujer en ser embajadora de México en Estados Unidos, hecho que resume así: Rompiendo techos de cristal
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A continuación extractos de la entrevista.
–¿Qué diría a los críticos del Presidente que le pedían ser más frontal con Trump?
–El presidente López Obrador entendió muy bien la sicología de Trump y se dio cuenta de que la confrontación no abonaba a los resultados que queríamos. Era a través del diálogo como se podían matizar los desencuentros. Ambos mantuvieron un constante diálogo telefónico y se conocieron personalmente el 8 de julio pasado [con la visita del mexicano a Washington].
“Yo estuve en permanente contacto con la Casa Blanca, el Consejo de Seguridad Nacional, el Departamento de Estado y con asesores y funcionarios del presidente Trump. Ambas partes teníamos claras las diferencias [de proyecto] y trabajamos para evitar que éstas desencadenaran crisis. A veces era desgastante. Te tienes que morder la lengua o lo que haya que morder, para aguantar y seguir. Hay momentos en los dices ‘aquí no’.”
–¿Cree que el gobierno de México fue tibio ante los desplantes de Trump?
–No me toca juzgar. El Presidente daba las instrucciones, personalmente o a través de la cancillería, y la embajadora las acataba. La historia pondrá a cada quien en su lugar. No hago juicios, pero sí valoro resultados. En general, los objetivos se alcanzaron.
–¿Qué fue lo más difícil?
–El ataque supremacista en El Paso [3/8/19] contra la comunidad hispana. Fue un momento terrible.
Otro tema complicado fue el referente a migración-aranceles, situación que se dio en mayo-junio de 2019. Ha sido la negociación más difícil en que participé. Los dos momentos más duros y dolorosos de mi gestión.
–¿Qué le faltó?
–La reanudación del diálogo en materia de derechos humanos, generar medidas para acotar el tráfico de precursores químicos para la elaboración de fentanilo. También, discutir los graves impactos al ambiente generados por la construcción del muro. Teníamos bases para demandar legalmente al gobierno estadunidense por el incumplimiento de acuerdos en materia ambiental. Pudimos hacer más, pero el Covid-19 retrasó algunos proyectos.
–¿Cuál será el desafío de México con un gobierno demócrata? Señalan que son intervencionistas.
–También los republicanos lo son. Estados Unidos se concibe a sí mismo como la ciudad que brilla en la colina. Desde su creación se ven como mandatados por Dios para promover sus valores en el mundo. Eso lo hacen republicanos y demócratas por igual, lo que varía es el estilo. Los primeros han intervenido más en defensa de asuntos económicos –por ejemplo el acceso al petróleo–, y los segundos los mueve más temas de derechos humanos, ambiente y promoción de la democracia.
“Con la administración Biden habrá cosas positivas para la comunidad mexicana, como la reforma migratoria. No sabemos si integral o para un grupo.
“¿Qué nos puede causar problemas? El diálogo en materia de derechos humanos –que no existió con Trump–, y que puede pasar por las investigaciones del caso Ayotzinapa o por los desaparecidos. También puede haber diferencias en materia de ambiente. En ambos casos tenemos mecanismos para resolverlo.
El gran reto en los próximos meses será la cooperación en seguridad. Reconstruir la confianza que se rompió con la detención del general Salvador Cienfuegos [ex titular de la Defensa Nacional acusado en Estados Unidos de presuntos nexos con el narcotráfico]. No abundaré más porque esto le corresponde a mi sucesor.
–¿Considera que el presidente López Obrador podrá cultivar una relación con Biden como la que tuvo con Trump?
–Sí, porque hay más coincidencias. Se conocieron hace tiempo, tienen preocupaciones similares en materia de justicia social y desigualdad. Biden es quizás el presidente de Estados Unidos que mejor conoce México. Encabezó el diálogo bilateral de alto nivel por muchos años. Lo que hagamos ahora determinará en buena medida la relación para los próximos tres lustros.
–En los corrillos diplomáticos se ha especulado que usted adelantó su jubilación por diferencias con el canciller. ¿Es así?
–En esos corrillos circulan muchas cosas. La decisión de retirarme anticipadamente del SEM fue mía, conversada con el Presidente, y sobre la cual el canciller Ebrard no tuvo nada qué decir. Llámense como se llamen, siempre habrá tensión entre el embajador en Estados Unidos y el titular de la SRE. Mi relación con el canciller siempre fue institucional. Hubo diferencias, muchas veces no teníamos la misma opinión, otras sí. Pero la decisión fue exclusivamente mía.