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"Visitar el Papalote se queda en el corazón" // Elena Poniatowska

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Desde hace 11 años, Dolores Beistegui dirige el Papalote Museo del Niño, cuya premisa es aprender jugando. Foto José Núñez
31 de enero de 2021 09:24
Uno de los grandes aciertos culturales que beneficia a la Ciudad de México y que visitan tanto los capitalinos como quienes vienen del interior de la República Mexicana es el Papalote Museo del Niño, concebido y construido por Ricardo Legorreta en 10 mil metros cuadrados en Chapultepec. Seguramente a su directora, Dolores Beistegui (al frente del recinto hace más de 11 años) y a su equipo les enorgullece ver la fila de gente formada frente a la taquilla.

“El Papalote es un proyecto importantísimo –se entusiasma Dolores. Primero, fue un parteaguas en el paisaje de los museos en México. Nació en 1993 en el corazón de la ciudad, en el Bosque de Chapultepec, dedicado a niños, niñas y a sus maestros. No existía nada semejante en la capital. Quien desarrolló este proyecto fue Marinela Servitje. Ricardo Legorreta cuenta que al principio hasta les preguntaban: ‘¿Van a exponer niños en jaulas?’ ‘¿Cómo puede ser un museo para niños?’

–Lo difícil debe ser atraer la atención de niños imantados por la pantalla de la televisión

–La idea genial es que Papalote (mariposa en náhuatl) no es colección, no hay un objeto, un cuadro, una escultura: hay experiencias. Esta fue una palabra muy novedosa en 1993. Una experiencia en el Papalote era poder vivir un aprendizaje; es decir, aprender sin darse cuenta, aprender jugando. Lo del Papalote son experiencias y aprendizajes mediante una actividad propuesta que puede atraer al niño.

–¿Qué tipo de propuestas hacen a los niños?

–Estas actividades han ido evolucionando con los años, con la tecnología. Burbuja sigue siendo una exhibición que fascina a los niños porque se meten dentro de una enorme burbuja de jabón y piden que les expliquemos químicamente cómo se forma y por qué los puede envolver. Con un juego tan llamativo como éste se puede desarrollar un aprendizaje. El minisúper es otro experimento que los atrae porque juegan a la compra, pero también aprenden a sumar, a restar, a reflexionar: ‘te alcanza para tanto, escoge lo que puedes pagar, si no, tienes que devolverlo’.

Estas exhibiciones permiten aprender con otros, con sus pares, pero también con adultos con quienes interactúan todos los días: papás, amigos, padrinos, abuelos, una interacción intergeneracional que hacemos con mucho respeto y muchísima alegría.

–La visita al Papalote es una lección de vida, de civismo

–Es lo que queda en la memoria, en el corazón de las más de 22 millones de personas que han visitado el museo a lo largo de estos 27 años. Las 680 mil que vienen cada año y desean que sus hijos, sobrinos, nietos, alumnos vivan ese aprendizaje tan motivador, tan divertido y que te deja tanto en el corazón y en la mente.

–Es fácil comprobar, Dolores Beistegui, que este museo suscita mucho cariño no sólo en los visitantes, sino en quienes son sus responsables. ¿Cuántos trabajadores te acompañan a ti que eres la directora desde hace 11 años?

–En Papalote Chapultepec trabajan las personas que tienen que ver directamente con la sede; es decir, recibir a los visitantes, mantener el edificio y todos los responsables de generar contenidos creativos. También en la parte de venta, patrocinios que trabajan no sólo para la sede Chapultepec, sino también para las de Cuernavaca y Monterrey. En total son 110 personas.

–Pero, ¿cómo puedes ser directora de tres museos y dirigir a 110 personas?

–(Ríe) Sí se puede. Soy la directora general y cada sede cuenta con el suyo. Todos nos apoyamos. Ha sido un trabajo fantástico ver cómo Papalote, a lo largo de los años, se ha ido transformando, ha alcanzado más público, ha desarrollado nuevos programas y sigue adelante en medio de la crisis sanitaria que vivimos: la pandemia que nos obligó a cerrar las puertas y a buscar otra manera de permanecer cerca de las familias mexicanas. Desarrollamos Papalote en casa, que es completamente gratuito, se ve a través de Internet, llega a todas las familias de México y de otros países; tenemos varios usuarios de América Latina.

–Por lo visto, Papalote es una experiencia de grandes alcances. Ahora, en televisión, aparecen muchos programas matutinos dedicados a los niños.

–Sí, tenemos programas de cómo aprender jugando en casa, cómo convivir niños y adultos en un momento de mucha tensión, de gran preocupación, cuando las emociones están a flor de piel y hace falta hablar de ellas y abrazarlas. Papalote en Casa empezó en marzo de 2020 y al día de hoy tenemos 700 mil usuarios, una gran respuesta de una comunidad virtual que se suma a la física que asiste tanto a todas las sedes de Papalote.

–Recuerdo que a mis hijos Papalote les resultó padrísimo, porque participaron en juegos y experimentos. Algo semejante les sucedió en Universum, el gran museo de la UNAM.

–¡Claro! En 1991, cuando se empezó a trabajar Papalote, ya existían experiencias de este tipo en Estados Unidos, en San Francisco, en Caracas y en Japón, con la idea de utilizar la interactividad. Emociona la interacción profunda entre dos seres humanos, el momento en que una persona juega con otra. La interacción no depende únicamente de la tecnología, es muy importante recordarlo, porque hay quien confunde interacción con tecnología. La tecnología apareció en los años 90 y no ha hecho sino evolucionar, pero nuestra experiencia en Papalote es que nada sustituye una buena historia.

–¿El cuento que la madre de familia antes de dormir?

–La capacidad de contar una historia y convertirla en la experiencia más interactiva que conocemos. No hay interacción mayor que la de un niño con una pelota; no hay interacción mayor que jugar a las escondidillas. Utilizamos estas herramientas para un aprendizaje específico, para descubrir algo sobre ti o tu entorno.

–¿Papalote es un gran sicoanálisis?

–El triunfo innegable de Papalote ha sido demostrar que el aprendizaje pasa por las emociones. El buen aprendizaje es el que pasa por el descubrimiento de uno mismo, no únicamente a través de la mente, sino de las emociones. Es un aprendizaje mucho más libre, por eso lo llamamos libre aprendizaje. Es un aprendizaje fenomenal que normalmente se queda para siempre. Esa impresión, esa experiencia, valga la redundancia, haber entendido algo o haber descubierto algo sobre el funcionamiento de tu cerebro, ya sea una dinámica de la física o una experiencia de robótica, entender lo que descubriste por ti mismo o jugando con otros deja una huella muy profunda.

–¿Es impulsar a futuros investigadores?

–Es esa semilla que despierta las ganas de ir por más, de seguir estudiando, de seguir aprendiendo para que cada niño pueda construir el futuro que quiera en las mejores condiciones posibles.

–Por tanto, Papalote despierta vocaciones, como también hace Universum, aunque es más pequeño.

–¡Ah, por supuesto! Universum hace un trabajo extraordinario en Ciudad Universitaria, la diferencia con Papalote es que el otro se concentra en la ciencia y atiende a un público un poco mayor. Universum trabaja con alumnos de secundaria y preparatoria. Papalote lo hace con niños más pequeños, pero; por supuesto, Universum es un gran ejemplo de un museo dedicado a la ciencia que utiliza experiencias interactivas. Universum hace un trabajo admirable.

–Dime algo de ti. ¿Por qué has dedicado tu vida a Papalote?

–Mira, llegué a México de joven-adulta y siempre trabajé en la gestión de la cultura. Cuando recibí la invitación de dirigir Papalote, porque Marinela Servitje había renunciado, yo estaba en Francia en una oficina llamada Pro México, coordinando el Año de México en Francia. La posibilidad de dirigir Papalote me pareció una oportunidad extraordinaria: una asociación civil sin fines de lucro, para niños y desde una perspectiva apasionante: el juego. Permitir que niños y niñas jueguen es cada vez más complicado en las grandes ciudades. A partir del juego, esa herramienta tan poderosa, Papalote propicia que puedan desarrollar su apetito por el conocimiento. Acepté con mucho entusiasmo, me pareció un reto formidable y todos los días amanezco feliz de haber aceptado este gran encargo. Hacer que un público cada vez mayor se acerque a la cultura ha sido mi pasión profunda.

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