Moscú. A pesar de que las autoridades hicieron hasta lo imposible para que los rusos no salieran a la calle este sábado para exigir la libertad del líder opositor Aleksei Navalny, quien se encuentra en prisión preventiva en espera de ser juzgado, hubo no pocas personas –tan sólo en Moscú cerca de 15 mil al comienzo, más de 40 mil al final, el mayor número de participantes en una protesta no autorizada desde 2013– que no se dejaron amedrentar y su voz de indignación se pudo escuchar, conforme a los reportes que llegan aquí, en no menos de noventa ciudades y localidades a lo largo y ancho de Rusia.
La policía –muchas veces al azar, según pudo verse– detuvo un número récord de manifestantes desde las protestas de 2017 después de la difusión por Navalny del video dedicado a la supuesta corrupción del entonces primer ministro Dimitri Medvediev: al menos dos mil 250 personas, 855 tan sólo en la capital rusa, con base en datos que corresponden a las ocho de la noche hora de Moscú y que sin duda se incrementarán por los inconformes que decidieron ir en dos columnas desde sitios distintos hacia la cárcel de Matroskaya Tishina, donde está recluido el mayor adversario del Kremlin.
Cabe destacar que es la primera vez que tanta gente se solidariza con Navalny fuera de Moscú y San Petersburgo. Hubo protestas en Yuzhno-Sajalinsk, Jabarovsk, Magadan, Chita, Komsomolsk-na-Amure, Vladivostok, Ulan-Ude, Krasnoyarsk, Irkutsk, Tomsk, Novokusnetsk, Bratsk, Kemerevo, Barnaul y Novosibirsk.
También en Omsk, Tiumen, Cheliabinsk, Yekaterimburg, Perm, Ufa, Naverezhny Chelny, Kazan, Samara, Saratov, Ulianovsk, Nizhny Novgorod, Riazan, Volgogrado, Krasnodar, Belgorod y Veliky Novgorod, entre muchas otras ciudades rusas.
Desde la cárcel, Navalny –que el Kremlin insiste en que es “un personaje menor, un delincuente de poca monta, un estafador, un simple bloguero, un instrumento de la CIA (Agencia Central de Inteligencia)”, etc., pero no se atreve a referirse a él por su nombre y apellido supuestamente para no hacerle publicidad–, se está convirtiendo en un político de escala federal que, tras recuperarse de un envenenamiento que casi le cuesta la vida, tuvo el valor de regresar a Rusia no obstante las advertencias y los riesgos que ahora afronta.
Detenciones previas desde hace dos días de decenas de colaboradores y simpatizantes de Navalny, bajo diversos pretextos con condenas exprés a prisión administrativa o multas desproporcionadas, fuertes interferencias en telefonía celular, estaciones del Metro cerradas, bloqueo de redes sociales, amenazas de expulsar en instituciones de educación superior por participar, riesgo de contagiarse del Covid y hasta clima inclemente, como en Yakutsk con 52 grados bajo cero, nada de esto pudo impedir la protesta pacífica de este sábado.
Durante todo el día personas desarmadas pusieron de cabeza el centro de la capital rusa y otras ciudades con consignas poco gratas al oído del titular del Kremlin, conscientes de que se expondrían a sufrir los excesos del empleo de la fuerza, como una mujer de edad que recibió en San Petersburgo, como respuesta de un efectivo antidisturbios, una patada en el vientre por preguntar por qué detenían a un joven, imagen de video grabada por reporteros.
Muchos de los participantes lo hicieron por primera vez –44 por ciento, la mitad menores de 31 años, pero sólo 10 por ciento de adolescentes, según una encuesta de la organización Biely Schochik (Contador Blanco, dedicada a estimar el número de asistentes a las protestas)–, mientras el video difundido por el equipo de Navalny sobre la construcción con sobornos de un presunto palacio para el presidente Vladimir Putin superó, en apenas tres días, todas las expectativas de sus autores y ha tenido, hasta ahora, más de 71 millones de visitas en su página de YouTube.
Una corte decidirá, el 2 de febrero siguiente, si Navalny merece prisión efectiva por incumplir las condiciones de la libertad condicional por una causa penal que él califica de fabricada, mientras circulan insistentes rumores de que el Kremlin quiere encerrarlo diez años más por otros procesos que a toda prisa se están preparando en su contra.