Ciudad de México. La fotografía y la edición son el eje de mi práctica cinematográfica, mis trabajos construyen la narrativa por medio de la mirada, sin depender de la voz en off o de otras formas de descripción verbal. Asimismo, abordo la dimensión poética de lo visual, donde las metáforas condensan problemas sociales complejos y entretejen una lectura de la realidad tensada entre distintas posturas éticas
, dijo alguna vez sobre su trabajo el cineasta mexicano Eugenio Polgovsky Ezcurra (1977-2017).
Director de documentales como Trópico de Cáncer (2004), Los herederos (2008), Mitote (2012) y Resurrección (2016), su obra ha sido vista y premiada en diferentes festivales de cine del mundo. Tanto sus fotografías como películas han hecho un fiel retrato de la realidad nacional e internacional.
A casi cuatro años de su muerte, el Festival de Cine de la Universidad Nacional Autónoma de México (Ficunam), el Instituto Mexicano de Cinematografía (Imcine), el Festival de Cine Ambulante y la familia del documentalista, han publicado el libro Eugenio Polgovsky, la poética de lo real. Se trata de un recorrido –por medio de textos de especialistas y críticos de cine, así como fotografías–, de la trayectoria del cineasta, de la cual habla en entrevista para La Jornada Mara Polgovsky, hermana del documentalista y académica del Birkbeck College de la University of London.
–¿Cómo definirías el trabajo fotográfico de Eugenio?
–Según Érica Segre, investigadora de la Universidad de Cambridge, que escribió un artículo en el libro, se trata de una fotografía realista, volcada hacia niños, ancianos, personas marginales dentro de grandes conglomerados urbanos, situaciones cotidianas, que sin embargo tienen cierta excepcionalidad. Destaca de este realismo la cercanía con los sujetos observados, la mirada empática y la presencia corporal del cineasta a partir de sus encuadres inusuales.
–¿Cuáles te parecen que eran sus principales preocupaciones?
–Eugenio fue un observador agudo de la realidad mexicana en muchas de sus facetas. Hubo temas que lo convocaron con mayor fuerza. La infancia del México rural, con sus innumerables saberes, solidaridades y sufrimientos, está presente en los documentales Trópico de Cáncer y Los herederos. Mitote abarca la protesta política, el ritual y los festejos públicos a partir del choque entre el simbolismo de la traducción y la modernidad. Resurrección, el último largometraje que concluye en vida, le entra de lleno a la destrucción de nuestro medio ambiente y las maneras en que se lleva consigo no sólo la vida, sino la memoria de comunidades enteras.
–¿Cómo definirías la poética de su trabajo?
–El libro incluye un ensayo mío, dedicado a la película Resurrección y titulado: Resurrección: la poética del montaje. Ahí propongo que si bien la discusión de la obra de Eugenio se ha centrado en temáticas como la sobrevivencia, la infancia, la memoria, la destrucción del medio ambiente, es necesario ampliar esta reflexión hacia la fotografía y la edición. Me parece que ahí yace la singularidad del trabajo de Eugenio, ahí también se inscribe su sensibilidad y su poética. Muchas veces siento que Eugenio pensaba en imágenes, antes que en conceptos o temáticas y trabajaba las narrativas desde la agudeza de su percepción. Su lealtad a lo sensible tendía a regresarlo hacia una mirada que nos arropa y nos sostiene, que se permite desdoblar el mundo sin aplanarlo.
La publicación –dice su hermana– cuenta con la participación de 13 autores, incluyendo el propio Eugenio. Entre ellos hay críticos de cine como Dennis Lim, director de programación de cine en el Lincoln Centre de Nueva York; Olaf Möller, programador del Festival Internacional de Cine de Rotterdam y Diego Lerer, delegado de América Latina para la Quincena de Realizadores de Cannes, entre otros. Además, colaboran el documentalista austriaco Hubert Sauper, el mexicano Carlos Reygadas y el escritor y curador británico Gareth Evans.
Exploración póstuma
–¿Quién hizo la selección de las fotos y textos del libro?
–Respecto a las imágenes, Natalia Polgovsky trabajó en el rescate, organización y digitalización del archivo fotográfico. Yo extraje los fotogramas de las películas y la selección de imágenes fue un trabajo colectivo con la supervisora editorial, Sara Schulz; la diseñadora, Cristina Paoli; Natalia y mi madre, Rosario Ezcurra. La selección de textos se hizo de alguna manera al convocar a los autores, aunque hubo un trabajo minucioso de edición y traducción, ya que el libro es bilingüe. En esto trabajamos Sara Schulz y yo, varios traductores, lectores y correctores de estilo.
–Háblame de los trabajos inconclusos que dejó Eugenio.
–El libro no sólo explora sus primeras fotografías, sino los trabajos poco conocidos e incluso los inconclusos. Entre los primeros están dos cortometrajes: uno de ellos filmado en Times Square, Nueva York, don de hace un retrato de la modernidad tardía, donde las pantallas van subsumiendo todo, incluida la naturaleza.
“El segundo es un homenaje al físico James C. Maxwell, pionero en el campo de la fotografía a color y el estudio de la luz. El libro también dedica un capítulo a uno de los varios proyectos que Eugenio dejó inconclusos. Se trata de una película imaginada junto con el documentalista austriaco Hubert Sauper y filmada en el desierto de Tataouine, al sur de Túnez. Es el lugar donde grabaron escenas de Star Wars y yacen abandonadas las naves que Hollywood dejó ahí. En una de ellas vive Amar, último sobreviviente de una comunidad nómada. Eugenio y Hubert retratan en esta película la vida de Amar, y cómo se inscriben en ella el colonialismo, la ambición del hombre por mirar las estrellas, incluso armar guerras en ellas, y el abandono en el que sobreviven muchos en la tierra.
Otra película inconclusa de Eugenio fue enteramente filmada desde la ventana de su departamento en Coyoacán. Es un proyecto minimalista que continúa su interés por la ecología y la infancia, pero esta vez lo lleva al terreno de su propia familia, al filmar a su hija Milena observando una tórtola que anida en una peligrosa intersección de cables.