Ciudad de México. “O abrimos o morimos”, sentencian centenas de restaurantes en la Zona Metropolitana del Valle de México en una carta dirigida a Claudia Sheinbaum Pardo, jefa de gobierno de la Ciudad de México y a Alfredo del Mazo Maza, gobernador del Estado de México. El riesgo es que este viernes 8 de enero las autoridades decreten un nuevo ciclo de semáforo rojo, dado el incremento en la ocupación hospitalaria debido a Covid-19.
“Llegamos al límite. Hay mucha deuda”, dice en entrevista con La Jornada, Manolo Ablanedo, de Grupo Fishers y vocero del movimiento restaurantero. Explica que la primera etapa de confinamiento, durante el año pasado, agotó los ahorros de estos negocios y la falta de ingreso devino en una “pelota de endeudamientos”. Se debe en rentas, a proveedores y ahora también se tiene encima el pago de créditos bancarios que se pidieron para enfrentar la crisis.
Los nulos apoyos gubernamentales, sumados al impedimento de vender consumo en los locales bajo semáforo rojo, llevaron “el agua hasta el cuello” en la industria restaurantera, expresa el empresario. Extender más tiempo esta condición significa “el cierre total de miles de restaurantes” de manera permanente, advierte.
En la carta enviada a Sheinbaum Pardo y Mazo Maza, se destaca que la industria genera 5.6 millones de empleos directos e indirectos a nivel nacional. Según cálculos del sector se habrán perdido 450 mil derivado de la pandemia. En la Zona Metropolitana del Valle de México han bajado la cortina 13 mil 500 establecimientos, de acuerdo con lo publicado.
“Los periodos de gracia con nuestros acreedores se han terminado. Tenemos el agua hasta el cuello porque debemos seguir pagando impuestos, licencias, servicios etc., y con las puertas cerradas es imposible, ya no sólo pagar las deudas, sino sobrevivir”, advierten en el desplegado.
Ablanedo explica que en la primera etapa de la pandemia, algunos establecimientos pudieron mantenerse por medio de entregas a domicilio, pero muchos no pudieron hacerlo porque sus productos no lo permitían. Se logró un apoyo en rentas y con proveedores. “Las condiciones fueron no pagar hasta que se pudieran reabrir los negocios”.
Sin embargo, posteriormente, el 30 por ciento de ocupación –que fue uno de los requisitos con los que se permitió que los restaurantes abrieran en semáforo naranja- representaron ventas para mantenernos abiertos, más no ganancias. Con esas condiciones “un restaurante no logra salir del estado de equilibrio, sigues endeudándote, pero bueno, ya con un poco más de flujo”, comenta.
“No hemos recibido crédito, ningún apoyo, ningún acercamiento con las autoridades”, reprocha. En ese sentido, lo que se pide es una mesa de diálogo con los gobiernos de ambos estados. “Que entiendan que los restaurantes no somos una fuente de contagio. El mejor ejemplo fue ahora en el cierre. Ellos nos cerraron en diciembre y todo los demás siguió abierto, todo, y ha subido la curva de contagios como nunca. Entonces nosotros no somos la fuente de contagio”, recalca.
Ablaneda dice que si bien se ha dado un apoyo de 2 mil 200 pesos a meseros en la Ciudad de México, el cierre de restaurantes golpea al empleo directo dado por este sector, pero también a la cadena de suministro. Estos negocios consumen a centros comerciales y a mercados de alimentos. Paradójicamente, son los proveedores los que mantienen a flote al sector. La industria de bebidas alcohólicas “está volcada hacia nosotros (...) nos ha apoyado más que el gobierno”, concluye.