Caracas. Casi a las dos de la mañana, hora de Caracas, la autoridad electoral venezolana dio a conocer que la participación electoral fue de apenas 31 por ciento. Como incluso la oposición esperaba, el madurismo se declaró vencedor con 67.6% de los votos, según el reporte que leyó Indira Alfonzo, presidenta del Consejo Nacional electoral.
La oposición “tradicional” alcanzó apenas 17.95% y la disidencia de izquierda no rebasó la barrera del 3 por ciento.
La lectura de estos resultados fue atestiguada por personajes como los ex presidentes Rafael Correa y Evo Morales.
El chavismo se apresuró a festejar los resultados. “No hicieron nada, sino mucho daño al país”, dijo Diosdado Cabello, en una celebración que se debe matizar con los siguientes datos: hace cinco años, la participación fue de 71 por ciento.
Antes de esos resultados de última hora, lo que sigue fue lo que ocurrió en una jornada complicada como toda elección de Venezuela.
No hay dudas sobre la sinceridad del hombre que habla. Ha sido alto funcionario de los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro. No tiene sino comentarios despectivos para los dirigentes opositores que considera responsables principales de la crisis política y social de Venezuela. Pero también tiene ojos.
Pasamos al lado de una nevería. La fila a reventar. “Mira, aquí hay más gente que en los centros de votación… para tu crónica”.
Con elecciones cada año, los venezolanos parecen acostumbrados a las largas colas para ejercer su derecho. Este domingo no hay esas filas de diez en fondo. En dos recorridos por centros de votación, a diferentes horas, es posible observar que la elección de los nuevos integrantes de la Asamblea Nacional, el congreso unicameral, no entusiasma a las mayorías.
“Con esta elección estamos moviendo una pieza en el tablero. Ahora le toca a la oposición”, dice una fuente del gobierno de Maduro.
Tal pieza ha sido movida con la ayuda del ex presidente español José Luis Rodríguez Zapatero, quien hoy pide a la Unión Europea modificar su postura de no reconocer estas elecciones.
Zapatero es, según fuentes del gobierno, el promotor principal de una salida que, vista la polarización, suena disparatada: que el gobierno madurista incorpore opositores en el gabinete para “cogobernar”.
“Sabemos que ya no sirven la imposición ni las sanciones. Sólo sirven el diálogo y los votos, el encuentro y la deliberación democrática”, dice Zapatero, sumando puntos a su papel de demonio a los ojos de la derecha.
No hay que olvidar, en este punto, que la oposición de derecha promovió opciones que incluían la intervención militar extranjera en su propio país. Sálvenos Donald Trump, pues.
El asunto, dicen los eruditos, es multifactorial.
Uno: el bolívar, la moneda, es ya un recuerdo que sólo sirve para dar cambio, como aquellas moneditas de nuestras crisis mexicanas que no compraban ni un caramelo. Solo que aquí son billetes con la cara del Libertador y un número: 50 mil bolívares.
Otro punto en la cantaleta multifactorial: no hay gasolina, o hay tan poca que muchos sacrificados ciudadanos prefieren hacer filas que pueden durar días para dar de beber a sus automóviles
La oposición más significativa decidió no participar, en su lógica de “gobierno paralelo” encabezada por Juan Guaidó, que llevó las expectativas de “salir de Maduro” y luego se fue consumiendo en sus propias torpezas y en cálculos que no se hacían en Caracas sino en Washington.
Guaidó, que tiene “embajadores” en varios países, llamó a la abstención y ha convocado a una consulta, a celebrarse el próximo domingo
El bloqueo estadunidense, sumado a los errores del madurismo, ha llevado a un sector de los venezolanos a situaciones de miseria impensables en un país que apenas hace unos años acogía migrantes y hoy los lanza a Chile, Argentina, México y otras naciones.
A lo largo del día, las narrativas oficialista y opositora se confrontan en las redes sociales. Del lado opositor abstencionista se dice que el Consejo Nacional Electoral (CNE) anunciará una participación de alrededor de 20 por ciento. Desde el bando madurista creen que menos de 30 por ciento sería una derrota.
En las propias filas del oficialismo hay voces que consideran un error que Maduro haya convertido esta elección en una suerte de referéndum sobre su propia gestión. Hace unos días, el “presidente obrero” reiteró a los medios locales: “Si ganan las elecciones parlamentarias de este 6 de diciembre me retiro, pero si ganamos, vamos para adelante con el pueblo”.
Un alto funcionario del gobierno lo pone de esta manera: “En el tablero esta fue nuestra jugada; ahora vamos a ver qué pieza mueve la oposición”.
Y cuando dice oposición no se refiere a las fuerzas que participaron en esta contienda, sino al llamado G4, es decir, los cuatros partidos opositores con mayor poder de convocatoria, donde se inscribe la opción del “presidente” Guaidó.
Varias estampas de la votación dibujan el momento venezolano.
A dos calles de un centro de votación, en la céntrica parroquia (barrio) San Agustín, truenan las bocinas con una canción que reza: “Con Chávez y Maduro, el pueblo está seguro”.
Tras las cortesías de rigor, que incluyen el clásico “¡mexicano!” cariñoso, Deimy Álvarez, líder del PSUV en la parroquia San Agustín, una mujer de 36 chavista desde adolescente, resume la contienda de aparatos, no exclusiva de su preferencia política:
“La participación es muy buena… tenemos jefe de comunidad, jefe de calle, en esta parroquia (barrio) tenemos instalados 57 puestos de comandos comunales donde se chequean los votos duros del chavismo y se movilizan desde la calle hasta el centro electoral y después se le escanea su carnet de la patria y se anota el código del carnet del PSUV, para nosotros garantizar la movilización de la maquinaria y del voto chavista.
Sigue: “Esta es una parroquia chavista, aquí no perdimos ni la reforma (2007) ni la elección de la asamblea en 2015 y aquí nosotros estamos garantizando la salida de los votos duros, que aquí es de 80 por ciento”.
Hace siete años, Nicolás Maduro se bañó de pueblo en Catia, un barrio chavista que siempre presumían a los visitantes extranjeros.
Pero este domingo no hubo largas filas ni multitudes a la espera del presidente. Hasta pasado el mediodía, los voceros del gobierno guardaban silencio sobre el acto de votación del presidente.
Un militar de bajo rango, a eso de las 9 de la mañana, dijo: “El presidente ya votó, en el Fuerte Tiuna”.
Después del fallido atentado de los drones, la decisión se explica, pero tampoco ayuda a favorecer la popularidad de Maduro que anda, según sus propios seguidores, en el rango de 15 por ciento.
Las prioridades y las líneas de mando parecen claras. Antes de la medianoche, el Consejo Nacional Electoral no había dado los resultados oficiales, pero ya el mando militar, en la voz del poderoso general Padrino López, había adelantado una jornada sin sobresaltos.
Tras anunciar que solo diría unas cuantas palabras, hizo un largo discurso claramente político contra el terrorismo, la subversión y la “anti patria”.
Prioridades de la “unión cívico militar”, vaya.
El bando opositor que endiosa a Trump guarda silencio con excepción de su campaña en redes para desacreditar la elección.
Ya es muy tarde, y tras la arenga del general Padrino, las calles se quedaron vacías, al menos en el pedacito de Caracas que un mexicano puede mirar.
VIDEO: El chavismo obtiene el 67% de los votos con un 31% de participación