Chilpancingo, Gro. Al cumplirse un año del secuestro y asesinato del dirigente del Frente Popular de la Montaña (FPM), Arnulfo Cerón Soriano, el Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan destacó que Guerrero “se ubica en el tercer lugar en cuanto a número de fosas clandestinas (halladas), que es de 383 y el quinto lugar en cuanto al número de cuerpos exhumados, que asciende a 563”.
Tlachinollan recordó que “en plena fecha de la gesta revolucionaria, muchos indígenas de la Montaña, que perdieron la vida luchando por la tierra y la justicia en el campo, los familiares y compañeros de lucha del defensor Arnulfo Cerón Soriano, encontraron su cuerpo en una fosa clandestina, a más de tres metros de profundidad”.
Fueron 40 días de agonía “desde aquella noche tétrica, cuando salió de su domicilio y quedó atrapado por un grupo de la delincuencia organizada. La decisión estaba tomada para privarlo de la vida y sepultarlo en un lugar donde nadie lo encontraría. Utilizaron una retroexcavadora para no dejar huella de su infamia. Con las toneladas de tierra encima y el terror infundido entre la población, los malhechores confiaron en su poder destructor, creyendo que nunca encontraríamos su cuerpo”.
Personal de la Fiscalía General del Estado, la Comisión Nacional y Estatal de Búsqueda; su familia y el FPM llevaron a cabo jornadas de búsqueda en barrancas, basureros y parajes, donde se han encontrado otros cuerpos de personas desaparecidas “lograron dar con el punto exacto en una calle dentro de un terreno de la colonia El Ahuaje, ubicado en la periferia del Tlapa”.
La organización aseguró que hasta octubre de 2009 registró 100 asesinatos y 23 personas desaparecidas. Arnulfo (Cerón) fue desaparecido el 11 de ese mes y año. Lo obligaban a que dejara el activismo social o de lo contrario lo matarían. Al mismo tiempo, personal del ayuntamiento de Tlapa emprendió una virulenta campaña de desprestigio en su contra, por las movilizaciones que encabezaba, exigiendo obras públicas y otros derechos para las comunidades campesinas y vendedores ambulantes.
La historia de las personas desaparecidas “nos remite al periodo de la guerra sucia, en la década de los setenta, cuando hubo 600 casos, sin que las autoridades federales hayan dado con su paradero y mucho menos investigado al Ejército, que fue el principal responsable de estas graves violaciones a los derechos humanos”.
Es un continuum de impunidad “que se acrecienta con la violencia delincuencial que se ha infiltrado en algunos cuerpos de seguridad, y que cuenta con el apoyo de elementos castrenses.
Desenterrar el cuerpo de Arnulfo significó “la recuperación no solo de sus restos, sino la reivindicación de su identidad como defensor comunitario; de preservar su memoria y su legado, y de ser un referente importante para las familias que fatídicamente han llorado en silencio por la desaparición de sus seres queridos”.
La tarde del viernes familiares y amigos “honraron a Arnulfo Cerón con arreglos florales y veladoras; una de las hermanas del defensor dijo: Como el día de hoy, a la una de la tarde, encontramos el cuerpo de mi hermano Arnulfo Cerón. Lo que queremos como familia es que no se olviden de él, quien luchó y dio la vida por los presos políticos, por la gente más necesitada en la Montaña.
“Lo único que exigimos es justicia por la muerte de mi hermano; nos lo arrebataron. Mi madre le decía: ´hijo ya no andes en la lucha porque te puede pasar algo´. Pero él le respondía que se encomendaba a Dios y que no pasaba nada. No tengo miedo a morir luchando por los pueblos”.
A un año de su asesinato, “exigimos al gobierno estatal y federal que los culpables materiales e intelectuales sean sancionados con todo el peso de la ley y se repare el daño de manera integral a la familia, estableciendo medidas de no repetición”, concluye el comunicado de Tlachinollan.