Moscú. Dentro de dos semanas, cuando se celebre la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, Moldavia puede salirse de la órbita de influencia de Rusia si la candidata más votada el domingo anterior, la política pro occidental Maia Sandu, con 37 por ciento del voto, vuelve a imponerse al actual mandatario pro ruso, Igor Dodon, que sacó el 33 por ciento.
La llave del desenlace de esta pugna de dos proyectos de país la tiene el tercer aspirante más votado, el controvertido empresario Renato Usati, que obtuvo 16 por ciento y podría exhortar a sus seguidores a votar por uno u otro candidato.
En los próximos días, en un estira y afloja sin reflectores, sabremos de qué lado se inclina la balanza, pero a la fecha –tomando en cuenta la trayectoria de abiertos enfrentamientos de Usati con Dodon– parece más lógico que ofrezca su apoyo a Sandu.
En ese caso, el triunfo de Sandu puede poner fin al equilibrio moldavo en sentido contrario a los intereses de Rusia, si bien cualquier presidente debe tomar en cuenta que un sector importante de sus compatriotas no comparte la intención de estrechar relaciones con la Unión Europea y, sobe todo, la posibilidad hipotética de iniciar el procedimiento de unificación con Rumania.
Además, aunque Rusia ha desempañado desde años un papel determinante para garantizar la paz en el irresuelto conflicto de Transdniester, es de suponer que Sandu va a tratar de reincorporar a Moldavia la república separatista hasta ahora no reconocida por nadie o, al menos, de poner fin ahí a la presencia militar rusa.
Entretanto, en Georgia, donde el partido en el poder Sueño Georgiano –según los resultados de las legislativas del sábado anterior–, obtuvo entre 85 y 90 de los 150 escaños del Parlamento puede formar gobierno sin establecer alianzas.
Sin embargo, en la práctica, el Sueño Georgiano no podrá aprobar ninguna ley esencial que requiere mayoría calificada de tres cuartos de los diputados, porque los 60 o 65 parlamentarios que tendrían 8 de los 9 partidos que superaron la barrera para el reparto de las curules de representación proporcional no reconocen su victoria y rechazan entrar a la Cámara, paralizando el funcionamiento del Legislativo y poniéndolo al borde de la disolución.
La oposición georgiana continúa protestando en el centro de Tiflis y exige que se repitan las elecciones.