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Por Una Certeza Del Futuro/ Víctor Flores Olea

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A un día de las elecciones, Donald Trump sigue buscando desacreditar a su adversario político, Joe Biden. Foto Ap
02 de noviembre de 2020 08:00

Ciudad de México. Hace muchos años que no había tantas dudas, y tanta zozobras y vacilaciones, inclusive con una buena dosis de escepticismo y de espíritu negativo, sobre una elección en Estados Unidos, como ésta que tendrá lugar en ese país el próximo martes 3 noviembre. Desde el principio del año los partidarios del actual presidente Donald Trump proclamaron que sólo un gran fraude electoral impediría que su candidato obtuviera la presidencia. La amenaza inmediatamente sonó en sentido inverso: Donald Trump sí sería capaz de cometer un fraude o de desconocer el resultado legal de las elecciones, su espíritu exaltado conminaba entre las irregularidades de carácter que se le atribuían con sus asperezas temperamentales que muchos no vacilaron en considerarlo capaz de un golpe de Estado, sin excluir un autogolpe.

Desde luego, una de las mayores incertidumbres que ha vivido el electorado estadunidense es la ausencia e una expresión mínima programática de la parte de Donald Trump, lo cual ha sigo también característica de los candidatos o partidos golpistas. Por el contrario y por fortuna, en los dos o tres últimos días se ha hecho otra vez presente el programa político del adversario demócrata de Trump, Joseph Biden, quien ya fuera el vicepresidente de Barak Obama y que ha vuelto a recordar y actualizar la columna vertebral de su programa político, asentado sobre el texto aprobado por el partido demócrata en marzo de 2020 intitulado ¿Por qué los Estados Unidos deben dirigir nuevamente?, en una tribuna precisamente orientada a analizar la personalidad de Joseph Biden.

Ahí se comprueba nuevamente que “el sistema international que Estados Unidos ha construido tan cuidadosamente está a punto de fisurarse. En el texto se oponen los triunfos logrados por su país: la victoria en la segunda guerra mundial, la caída del muro de Berlín-con sus rasgos de debilidad que han definido el orden internacional liberal en sus versiones bipolar (1947-1991) y unipolar (1991-2008). El vicepresidente del expresidente Obama admite que algunos de los graves males estadounidenses radican en el fracaso del sistema educativo general y en la desigualdad de acceso a los cuidados de la salud, pasando por el fracaso de la política penitenciaria que hoy son de naturaleza interna. Pero no se insiste menos en la importancia de uno de los primeros argumentos de la influencia de Estados Unidos en el mundo, deteriorados gravemente por la administración Trump, y que por tanto esa influencia debe ser restaurada prioritariamente, “no solamente por el ejemplo de nuestro poder sino por el poder de nuestro ejemplo”.

Para los Estados Unidos, por consecuencia, no parece hacer otra salida que la reconstrucción de un orden internacional en el cual la presencia de Trump haya sido sólo un paréntesis destructivo. Este orden debe ser únicamente “reconstruido y no “repensado”. No parece haber otra solución, desde el punto de vista de los demócratas después de pasar por el muy desagradable episodio de Donald Tremp. Los Estados Unidos, que tienen la lógica de la fundación original, serían entonces los promotores y realizadores únicos de este proyecto reconstructivo.

Para los demás países, México incluido, la conclusión final no es por supuesto enteramente admisible, ya que sería lo mismo que aceptar un orden imperial ordenado y gobernado por la principal potencia, sin la menor contribución del resto de la comunidad internacional. Sólo uno contaría y los demás quedarían algo así como en la “banca”, en el papel de mirones y paralíticos, sin posibilidad de participar en alguna medida en el nuevo curso de la política internacional.

Debe decirse, sin embargo, que el propuesto plan político del candidato demócrata no se queda allí, sino que en realidad añade una multitud de compromisos democráticos, con distintas asociaciones y organismos democráticos de muchas partes del mundo que deberían asegurarnos mínimamente y del más diferente modo que el candidato Joe Biden cumplirá ciertamente con las principales reglas de oro de una ideología y de una práctica democráticas a toda prueba. Además, con un adversario al frente de la catadura de Donald Trump básicamente la elección de Estados Unidos se ha quedado prácticamente sin nadie que escoger ¿O es Biden o es el fascismo más elemental, como son todos los fascismos, pero imagínense en manos de Donald Trump, al que ya hemos visto aterrados durante un cuatrienio.

“Debe decirse que, sin embargo, en este tiempo Estados Unidos está obligado, por decirlo así, a poner en segundo término los desafíos de país a país, de entidad a entidad: Mientras tanto, los desafíos globales que enfrenta Estados Unidos, desde el cambio climático y la migración masiva hasta la disrupción tecnológica y las enfermedades infecciosas, se han vuelto más complejos y urgentes, mientras que el rápido avance del autoritarismo, el nacionalismo y el antiliberalismo ha socavado nuestra capacidad para enfrentarlos colectivamente.

La franca insistencia de Biden en su compromiso político con la democracia, teniendo al frente a un protofascista consumado como Donald Trump, nos disipa mucho los temores que pudiéramos tener sobre el sentido del voto mayoritario en Estados Unidos en sus próximas elecciones presidenciales. Un elemental sentido del equilibrio en la historia, como una aventura, o una gesta de la humanidad en que también ha de salir triunfante, nos hacen pensar que el resultado de las elecciones será en favor de Joseph Biden, el candidato demócrata. Y que incluso después será capaz de corregir o llenar las ausencias que presente. Ojalá sea así, fervientemente.

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