El cambio de horario se instauró en 1996, durante el gobierno de Ernesto Zedillo, mediante un decreto, con el objetivo de ahorrar energía eléctrica haciendo mejor uso de la luz natural.
Algunos críticos de esta medida señalan que el horario de verano en México se puso en marcha –como en más de 80 países– por influencia de Estados Unidos.
Con el cambio los días tendrán menos tiempo de luz natural y parecerán más cortos, ya que anochecerá antes. Según algunos especialistas el cambio de horario provoca estrés en algunas personas.
Estudios de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) confirmaron que atrasar o adelantar el reloj puede afectar al rendimiento físico, emocional e intelectual de las personas.
Por razones turísticas y económicas, Sonora y Quintana Roo no participan en los cambios de horario que se hacen en verano e invierno.
Además, hay 33 municipios fronterizos que tampoco deben cambiar su horario este día ya que suelen aplicar el cambio unas semanas antes que el resto del país, porque están sincronizados con el cambio de horario en Estados Unidos.
De acuerdo con los datos más recientes del Fideicomiso para el Ahorro de Energía Eléctrica, en 2018 con la aplicación del horario de verano se obtuvo un ahorro en consumo de 945.29 gigavatios/hora y un ahorro económico de mil 359 millones de pesos. Adicionalmente, se evitó la emisión de 498 mil toneladas de dióxido de carbonos (CO₂).