Roma. La exposición Los mármoles Torlonia: coleccionar obras maestras, una selección de 92 obras de entre 620 que conforman la colección Torlonia, abrió el 14 de octubre y permanecerá hasta el 29 de junio de 2021 en la Villa Caffarelli, nueva sede expositora de los Museos Capitolinos.
Ésta es, según apunta el cocurador Salvatore Settis (junto con Carlo Gasparri), el mayor acopio privado de arte antiguo en el mundo
, mismo que quedó inaccesible al público por decenios. Es la última de las colecciones principescas de Roma (siglo XIX) y de entre las más reconocidas a escala internacional desde entonces.
La exhibición anticipa la creación de un museo permanente para la colección, en una sede aún por definirse, en acuerdo y colaboración con el Estado italiano.
Los Torlonia eran una familia francesa de origen campesino. Marin Tourlonias (1725–1785) llegó a Roma acompañando a un prelado francés, como su servidor. Su enriquecimiento se inició cuando Marin, tras la herencia de un cardenal, puso una tienda de telas en la plaza de España y un pequeño banco anexo. Su hijo Giovanni (1754–1829) se dedicó a la actividad bancaria que, apoyada por el papado, convirtió pronto a los Torlonia en la familia más rica y poderosa de Roma de su tiempo.
El rápido ascenso social necesitaba ser legitimado, y lo hicieron contrayendo nupcias con la aristocracia, comprando palacios, títulos nobiliarios (príncipes) y, naturalmente, creando una colección de arte no sólo antigua, sino contemporánea (incluso, por ejemplo, obras de Antonio Canova).
La fiestas mundanas a las que asistía la aristocracia local y europea generaban estupor por la cantidad de obras en sus palacios.
Stendhal lo recuerda en sus diversos viajes realizados a Roma entre 1802 y 1829, al decir que el palacio de los Torlonia, en plaza Venecia (destruido en 1901), brilla con todas las cosas bellas que el banquero más rico de Roma ha sido capaz de reunir
. No por ello lo describió con un cierto desprecio como ex comerciante, que sólo tenía dos pasiones: el dinero y las artes
(Promenades dans Rome).
Pero lo que deslumbró al escritor francés era tan sólo la antesala de lo que llegó a ser la colección con Alessandro (1800–1886), hijo de Giovanni, fundador del Museo Torlonia (1875), ubicado en Trastevere en Roma. Pasados 10 años desde su apertura, el conservador Carlo Ludovico Visconti recordaba en el catálogo enteramente ilustrado con fototipos con cada pieza de la colección (publicación sin precedente), que no podía considerarse una persona culta en Europa quien no conociera la colección Torlonia
.
Aunque el acervo fue creado con un objetivo autocelebrativo, existió también, según argumenta Settis en el catálogo, un impulso cívico, educativo e incluso patriótico. La anexión de Roma al Reino de Italia en 1871, si bien completaba el proceso de unificación, fue desastrosa en términos de dispersión patrimonial. El mérito de la colección Torlonia fue que lo resguardó evitándolo. Muchas de las mayores familias aristocráticas se habían desplomado y sus bienes fueron vendidos a los grandes museos estadounidenses y europeos, donde hoy se encuentran. Italia no contó con una ley que lo impidiera hasta 1909.
-Viaje al origen del coleccionismo-
El acervo Torlonia está formado por retratos comunes (como El viejo) e imperiales, sarcófagos, estatuas de figuras mitológicas, animales y una sola estatua en bronce encontrada, como otras muchas piezas, en excavaciones arqueológicas en latifundios.
El acopio estaba formado además y sobre todo, por antiguas colecciones que adquirió y salvaguardó, como: Albani, Giustiniani, Cavaceppi.
La muestra, dividida en cinco secciones, lleva al visitante por un viaje cronológico inverso, ya que resalta su composición estratificada desde la parte más reciente hasta la última en el Renacimiento, como una matrioska.
La colección Torlonia se conecta así con el origen mismo del coleccionismo. La última sala es la Exedra de Marco Aurelio; en los contiguos Museos Capitolinos han sido colocadas las estatuas en bronce ubicadas en el Laterano, y que el papa Sixto IV donó al pueblo de Roma (1471) en el Campidoglio. El papa lo utilizó para legitimar el poder del papado en la urbe al regresar de Aviñón, queriendo marcar simbólicamente la continuidad del poder con la antigua Roma.
Este acto fundamental marcó el inicio del coleccionismo que antes de la caída de Roma no había tenido interés. El aumento paulatino de las piezas en el Campidoglio se cristalizaría en el nacimiento del primer museo público del mundo, fundado por el papa Clemente XII en 1734.
Así se completa el viaje, en el que cada pieza permite no sólo un goce estético, sino la comprensión y diferenciación en el tiempo del coleccionismo y la restauración del arte antiguo italiano.