Guadalajara, Jal. Marco Antonio Rodríguez Murillo (Mérida, Yucatán, 1986) fue designado ganador de la quinta edición del Premio de Literatura Ciudad y Naturaleza José Emilio Pacheco por su poemario Tal vez el crecimiento de un jardín sea la única forma en que los muertos pueden hablarnos.
Esa reflexión poética entre muerte y resurrección, en la materia que se transforma a través de la fotosíntesis y que su autor dice le costó años traducir a palabras, le valió a Rodríguez también 10 mil dólares que le serán entregados el 5 de diciembre próximo en la edición especial en línea de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
El jurado, integrado por Elisa Díaz Castelo, Pura López Colomé y Hernán Bravo Varela, dijo en su acta que la obra de Rodríguez Murillo es “un poemario sólido, profundo, anclado en la palabra y sus múltiples significados, en la travesía de la imagen poética”.
En esta edición, dedicada a la poesía, se recibieron 134 trabajos de Argentina, Chile, Colombia, Ecuador, España, Estados Unidos, Francia, México, Puerto Rico, Suecia, Uruguay y Venezuela.
Cristina Pacheco, en su calidad de presidenta del comité de honor del premio y viuda de José Emilio, durante la conferencia de prensa telemática que la FIL organizó para dar a conocer el resultado dijo que estaba ansiosa por leer el poemario ganador, convencida de que su autor es una persona sincera que habla de forma natural y deja la poesía para cuando escribe.
“José Emilio diría si supiera que los escritores jóvenes están participando cada vez más: La palabra es la herramienta más prodigiosa que podemos tener. Hay que conservarla como se debe conservar a la naturaleza y desde luego nunca traicionar, que las palabras equivalgan a un pensamiento, a un sentimiento, a una realidad tangible”, dijo.
“Hoy son horas amargas en las que tenemos algunas escapatorias, compensaciones: el trato personal, la música o la literatura que nos permite vivir en otro mundo, ser otra persona y encontrarnos con personas a las que quizá nunca antes vimos o volvamos a ver”, agregó.
Fotosíntesis Yucateca
Enamorado de la poesía de Emily Dickinson por la “elocuencia de su soledad”, Marco Antonio Rodríguez afirmó que ella coleccionaba plantas, tenía un libro donde guardaba hojas y algunas otras muestras del campo, lo que a él le parece fue el primer gran libro de poesía de la estadunidense.
“Para que haya poesía no es necesario usar palabras, hay otros medios”, dijo.
Explicó que el poemario ganador está lleno de las inquietudes de a dónde vamos cuando morimos, el gran vacío que tiene la humanidad respecto a ese tema, porque en la manera que se responda a dicho vacío entonces se podrá saber cuál es el significado de nuestro paso por la vida y “qué es lo que tenemos que hacer en este planeta”.
En ese sentido y sabedor de que la materia no se crea ni se destruye, el gran proceso de reciclaje en la tierra se resume en la fotosíntesis, “aquello que organiza la naturaleza y hace crecer todo en este planeta, se parece a la inspiración divina y sin él no hubiera conciencia”.
Negó que hubiera escrito el poemario pensando en el Premio de Literatura Ciudad y Naturaleza José Emilio Pacheco, sino al contrario, cuando ya lo tenía terminado se enteró del certamen convocado por la Universidad de Guadalajara mediante el Museo de Ciencias Ambientales del Centro Cultural Universitario en colaboración con la FIL Guadalajara.
En su acta, el jurado también señaló que el autor se vale de todos los recursos estilísticos a su alcance y logra una transustanciación del poema en cita y de la cita en poema, creando un personaje paralelo, ajeno (sólo en apariencia) al yo conductor. Julia teje y desteje este tapiz con hilos de distintos subgéneros literarios para conformar un canto tradicional y contemporáneo a la vez”.
En su primera edición, el Premio de Literatura Ciudad y Naturaleza José Emilio Pacheco estuvo dedicado al género de la poesía, y los mexicanos León Plascencia Ñol y Jorge Gutiérrez Reyna recibieron el galardón ex aequo.
La segunda edición tuvo al cuento como protagonista y fue obtenida por la argentina Brenda Becette, por su obra La parte profunda. El venezolano Santiago Acosta, con su poemario El próximo desierto, fue acreedor al galardón en su tercera edición.
En 2019 Claudia Cabrera Espinosa recibió este reconocimiento por su libro Posibilidad de los mundos.