La esquizofrenia de la guerra interna invade nuestra conciencia social, el corazón de los salvadoreños. Un cineasta mexicano elige nuestro pulgarcito errante, desgarrado, para un documental de dos horas con 20 minutos. Dice mucho. Antes de esta gesta tiene ya mundializada Reed: México insurgente.
Paul ve más allá de la imagen que filma con el apoyo de dos camarógrafos salvadoreños, después cineastas: Guillermo Escalón y Manuel Sorto. Pero Historias prohibidas de pulgarcito no tenía condiciones para exhibirse en El Salvador. No es sino hasta 2016 que se recupera la versión original en 16 mm y Paul Leduc dedica una nueva versión de una hora 20 minutos, trasladando el film original de 16 mm a digital. Por ese acto solidario, se exhibe por primera vez en 2017, en ocasión de los 25 años de la firma de los Acuerdos de Paz, en la Universidad Francisco Gavidia-UFG, en San Salvador en una iniciativa del ICTI-UFG Instituto de Investigación Tecnología e Innovación.
El Salvador no tiene memoria histórica. Mucho menos va a tener identidad nacional que permita reconciliarnos. El filme de Leduc toma escenas e instantes dramáticos del último intento de diálogo. Su virtuoso don de selección de imágenes refleja la tenacidad de trabajo, de la vida en barrios y contrastes inusitados del mercado de la ciudad.
Mantuvimos comunicación por correo. Esta carta, epistolar de ciudadano, es para agradecerle a Leduc todas las joyas fílmicas que deja su herencia cultural. Compartir imágenes para recrear, porque él siempre ve más allá de la imagen que filma y no termina de contar todo lo que podía seguir filmando.
Con un abrazo de siempre, de un amigo del pulgarcito de América, frase de Gabriela Mistral que nos universaliza.
Eduardo Sancho o Fermán, como me identifica
San Salvador, 22 de octubre de 2020