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"Que se salven los que puedan", la frase de consuelo entre capitalinos

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En el metro Pantitlán, pululan los incrédulos que siguen sin usar cubrebocas a pesar de la aglomeración, mientras en el Centro la gente acudió a hacer sus compras con normalidad. Foto José Antonio López
24 de octubre de 2020 10:14
Ciudad de México. A casi ocho meses de que se registró el primer fallecido por Covid-19 en la Ciudad de México, los capitalinos que por miles salieron ayer a las calles coinciden en que ¡sobrevivan los que puedan!, porque no hay vacuna ni cura, tampoco medicamentos y menos la certeza de que una persona joven y sin padecimientos como obesidad, diabetes e hipertensión escape de la muerte si se contagia.

Aunque la capital sigue en semáforo epidemiológico color naranja, este viernes parecía un día como el de hace un año, con la vieja normalidad. Los grandes ausentes: la sana distancia y el gel antibacterial. Mientras que el cubrebocas la mayoría de los transeúntes lo tocan, se lo quitan y vuelven a poner para platicar, responder el celular, tomarse una fotografía o comer.

En recorridos por tianguis y centros comerciales como Plaza Carso, Reforma, al igual que la Zona Rosa, la glorieta de Insurgentes, el Centro Histórico y los Viveros de Coyoacán, así como en las estaciones del Metro Pantitlán, Balderas, Allende e Hidalgo, se constató el incremento en el número de personas que salieron, así como el de vehículos.

No fue quincena, pero el caos vial regresó y a vuelta de rueda circulaban los conductores de automóviles y camiones del transporte público que llevaban personas a pie. Algunos claxonazos y los clásicos cerrones se hicieron presentes, lo mismo en Periférico que en Circuito Interior, Miguel de Cervantes Saavedra, Ingenieros Militares, Legaria y Río San Joaquín.

En el tianguis que se localiza afuera de Plaza Carso, un comensal dijo que es necesario salir a trabajar, dejar atrás el confinamiento para mover la economía y evitar no sólo la pérdida de empleos formales, sino afectaciones en el bolsillo de las personas dedicadas al comercio informal.

Esto no se va a quitar, estamos en manos de Dios

Norma Miramón, quien vende tacos y birria en ese lugar, se sinceró: Ya que nos dejen como en la película. A ver quién sobrevive, el que pueda o el más fuerte. Encerrarnos otra vez no está bien, porque vienen el estrés y la enfermedad. Esto no se va a quitar, simplemente hay que seguir cada uno con las medidas de seguridad, dijo la mujer con su cubrebocas bien colocado. Sobre Paseo de la Reforma familias completas disfrutaban de la exposición Maxicráneos y aprovechaban para comprar alguna artesanía a uno de las decenas de puestos de vendedores que se colocaron con motivo de la celebración del Día de Muertos.

Una señora proveniente de Oaxaca dijo estar de vacaciones en la capital y que viajó junto con su familia en autobús. Al preguntarle si no tenía temor a contagiarse, respondió: Estamos en las manos de Dios, que Él decida.

José Miguel señaló que no usa cubrebocas porque no estaba en un espacio cerrado, mientras se tomaba una selfi con su esposa e hijos, con quienes se trasladó desde Tultitlán en el Tren Suburbano, y también rechazó volver al encierro: Eso es lo que te enferma, porque te deprime y te bajan las defensas.

Otros jóvenes que viven en Iztapalapa mencionaron que tenían meses de no verse y decidieron encontrarse en los cráneos gigantes para después tomar una cerveza en un local de la calle Génova, donde la música a todo volumen y el comercio ambulante forman parte del paisaje en tiempos de pandemia.

Afuera de la estación del Metro Allende, en la calle Motolinía, no se practica la sana distancia y mucho menos a la hora de la comida en el local de tacos de pastor La Victoria, donde se aglomeran los comensales mientras escuchan la música de un grupo de invidentes.

En tanto, policías que resguardan parques y otros lugares públicos han enfrentado la necedad de la gente porque no respetan las disposiciones. En los Viveros de Coyoacán, comentó Ramiro, sólo se permite el ingreso de 600 personas, cuando se cierra la puerta para esperar que salgan muchos se saltan por otras puertas y los que hacen fila a fuerza quieren pasar.

Diana Manzo, quien acudió al Centro Histórico, comentó que se está haciendo cotidiano acudir a restaurantes, gimnasios y al cine: La gente ya no quiere esperar porque el Covid no tiene para cuándo irse.

Son las 19:38 y los visitantes abandonaron el Zócalo, pero sólo para ir a la Alameda Central y sus alrededores, porque las calles son su área de esparcimiento; para los integrantes de un grupo de acróbatas –que juntaron a más de 60 personas– fue un buen día para mostrar sus movimientos.

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