Ciudad de México. Comprometida y arriesgada, Bertha Navarro es la más importante productora de cine en México. Sus filmes, dirigidos por excelentes realizadores, han sido reconocidos internacionalmente, tanto como ella, que ha sido galardonada, incluso, con el Ariel de Oro de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas.
En sus inicios, formó parte de una generación de cineastas que, con poco, hizo mucho, como Paul Leduc, pilastra esencial del séptimo arte en México, el cual ayer, dejó el plano físico. Bertha no sólo compartió lo intenso del trabajo en un plató con Leduc; también parte de su vida.
Recuerda a La Jornada en una breve charla lo que la flechó de ese personaje excepcional: “fue su talento... era un hombre que me estaba abriendo un mundo: el del cine. Todo eso me enamoró de él… fui muy feliz de haber tenido con Paul a esa hija tan maravillosa, Valentina”.
Bertha se refiere a Valentina Leduc, dedicada también al cine.
Pocas palabras se emiten de Navarro, pues su alma acababa de recibir, minutos antes, el impacto de la ausencia del cineasta: es mejor que se hable de él
, y tras una profunda respiración lo califica: Paul era un hombre muy creativo. Un hacedor de películas muy poderosas, perteneció a una generación que planteaba tantas cosas, tantos temas... Lo recordaremos como el gran cineasta.
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En el cine, ha dicho Bertha, la gente quiere verse reflejada, quiere verse cómo es, sus rollos, sus broncas
. De ahí se recobra la importancia de que, ojalá
, las cintas de Paul Leduc se vieran más, para que los jóvenes las conocieran
.
En el set, rememora la productora, Paul escuchaba y se atrevía a montar escenas complejas, de esas rodadas hasta con cámara en mano moviéndose entre la gente, tal como un documental
.
Pertenecíamos a esa generación pujante que observaba lo que sucedía en esa época a nuestro alrededor. Pensábamos y estábamos convencidos que sí podíamos hacer cualquier cosa. Empujábamos y tomábamos decisiones
, comparte Navarro.
Paul “tenía muy claro, siempre, lo que deseaba hacer. Por ejemplo, en Reed: México insurgente se convirtió en los ojos de John Reed”.
Y lo hizo porque la forma como se veía en el cine a la Revolución Mexicana ya estaba muy agotado. Y la manera en que se abordó en Reed... dio un nuevo lenguaje a la realización, con sus tomas y secuencias increíbles que eran parte de una propuesta algo adelantada a su tiempo. Qué decir de los personajes, o trabajar con actores profesionales y con los que no lo eran”.
El caso de ese filme fue la conjunción de talentos, como el de la fotografía del griego mexicano Alexis Grivas, a quien Paul conoció en París siendo compañeros de clase, y a quien le tuvo mucha confianza, así como a Rafael Castanedo, ambos eran realizadores relevantes para el país
. De hecho, Paul, Castanedo y Bertha apoyaron a Grivas en su exilio en México.
“La juventud nos ayudaba mucho. Era esa energía de hacer las cosas. Ese rodaje, de dos meses, fue increíble. Tenía todo: elenco... y una gran cantidad de actores no profesionales… todo era muy equilibrado.
Esa cinta sigue y seguirá siendo una propuesta narrativa única
, como el propio Paul Leduc, quien siempre será ejemplo en el intangible mar de la cinefilia nacional.