Ciudad de México. La cantautora chilena Paz Court se reinventa permanentemente. Lo mismo interpreta jazz que le rinde homenaje a la música de orquesta y los boleros de los años 40 y 50. Ahora, en su más reciente disco, La fuerza, se arriesga y expone ante los géneros latinoamericanos.
El álbum –que será presentado en noviembre en un lugar por confirmar, si las condiciones sanitarias lo permiten–, es el más personal de la artista, radicada en la Ciudad de México desde 2019. Con él, dice, rompió los moldes, se alejó de las estructuras que la encasillaban en un solo lugar y le implicó un proceso de transformación catártico.
Estaba trabajando en medio de la oda vintage y las orquestas antiguas, cuando de repente empezaron a aparecer estas canciones que venían de sus entrañas y sus dolores, así como del estallido social chileno, el año pasado, comentó Court en entrevista con La Jornada.
Al principio me costó encontrarles un lugar. Me preguntaba qué iba a hacer con ellas, ya que hablaban de la oscuridad, la vulnerabilidad y el dolor, temas que nunca habían estado en mi mundo artístico
, afirmó la también autora de los discos Cómeme y Veranito de San Juan.
A pesar de ello, hacer este trabajo ha sido liberador, pues si bien durante el proceso de composición se sintió contrariada, ya que por un lado interpretaba un papel optimista, de amor y sueños, y por otro, esto no se reflejaba en las canciones que componía, sostuvo la también fundadora de la orquesta Florida que funcionó entre 2016 y 2019.
Letras que se van transformando
–¿Por qué se sentía contrariada?
–Si bien en este disco hay canciones muy personales, hay otras en las que me refiero a asuntos sociales, como Pajarillo negro, que habla de los feminicidios, y Somos, que la escribí después de haberme enterado del asesinato homofóbico de una chica. Hay un origen en las letras, pero éstas se van transformando y el contexto les da otro sentido. Luego me di cuenta de que muchas de las cuestiones personales que sentía se debían al neoliberalismo opresor y que el 18 de octubre del año pasado, cuando llegó el estallido social chileno, se vieron reflejados socialmente y entendí que no estaba sola.
–¿Qué cree que significó para Chile la movilización?
–Fue una luz para muchos. Fue una situación muy ambivalente porque al mismo tiempo que había una efervescencia y un empoderamiento de la gente, hubo una represión tremenda, que a muchos nos recordó las historias que nos contaban de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1989).
—¿Platicanos de las fusiones musicales que haces en este disco?
—Quise acercarme al folclor. Una de las inspiraciones más importantes del álbum es Violeta Parra. Por ella entendí lo que significa la canción profunda, honesta y con una crítica social contundente. Encontré la forma de decir las cosas, desde el dolor inmenso hasta la pérdida, la desolación y las injusticias. Pajarillo negro es un huayno; Un día planté una rosa, una tonada chilena; La fuerza, un vals peruano; Lamento, una cumbia chicha, y Somos es un joropo.
—¿Háblanos de la obra teatral que acompaña este disco?
—La puesta en escena habla de un viaje de transformación con el cual nos podemos identificar. Es una obra multidisciplinaria donde hay danza, teatro, música y maping. Soy la única intérprete y se estrenará en 2021. De hecho la presentaremos en el Centro Cultural del Bosque en el Encuentro de fronteras líquidas.