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Ediciones Pentagrama: 40 años de historia

06 de octubre de 2020 08:00

Ciudad de México. Ediciones Pentagrama cumple este martes 6 de octubre 40 años de ser, como ellos mismos dicen, la alternativa musical de México. Su director, Modesto López, cuenta que en estas cuatro décadas han tenidos buenas y malas etapas, pero que nada de lo que han hecho se hubiera logrado sin el apoyo de los amigos, los trabajadores de la empresa y su familia.

Con más de 700 títulos en su catálogo y 13 documentales —comenta en entrevista con La Jornada—, que lo hecho por el sello musical no abarca ni uno por ciento de lo que ocurre en el continente. “Sólo en Ecuador tendría que estar unos dos años trabajando para poder reflejar su música”. Pentagrama es una pequeña muestra de lo mucho que hay que difundir en la región.

Artistas como Lito Nebbia, Luis Enrique Mejía Godoy, Nayeli Nesme, Margie Bermejo, Armando Chacha, Armando Rosas, Los tres Huastecos y Jorge Boccanera, entre otros coinciden: el sello discográfico es un pilar de la música independiente de América Latina.

Incluso, la destacan como uno de los grandes cuidadores del patrimonio cultural mexicano y latinoamericano, pues han cubierto desde su nacimiento un lugar que no existía, al contribuir a la recuperación de la música popular.

En este sentido, el poeta argentino Jorge Boccanera define al sello musical como "una casa donde conviven distintas lenguas y sonidos; una enciclopedia que nos revela el alma de lo popular, a través de sus canciones; un tejido mexicano bordado con notas musicales”.

Durante la charla con Modesto López —vía Zoom—, recuerda cómo surgió Ediciones Pentagrama.

—Surgió en 1980. Yo venía de trabajar durante un año en una empresa independiente llamada Foton. Había estado en Francia, pues quería saber cómo funcionaba Le Chant du Monde, que fue una de las disqueras más importantes de la música alternativa. Grabó a los argelinos y cobijó a muchos exiliados de América Latina y el mundo. Entendía que había que hacer una compañía con ese concepto. Entonces se me ocurrió fundar Pentagrama con el apoyo fundamental de dos grandes amigos: David Bascht y Adolfo de la Huerta, que en aquel momento tenían un estudio llamado Publiservicios, que también daba amparo a las grabaciones que no se pudieran pagar. Ahí creé Pentagrama, en Avenida México 51.

—¿Qué antecedentes existían en ese momento de sellos musicales como el tuyo?

—Discos Pueblo, que fundaron Los Folkloristas y que hoy se llama Fonarte Latino; Nueva Cultura Latinoamericana, de Julio Solórzano y Nueva Voz Latinoamericana, de José de Molina. Pentagrama se suma a estos sellos viendo que existía un espacio para grabar y difundir aquella música que contribuyera de alguna manera a desarrollar el pensamiento del ser humano.

—¿Cuál fue el primer disco que grabaron?

Acalanto, de un grupo de Rosario, Argentina, que estaba de gira por México. Un excelente grupo con el cual seguimos manteniendo relaciones. Pero, cuando saqué el disco el grupo se deshizo, y en vez de estar aquí tres o cuatro meses decidieron regresarse a su país y yo me quedé sin el grupo, sin presentarlo sin nada. Fue terrible, a tal punto que tardé 10 años en terminar de repartir los primeros mil ejemplares. A veces los regalaba en las tiendas para que se difundiera y la gente me decía: “Bueno pero no los conocemos, no están aquí, para que los vamos a difundir”. Después de ellos siguió mucha gente: Betsy Pecanis, Margie Bermejo, Argelia Fragoso y el Cuarteto Argentino de Tango, entre otros. Así estuvimos los primeros cuatro o cinco años hasta que decidí tomar el toro por las astas y hacerme cargo. Me acuerdo que para pagar la primera deuda tuvimos que empeñar el bocho que tenía mi compañera, Marta De Cea. A lo largo de estos años muchas cosas nos han sucedido y tenemos un catálogo de 720 títulos discográficos que abarcan distintos géneros musicales. Le hemos dado una importancia fuerte a la música para niños. Hemos abierto una línea que se llama La palabra, que promueve a los poetas en su propia voz, donde están Juan Gelman, Juan Bañuelos, Ernesto Cardenal, Antonio Preciado y muchos más. Además, hemos hecho 546 producciones especiales, que son discos que se hacen por encargo para instituciones culturales, que no está dentro de nuestro catálogo, pero que sumado a éste son casi mil 300 discos y videos. Hemos editado bastantes libros como el de Amparo Ochoa, Lito Nebbia y René Villanueva. Ahora nos encontramos en una situación crítica no sólo por la pandemia, sino por la desaparición del disco físico, lo cual es una pena. Pero bueno, nosotros seguimos aquí, en la lucha cotidiana. Como decía el escritor argentino Roberto Artl: “El futuro es nuestro por prepotencia del trabajo”.

—¿Ante la desaparición del disco físico, ustedes están buscando alternativas?

—Vamos a seguir editando discos físicamente porque creemos que todavía hay un amplio público que adquiere este producto. No se trata solamente de ponerse los audífonos para saber cómo suena la música, sino hay que estudiar un poco la historia de cada disco. Por otro lado, hemos abierto la línea de venta digital y en eso estamos trabajando. No es la gran venta. A penas alcanza para sostener Pentagrama con vida, porque la venta digital tiene que ver con el gusto que se está formando en la población y con lo que difunden los grandes medios de comunicación, con la gravedad de que en nuestro caso, al no tener tanta difusión la gente se va olvidando de la música popular. Es terrible, porque la buena música sigue creándose en México y América Latina y la gente no conoce de su existencia. Asimismo, los organismos e instituciones culturales que deben difundir esta música no lo hacen, y han optado por promover a los músicos más conocidos, porque lo que les interesa es cuánta gente convocan; la masividad del hecho y no la calidad.

—Si bien en medio de la pandemia del Covid-19 es muy difícil organizar algún tipo de conmemoración, ¿han pensado en hacer algo para celebrar este 40 aniversario?

—No pensamos hacer nada debido a la situación tan difícil. No queremos pedirles a los músicos, que están buscando los recursos para poder sobrevivir, que colaboren gratuitamente en un evento. Cuando termine la pandemia abriremos las puertas de Pentagrama, donde trabajaba Óscar Chávez, para que la gente lo recuerde a él y a los compañeros que han fallecido en esta tragedia. Vamos a proyectar distintas escenas de actuaciones y entrevistas. Además se está organizando una tienda virtual de venta de discos físicos.

—Entiendo que están haciendo el documental de Amparo Ochoa, ¿cómo van con ese trabajo?

—Llevamos más de tres años trabajando en él. Por distintas situaciones económicas no lo hemos podido terminar. Hubo que hacer mucho esfuerzo y endeudarnos con los pagos de regalías y derechos de autores, de canciones de ella que interpretan artistas que pertenecen a sellos editoriales comerciales. Pero concursamos en el fondo para posproducción de la Ciudad de México y hemos sido elegidos, por lo que para marzo o abril próximo podremos tenerlo terminado y lo estrenaremos en diferentes lugares.

En la cocina de Pentagrama                

Ediciones Pentagrama, y especialmente Marta De Cea, representaron a Óscar Chávez más de 30 años. En ese tiempo editaron discos, hicieron giras musicales, y se convirtieron en familia, a tal grado que el músico mexicano fue el padrino informalmente de la segunda hija de Modesto y Marta, Rosaura López De Cea.

—¿Cómo conocieron a Óscar Chávez?

—En 1979, uno de los primeros trabajos que me encargó Foton fue hacer el disco del Festival de Oposición, donde incluí a Óscar, que había participado en ese encuentro un año antes. Posteriormente, nos encontramos en una serie de actividades de solidaridad, como la Brigada Cultural Roque Dalton, organizada por Thelma Nava, y en actividades relacionadas con la Revolución de Nicaragua.

—¿Cómo empezaron a trabajar con él?

—Un día conversando en la cocina de Pentagrama, Óscar me dijo que no estaba conforme con su trayectoria artística, por lo que le dije si quería le propusiéramos a Marta que lo representara, ya que ella estaba por terminar su relación laboral con el Festival Cervantino después de varios años. Hablamos con ella, y aunque al principio no estaba convencida, porque nunca había sido representante artística, la convencimos y aceptó. Marta tuvo una relación de más de 30 años con él, hicieron una pareja estupenda de artista y representante. Fue una relación de familia. Me acuerdo que un día que habíamos tenido una reunión hasta la madrugada, con una copita de por medio, le dije: ‘Vos sabes que son las tres de la mañana y tengo que ir mañana a registrar a nuestra hija Rosaura’. Y Óscar me preguntó: ‘¿Qué te parece si salgo de padrino?’. Le respondí: ‘Pero no voy a bautizarla ni nada, sólo registrarla’. Él me dijo: ‘A bueno, hagamos como que eso sea que yo salga de padrino’. Y aunque pensé que esa era una conversación de borrachos, al día siguiente estaba puntual fresco a las 8:30 de la mañana en el Registro Civil.

“Me acuerdo otras cosas. Un día estábamos en la cocina de Pentagrama y yo le había regalado el libro de poesía Sin fin de llantos, de Óscar a Juan Gelman. En un momento de la reunión, Óscar dijo que iba a hacer un trámite y volvía. Entonces Juan lo detuvo y le comentó: ‘Leí el libro que me regaló Modesto y te quiero decirte algo: no sé si te habrás dado cuenta de que eres un gran poeta. Es muy importante que lo sepas. No entiendo por qué no escribes más poesía’. Óscar se sorprendió porque todavía no tenía una relación tan íntima, era más de afecto, de reuniones de vagos, de amigos”.

Rockdrigo, Mercedes Sosa y el Piporro

Durante la charla con Modesto López, que por momentos se torna divertida y nostálgica, según los temas que se aborden, se le pregunta por Rodrigo González, su amistad con Mercedes Sosa y la relación con el Piporro.  

Tras recordar que después de la muerte de Rodrigo en el temblor del 19 de septiembre de 1985, Ediciones Pentagrama grabó cuatro discos suyos: Hurbanistorias, El profeta del nopal, Aventuras en el defe y No estoy loco, Modesto cuenta cómo inició la relación con uno de los que fuera fundador del Movimiento Rupestre.

—Cuando Marta era directora de cultura del CREA organizó una serie de presentaciones de artistas callejeros y uno de ellos era Rodrigo González. Un día vino a Pentagrama para conversar sobre la posibilidad de poder grabar algo con nosotros. Él había sacado Hurbanistorias, en caset. Platicando, me preguntó si conocía a Óscar Chávez, pues lo admiraba mucho, y le contesté que sí, que se quedaba un rato, lo conocería porque estaba por llegar. Se conocieron y platicaron. Eso fue a principios de 1985.  Rodrigo estaba muy emocionado. Antes de separarnos ese día también le dije que tenía que conocer al huapanguero Guillermo Velásquez con el cual se iban a entender muy bien y le di material suyo para que lo escuchara. Meses después, en septiembre, cuando estaba por concretarse el encuentro con Guillermo ocurrió el desastre del sismo donde muere Rodrigo y varios compañeros más, en ese edificio de la calle Bruselas.

—¿Háblame de tu relación con Mercedes Sosa?

—Yo estudiaba teatro en el año 1963-1964, y en la escuela donde estudiaba hacíamos distintas actividades para pagar la renta del local. Era una escuela que teníamos 11 o 12 materias, muchos profesores que sustentar, una casa que mantener y no alcanzaba con las cuotas que nosotros pagábamos, entonces organizábamos peñas, conciertos, distintas cosas. Un día llegó alguien y dijo acá afuera está una muchacha que es de Tucumán, y viene con un guitarrista y un poeta y quiere hacer un espectáculo. Se trataba de Mercedes Sosa, el poeta argentino Armando Tejada Gómez y Óscar Matus, marido de Mercedes en aquel entonces. Ahí empezó la relación con ella porque coincidíamos políticamente. Había una relación de aprecio, cariño y admiración por ella.

—¿Y el Piporro?

—Tengo la fortuna de conocerlo en Guadalajara en casa de Marcos Huerta. Me lo presentaron y como hacía años que estaba fuera de actividad, le propuse editar un disco de las composiciones que no había grabado. Iba a ser uno, pero al final fueron dos discos: Piporro I y Piporro II. Él me planteó una cosa muy interesante: “Lo hacemos con una condición, si no me gusta la grabación el disco no sale y tu pierdes lo que hayas invertido”. Para mí fue un desafío. Le dije que sí, pero le pedí que escuchara las sugerencias que tenía para integrar a otros músicos además de los que él ya incluía. Así fue como le propuse a Los pregoneros del recuerdo, Óscar Chávez, César Olguín, Nahuel Porcel y Delfor Sombra, entre otros. En los viajes que hicimos a Monterrey compartimos su vida, su historia, su casa, los distintos lugares a los que él asistía. Logré una gran amistad que me marcó a mí y a mi familia porque era un gran ser humano.

—¿Si tuvieras que definirme con qué te quedarías de todo el trabajo que has hecho, qué sería?

—Me quedo con lo que soy. No me arrepiento de nada. Lo que hicimos no lo logré sólo, lo hice porque mis compañeros me apoyaron. Me quedo con la totalidad del trabajo. No podría seleccionar un trabajo en específico. Todo en sí es Pentagrama.

        

 

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