Nadie sabe nada, o saben pero no lo dicen, o lo dicen pero es mentira, o tal vez están encubriendo algo pero son tan ineptos –igual en como han abordado la pandemia– que ni eso logran hacer bien. Es como una comedia de los hermanos Marx, pero estamos hablando de la comandancia de la última súperpotencia, la cual se ha vuelto un manicomio.
El enemigo invisible
ha penetrando el lugar más seguro y protegido del planeta, la Casa Blanca, y contagiado al mismo que ha minimizado el Covid-19 –afecta virtualmente a nadie
, dijo la semana pasada”– y quien se ha burlado de sus propios científicos y de la necesidad de medidas de mitigación y a quien, según investigaciones recientes, es considerado el mayor propagador de información falsa sobre el Covid-19 en Estados Unidos.
Trump ha buscado evitar la responsabilidad de su manejo desastroso de la pandemia que ha matado a unas 205 mil personas en su país, pero ahora se ha convertido en el paciente en jefe de Estados Unidos. El hombre más poderoso del mundo, quien ha intentado desmantelar programas de bienestar social y salud, ahora está en un hospital público donde se practica la medicina socializada, donde el multimillonario, quien no pagó impuestos federales durante por lo menos 10 años, recibirá atención gratuita pagada por los que sí pagan sus impuestos.
En un gobierno encabezado por un mandatario que ha hecho por lo menos 20 mil declaraciones falsas o engañosas desde que llegó, según el conteo del Washington Post, no sorprende que nadie le crea nada. Desde que envío su tuit a las 12:54 de la madrugada del viernes informando que él y su esposa habían sido contagiados, la especulación ha dominado por falta de información verídica. Hasta el médico encargado del paciente número uno tuvo que confesar que no había dicho la verdad el viernes, afirmando que no necesariamente
estaban buscando ocultar algo; o sea, se podría decir que tampoco era necesariamente
la verdad. Pero insiste en que ahora sí le pueden creer.
Mientras tanto, no se sabe cuántas personas han sido contagiadas por el propio presidente y su equipo dentro de la Casa Blanca o en actos realizados sin medidas de sana distancia y el uso de cubrebocas a lo largo de los últimos días (eso sí, desde que se anunció que estaba contagiado, de repente y por primera vez, casi todo su equipo aparece con cubrebocas).
Buena parte de los contagios, incluido el del presidente, podrían haber surgido del acto que se llevó a cabo en la Casa Blanca el sábado antepasado, pues por lo menos ocho de las aproximadamente 150 personas que asistieron, entre ellos el magnate y su esposa, ahora están contagiados de Covid-19, así como dos senadores, el ex gobernador Chris Christie, la consejera del presidente Kellyanne Conway y el rector de la Universidad de Notre Dame. Durante la semana se informó que una asesora cercana de Trump, la presidenta del Comité Nacional Republicano, y el jefe de la campaña de relección del presidente, Bill Stepien, tienen el virus.
El jueves, aun después de saber del contagio de su asesora, al cual estuvo expuesto, Trump viajó a una reunión con unos 200 donantes y aliados, potencialmente contagiando a varios ahí.
Ahora, la Casa Blanca es un posible foco de contagio peligroso. Los gobiernos deberían por lo menos alertar a sus ciudadanos de que si están visitando la zona, eviten pasar cerca de la sede del Ejecutivo estadunidense, que ahora es incluso más nociva para la salud pública que antes.
Mientras, circulan versiones en los medios de que dentro de la Casa Blanca tampoco saben qué tan enfermo está el jefe y que hay un ambiente de alarma porque todos los que trabajan ahí podrían haber sido expuestos, pero también porque no se sabe quién está a cargo del gobierno ni las implicaciones para su futuro.
O sea, nadie sabe nada, o lo saben todo, o dicen que saben pero no o si saben, pero no quieren decir. Es un manicomio donde los pacientes dicen que tienen todo bajo control.
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