El más recordado de la noble estirpe es, sin duda, don Pedro, prominente minero tan rico como generoso. Poseía las mejores minas en Real de Monte, Hidalgo, y varias haciendas de beneficio de mineral entre las que sobresalían San Miguel y Santa María Regla. Ambas compiten entre sí en belleza y grandiosidad. La primera, convertida en hotel, está rodeada de dos lindos lagos, uno de aguas verdes y el otro azules, vale la pena ir un fin de semana.
Con la fortuna que recibía de sus bien trabajadas propiedades, en 1774 fundó el Montepío de Ánimas, ahora conocido como Monte de Piedad. Para que fuera la sede, adquirió parte del que había sido palacio de Axayácatl, padre del emperador Moctezuma, y después casa de Hernán Cortés, donde continúa funcionando la noble institución.
En 1768 Carlos lll concedió a don Pedro el título de conde de Santa María Regla por los grandes servicios prestados al país y a la Corona; entre otros, regaló a la marina de guerra un navío de 80 cañones, por no hablar del dinero que dio a hospicios, conventos, colegios y hospitales.
Casi un siglo más tarde nació en la Ciudad de México un talentoso descendiente: don Manuel Romero de Terreros; educado en Inglaterra en las mejores escuelas y universidades se dedicó apasionadamente al estudio de la historia virreinal, en la que se volvió un experto. Fue patrono del Monte de Piedad y heredó el título de conde de Regla.
Fue maestro universitario y autor de muchas obras importantes, entre las que sobresale aquella en la que describe detalladamente los contenidos de la soberbia casona barroca de los condes de San Bartolomé de Xala, la cual no es exagerado llamar palacio, situada en Venustiano Carranza 73. Tras décadas de encontrarse en un estado lamentable, ocupada por changarros, la adquirió la Fundación del Centro Histórico, que creó Carlos Slim, y hace unos años la restauró e instaló el Sanborn’s Conde de Xala.
La mansión la diseñó el notable arquitecto Lorenzo Rodríguez para don Manuel Rodríguez Sáenz de Pedroso, primer conde de San Bartolomé de Xala. Tras disfrutarla muchos años en los que fue centro de reunión de la aristocracia virreinal, el conde la heredó a su hija, quien agregó más títulos al casarse con el segundo conde de Regla.
En el siglo XIX el palacio comenzó a cambiar de manos y empezó su deterioro. En 1964 el Banco Mercantil lo compró y lo vendió a un particular que lo aprovechó con todo tipo de locales. Afortunadamente no realizó modificaciones importantes y respetó los notables lambrines de azulejos que adornan la escalera y una escultura en piedra finamente pintada, original del siglo XVII, que representa un negrito ataviado con elegante librea.
En la restauración se trabajaron los elementos de cantera, los azulejos, el piso del patio principal, los barandales de hierro y la fuente. El arco que sostiene el patio es de dimensiones extraordinarias y tiene inscrita la fecha de la conclusión de la mansión y el nombre del arquitecto.
Para dar cabida al restaurante y a la tienda fue necesario realizar adecuaciones, que en general respetaron la estructura original de la casa. Lo que sí resultó lamentable es que le hayan quitado el color original al negrito de la escalera, que era una pieza de museo, así como a varios adornos que hay en el patio interior, que luce una fuente adosada a un muro. Fuera de esos detalles y algunos otros que son reversibles, lo cierto es que ahora el soberbio palacio luce dignamente su belleza y elegancia.
Con la ventaja que cualquiera lo puede disfrutar mientras saborea alguno de los clásicos de Sanborn’s, como las enchiladas suizas, los molletes, los hot cakes con tocino seco y fibrudo, el rollo de helado, el squash con fresas y trozos de piña y las malteadas, todos ellos de la prehistoria sanborsiana. Para estar al día, a esos platillos plenos de calorías han sumado un menú light y también hay oferta especial para niños.