Ciudad de México. Un viaje por cuatro ciudades que marcaron de diferentes maneras la vida y obra del escritor Gabriel García Márquez (1927-2014): Bogotá, México, Buenos Aires y Barcelona, fue organizado en forma virtual como parte de la alianza iberoamericana Ciudad (Es) Cultura, promovida por la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte, en Bogotá, Colombia.
Para el escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez el primer contacto del adolescente Gabo con Bogotá fue “un enfrentamiento con el frío, la soledad, la distancia, con una civilización y una manera de ser de las personas completamente distinta a lo que era su experiencia Caribe. Dos cosas, entonces, marcaron su obra: la soledad y la nostalgia. Después de eso pareciera ser que no hubiera escrito sobre absolutamente nada más”.
Al terminar sus estudios de bachillerato y un viaje a la costa, García Márquez volvió a Bogotá en 1947; en septiembre publicó su primer cuento. Ya para el 9 de abril, cuando fue asesinado el candidato presidencial Jorge Eliécer Gaitán, que desencadenó la revuelta imparable llamada el “Bogotazo”, el joven se sentía “un escritor y que su destino era ese”, aunque estudiaba leyes.
Bogotá siempre fue una ciudad clave en la vida de García Márquez, sin embargo Vásquez, guionista del documental Gabo: la magia de lo real, dijo que su incursión en el periodismo y su compromiso político lo llevó a “un deterioro con el ala conservador colombiano, que lo veía como un vocero de la subversión”.
El escritor mexicano Jorge F. Hernández se refirió a la primera llegada de Gabo aquí, donde ya se encontraba su paisano Álvaro Mutis, quien anticipó ese arribo al platicar “las maravillas de este aumentador de Aracataca, capaz de narrar lo que había en una mesa como nadie. Que tenía vocación de periodista, aunque al mismo tiempo una ensoñación delirante que se entendía, en términos veracruzanos, como un mole de olla, o un mole negro de Oaxaca”.
Era principios de los años 60 del siglo pasado. “Álvaro le había pintado un panorama quizá no tan específico de cómo iba a ganarse el pan; tal vez no le explicó debidamente el desmadre de México hace seis décadas y hoy mismo. Que tenía que entrar a los guiones, las reseñas, la traducción, dar conferencias improvisadas en cafés, explicar como estaba la grilla cubana.
“Desde muy pronto empezó a decirles a sus amigos de la casa, de la novela (Cien años de soledad), de que se tenía que encerrar. Les narraba lo que iba escribiendo aunque después esa vaina no tenía nada que ver con lo que había narrado. Es decir, se mexicanizó”.
La editora argentina Gloria López Llovet, nieta de Antoni López Llausás, encargado de la editorial Sudamericana que publicó la primera edición de Cien años de soledad en 1967, se regocijó de haber “lanzado” García Márquez a la fama, pero con la “pena” de que nunca quiso regresar a Buenos Aires, donde acudió en calidad de jurado de un premio. Unos días antes había salido la novela que fue un fenómeno de venta. El escritor fue reconocido y aplaudido. Si no regresó jamás fue para no romper la “magia” de aquel viaje.
Después de la publicación de Cien años de soledad, García Márquez llegó a Barcelona donde “se convirtió en el escritor más famoso del mundo”, afirmó Xavier Ayén, periodista cultural. En eso mucho tuvo que ver la agente literaria Carmen Balcells, una fuerza detrás del boom de la literatura latinoamericana en los años 60. “Era como una madre posesiva que entraba en todos los aspectos de su vida. A García Márquez le organizaba todo, decía que tenia que escribir con horario como si estuviera en una fábrica. Gabo lo llevó al extremo y se compró un overol azul para escribir. Era una madrina en el sentido italiano de la palabra padrino”, aseguró el autor de Aquellos años del boom.