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Con chistes Scorsese llevó al público al oscuro mundo de gánsters

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Ray Liotta, Robert De Niro, Paul Sorvino y Joe Pesci, en un promocional de la cinta. Foto Afp
24 de septiembre de 2020 09:26

Dos años antes de su gran cinta sobre gánsters, Martin Scorsese llegaba a Venecia para revelar su transgresora narración sobre el Nuevo Testamento. En medio de amenazas de cristianos radicales, La última tentación de Cristo iba a ser presentada.

Era 1988, de camino al Palazzo los nervios del director ya estaban de punta. La sensación de peligro se acentuó cuando un hombre se le acercó y le tendió una mano. Un grupo de guardias de seguridad se abalanzó sobre el sujeto, a quien Scorsese reconoció por ser un actor nuevo.

Habré visto a Ray Liotta en una película de Jonathan Demme, y me agradó, señaló el realizador a la revista GQ en 2010. Tenía a un montón de guardaespaldas alrededor mío. Ray se me acercó en el vestíbulo y los guardaespaldas se le abalanzaron, y él reaccionó de una manera interesante, que fue mantener la calma y hacerlos entender que no era una amenaza. Me gustó su comportamiento en ese momento.

La siguiente película de Scorsese fue Buenos muchachos (Goodfellas), y las agallas de Liotta dieron frutos. El director persuadió a los reacios productores para elegir al desconocido de 34 años como el protagonista. Este mes la cinta cumplió 30 años.

Mentores de la mafia para un novato

Robert De Niro y Joe Pesci nunca han estado mejores en sus papeles de mentores de la mafia para el novato encarnado por Liotta. Se trata de una epopeya de gánsters importantes y austeros, atrapados por su propia trágica grandeza. Muchas de sus mejores escenas son básicamente cómicas. Scorsese entendió que la mejor manera de llevar al público dentro de un mundo oscuro y desagradable era con chistes.

El género de gánsters ha mantenido la atención del director a lo largo de su carrera. Hizo Calles peligrosas (Mean Streets), inspirado en su dura infancia transcurrida en el barrio Pequeña Italia de Nueva York, y más tarde abordó el lado más oscuro de esa misma ciudad con Taxi Driver, pero Scorsese quería explorar tanto como le fuera posible.

Una de las razones era que lo atormentaba la posibilidad de que las cosas hubieran sido diferentes para el cineasta. Él mismo pudo haber terminado en los zapatos brillantes de Henry Hill, el protagonista de Buenos muchachos.

Los gánsters gobernaban el barrio cuando Scorsese era un niño, incluso uno de sus mejores amigos era hijo de un jefe local. Pero el director sufría asma, por lo que pasó gran parte de su infancia en casa, mirando televisión.

Riesgos

Bromas aparte, Buenos muchachos corrió toda clase de riesgos. Como el uso de la voz en off de Henry, generalmente considerado en Hollywood como una cursi estratagema. Ni siquiera cinco minutos después de empezar podemos ver a Tommy (Pesci) y a Jimmy (De Niro) apuñalando y disparando a un hombre ensangrentado en la cajuela de un coche.

Después Scorsese centra la cámara en la cara de Henry que a media luz luce una mirada diabólica. Entonces viene uno de las más famosas líneas en la historia del cine: “Hasta donde puedo recordar –dice Liotta–, siempre he querido ser un gánster”.

Scorsese escribió el guion junto a Nicholas Pileggi, quien había publicado un libro sobre la vida de Henry Hill. La experiencia fue como un bautizo para Pileggi. Quedó impresionado por la intensidad con que el cineasta podía escribir una escena y por su obsesión con el momentum.

A Pileggi también le impresionaba el uso de la improvisación de Scorsese. Una de las condiciones por las que Joe Pesci aceptó hacer Buenos muchachos fue compartir algunas de sus anécdotas recogidas de su juventud alrededor de pandillas en Nueva Jersey. El ejemplo más famoso de eso es ¿Te parezco gracioso?, escena en la que Tommy se voltea hacia Henry después de que el joven gánster elogia el talento de su colega para contar chistes.

Captar la impresión en la vida real

La conversación fue grabada en secreto por Scorsese, Pesci y Liotta. El director se aseguró de que nadie más estuviera ahí. Cuando las cámaras estaban trabajando, usó tomas medias, para poder captar su impresión en la vida real.

Scorsese no siempre era la persona más accesible en el set. Testigos dicen que él y De Niro tenían una relación de trabajo conspirativa; pasaban mucho tiempo hablando entre susurros. Incluso Liotta, una de las figuras, se sentía excluido. Lo que no significa que el director no se la pasara bien.

Todos los involucrados sabían que estaban haciendo algo especial. La única excepción era el estudio, que temía tener una bomba de tiempo en sus manos. Auditorios de prueba no entendían la película, su mayor problema parecía ser la violencia. Se discutió la escena en que Tommy apuñala a Billy Batts siete veces. El director accedió a reducirla a cuatro, con los últimos tres golpes del cuchillo escuchados, no vistos.

Realmente es difícil culparlos por estar nerviosos, dada la reacción del auditorio, escribió Irwin Winkler, productor de Buenos muchachos. “Algunas películas sólo necesitan los medios, las críticas y el boca a boca para que el público sepa que es especial. Ese fue el caso con Buenos muchachos, y en última instancia, apenas cambiamos algo de las proyecciones anteriores”.

El filme fue postulado a seis premios Óscar, pero sólo ganó en una categoría. Joe Pesci recibió el galardón a mejor actor de reparto y dio el más corto discurso de aceptación en la historia de la Academia estadunidense. Es un privilegio. Gracias, dijo y se fue.

 

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