Moscú. Sin la solemnidad que cabría esperar de haber sido una elección limpia y sin cumplir lo estipulado por ley de anunciar la ceremonia con anticipación y de transmitirla por radio y televisión en cadena nacional, Aleksandr Lukashenko tomó posesión este miércoles por sexta ocasión del cargo de presidente de Bielorrusia.
Un comunicado de su servicio de prensa dio a conocer post factum que Lukashenko cumplió el requisito constitucional dentro del plazo de dos meses, contado a partir de los comicios del 9 de agosto anterior, cuestionados por cientos de miles de sus compatriotas que desde entonces protestan de manera pacífica contra lo que califican de fraude.
Horas después, la televisión pública bielorrusa transmitió la toma de posesión de Lukashenko, quien –al dirigir unas palabras a la sala llena de invitados especiales, funcionarios y empleados públicos casi todos– se congratuló por que su elección significa “haber defendido nuestros valores, nuestra vida pacífica, soberanía e independencia”.
Dijo que contra Bielorrusia “se lanzó un desafío sin precedentes, con tecnologías probadas para destruir Estados independientes. Pero nosotros somos de los pocos, y quizás los únicos, en que fracasaron ese tipo de revoluciones de colores (eufemismo que utilizan los gobernantes en el espacio postsoviético para justificar sus excesos y descalificar las protestas de su población al decir que son organizadas y financiadas desde el exterior) ”.
Alemania, Dinamarca, República Checa, Eslovaquia, Estonia, Letonia, Lituania y Polonia son los primeros países que este miércoles no reconocieron la legitimidad de Lukashenko, mientras Svetlana Tijanovskaya –candidata unificada de la oposición y forzada a exiliarse– comentó en un video por Internet: “(…) La llamada toma de posesión de Lukashenko es, por supuesto, una farsa. Cree él que tiene legitimidad, aunque su anterior mandato ya terminó y el pueblo no le ha dado uno nuevo. De hecho, hoy se jubiló”.
La policía dispersó con cañones de agua a quienes intentaron este miércoles protestar en la capital bielorrusa y, como suele suceder, detuvo a los más activos. El próximo fin de semana, seguramente, miles de inconformes harán que se escuche en las calles de Minsk y otras ciudades de Bielorrusia lo que piensan de Lukashenko.