Moscú. A pesar del desmesurado despliegue policial en Minsk y de la detención aleatoria de más de 200 personas antes de que comenzara la marcha pacífica de protesta, convocada para este domingo por la oposición, decenas de miles de inconformes –entre 100 mil y 150 mil, según diversas estimaciones– no dudaron en salir a la calle, agrupados en numerosas columnas de manifestantes por toda la ciudad, para protestar contra el presidente Aleksandr Lukashenko y exigir que se libere a todos los presos políticos.
Para amedrentar a quienes las autoridades no querían que “estropearan” este domingo –la víspera del encuentro de Lukashenko con el presidente de Rusia, Vladimir Putin– la ficción de que el repudiado presidente cuenta con respaldo de la población y controla por completo la situación en Bielorrusia, el sábado anterior la policía y las fuerzas de seguridad rompieron la regla no escrita de respetar a las mujeres descontentas y arremetieron contra ellas con lujo de violencia, deteniendo a cerca de 80 participantes de la cadena de solidaridad que cada sábado forman en el centro de la capital de ese país eslavo.
La respuesta de los bielorrusos se convirtió en una ola de indignación que cubrió Minsk y otras ciudades de Bielorrusia. En la capital, los manifestantes avanzaron por diferentes distritos hacia Drozdy, un poblado de lujo en las afueras de Minsk donde residen altos funcionarios del gobierno, protegido con unidades antidisturbios y carros blindados. En el trayecto hubo otros 200 detenidos, de acuerdo con datos del ministerio del Interior bielorruso.
La marea humana –que se configuró al confluir la mayoría de los manifestantes desde distintos puntos de Minsk– llegó hasta las inmediaciones de Drozdy y la gente desarmada lanzó todo tipo de consignas a escasos metros de los escudos de los efectivos antidisturbios y, una hora más tarde, comenzó a retirarse de manera ordenada ante la mirada atónita de los uniformados.
En resumen, Lukashenko fracasó en su intención de arribar a la reunión con Putin –este lunes en Sochi, balneario ruso del Mar Negro–, sin protestas multitudinarias, después de que ordenó descabezar la instancia creada por la oposición para la transferencia del poder: el Consejo de Coordinación, obligando a sus miembros a elegir entre la cárcel o el exilio.
Un mes después de los comicios del 9 de agosto –36 días para ser exactos– los bielorrusos siguen expresando, con acciones cotidianas y en especial los domingos, su rechazo a Lukashenko.