Trípoli, Líbano. En el hirviente horno de una vidriería de Líbano, un obrero recoge grandes paladas de cristal roto. Toneladas de vidrio pulverizado por la explosión en el puerto de Beirut serán así recicladas para fabricar jarras o garrafas tradicionales.
Una vez derretido en esta fábrica de Trípoli, el vidrio se convertirá en esos utensilios, gracias a una iniciativa lanzada por asociaciones y voluntarios encargados del desescombro tras la deflagración del 4 de agosto, que devastó barrios enteros de Beirut.
Ese día estallaron en miles de pedazos ventanas, ventanales y escaparates en toda la capital y sus alrededores.
"Hemos decidido que una parte de todo este cristal pulverizado (...) vaya a industrias locales para servir de material en bruto" explica Ziad Abi Chaker, militante ecologista que dirige la empresa de reciclaje Cedar Environmental, y se ha movilizado con otros voluntarios de la sociedad civil libanesa.
Un mes después de la tragedia que causó más de 190 muertos y 6.500 heridos, los camiones cargados de esquirlas de vidrio recogidas en los devastados barrios, siguen suministrando material a las empresas familiares de Trípoli.
Reciclar las 24 horas
"Trabajamos las 24 horas del día", asegura a la AFP Wissam Hammoud, vicepresidente de la United Glass Production Company (Uniglass), vidriería fundada por su abuelo en Trípoli.
"Aquí tenemos el vidrio de la explosión de Beirut" prosigue el joven, mientras designa los altos montículos que se acumulan en el patio y que son seleccionados por los obreros.
Con las manos protegidas por guantes de caucho, los obreros separan el cortante vidrio de las piedras y de la arena, antes de llevárselo al horno.
La elástica pasta es luego utilizada por un soplador de vidrio que da forma a jarras o garrafas de largo y estrecho cuello, típicas de la artesanía libanesa.
En total, las dos fábricas de Trípoli han recibido cerca de 58 toneladas de vidrio, según Abi Chaker, quien, con las financiaciones adecuadas, espera poder enviarles hasta 250 toneladas.
Según sus estimaciones, la explosión del 4 de agosto habría hecho estallar más de 5.000 toneladas de vidrio.
El objetivo es que todo este material no acabara en los vertederos del país. Desde hace décadas, las autoridades de Líbano no han logrado adoptar políticas eficaces de gestión de desechos. Pese a varios intentos de la sociedad civil, el reciclaje solo se aplica al 10% del tratamiento de desechos, según estadísticas oficiales.
Desescombro
En los barrios destrozados de Mar Mikhael, de Gemmayzeh o de Karantina, los voluntarios siguen limpiando escombros o barriendo pequeños trozos de vidrio, en los pisos de las cocinas y habitaciones abandonadas, donde realizan una primera selección para aislar el cristal.
"Tenemos montañas de desechos que se apilan en Beirut" advierte Anthony Abdel Karim, uno de los voluntarios encargado de coordinar la recogida del vidrio.
"Hay vidrios, cascotes y metales, que están mezclados con desechos orgánicos. No es algo sano" agrega el joven. "En Líbano, no hay un reciclaje digno de ese nombre".
Desde hace algunas semanas ha lanzado su propia iniciativa de reciclaje, llamada Annine Fadye (botella vacía, en árabe).
Anthony Abdel Karim, empleado en el sector de servicios en una ciudad reputada por su vida nocturna, se ha movilizado en el espinoso tema del reciclaje al ver la enorme cantidad de botellas vacías que producen las noches de fiesta.
El vidrio enviado a Trípoli "es solamente la parte visible del iceberg" opina Abdel Karim.
También hay trozos que no pueden ser reciclados. Para ellos, es quizá necesario buscar otra fórmula, quizá machacándolos con cemento o con otros materiales.
"Nos hace falta tiempo, eso es algo que sabemos", reconoce el joven voluntario.